Los juegos olímpicos de París se avecinan. Y mientras una buena parte de la humanidad anda pendiente de una de las máximas citas del deporte, de cuántas medallas se llevarán sus respectivas naciones, otro tema surge para algunos más allegados al campo de la economía y la política. ¿Son viables financieramente las olimpiadas?

Uno pudiera pensar que, como regla general, la mayoría de las ciudades quisieran ser sede de los juegos olímpicos. Después de todo, se trata de un evento de alto nivel, de gran proyección, que además de reunir a la crema y nata del mundo deportivo, también trae consigo una enorme oleada de turismo, personalidades, glamour, esplendor. Por algunas semanas, y para los anales de la historia deportiva, la ciudad elegida queda inmortalizada en los corazones de la humanidad.

Pero llegar allá tiene un precio. Y diría más: un precio muy caro que a la larga puede traer consecuencias indeseadas para los habitantes de los países en los que se celebran los juegos olímpicos. De acuerdo con Investopedia, ser sede de los juegos “es aún más costoso que el proceso de licitación”. Destaca el portal financiero que en las olimpiadas de Londres se gastó 14.600 millones de dólares para albergar los juegos en 2012. Se estima que 30% de ese monto provino del pago de impuestos de los britons. En el caso de las olimpiadas de 2008, celebradas en Pekín, el monto llegó a 42.000 millones de dólares. Atenas 2004, 15.000 millones. Río de Janeiro 2016, 20.000 millones de dólares. Y la lista pudiera seguir.

Es usual que una vez que una de estas ciudades queda elegida como sede para el desarrollo de los juegos se hagan modificaciones de infraestructura, viabilidad, urbanismo y un largo etcétera que se traduce en presuntas mejoras para las urbes que darán cobijo a la magna cita deportiva. La misma Investopedia estima que los costos de infraestructura pueden oscilar entre 5.000 millones y 50.000 millones de dólares. Un bracket amplio, sin duda, pero no menos significativo en cualquiera de sus extremos. Sobre todo visto a la luz del tamaño de las economías emergentes.

El gran dilema que tiene este tipo de inversiones es que, históricamente, se han hecho con fondo públicos. Entiéndase bien. El Estado es el que destina los recursos para la construcción, mejoras y desarrollo de infraestructura. El tema tiene un trasfondo ético y hasta práctico desde el punto de vista de las políticas públicas. Por ejemplo, en los casos de Atenas 2004 y Río 2016, los gastos asumidos en los juegos olímpicos contribuyeron a empeorar aún más la difícil situación que atravesaban las economías griega y brasileña, respectivamente, las cuales tenían varias demandas sociales que dejaron de cubrirse en pos de los juegos, para luego dejar un montón de infraestructura, estadios, piscinas, y complejos deportivos abandonados o, cuando menos, profundamente subutilizados.

¿Existe otra alternativa? La respuesta es afirmativa. Recientemente, la Foundation for Economic Education (FEE) en su cuenta en Instagram en español publicó un interesante reel en el que narra cómo se financiaron los juegos olímpicos de Los Ángeles 1984, cuarenta años atrás. Señala el reel que luego de los juegos de Montreal en 1976, la ciudad canadiense quedó profundamente endeudada, lo que desincentivó a otras urbes a presentar su candidatura. Para 1984, sólo dos ciudades americanas, Nueva York y Los Ángeles, presentaron sus candidaturas, quedando electa la ciudad californiana.

Sin embargo, los ciudadanos de Los Ángeles no querían pagar impuestos para desarrollar el evento deportivo. No quedó otra alternativa que fuese el sector privado el encargado de montarse sobre los hombros la implementación de las olimpiadas. Tomó un rol protagónico un empresario de nombre Peter Ueberroth, quien se encargó de liderar todo el proceso. A diferencia de lo que habría pasado en otras ediciones de las olimpiadas, en Los Ángeles la preparación no desarrolló grandes obras de infraestructura sino que empleó las ya existentes en la ciudad, y dependió en buena medida del patrocinio privado para la celebración del evento. Destaca la FEE dos temas importantes, el primero, que Los Ángeles 1984 fue un evento que dejó ganancias (!), vendiendo incluso los derechos de transmisión de los juegos a la cadena televisiva ABC por 225 millones de dólares; y en segundo lugar, el hecho de que los juegos costaron solo 546 millones dólares, que incluso ajustados por inflación, siguen siendo significativamente menores a las cifras astronómicas y expresadas en millardos de dólares que han tenido los juegos recientes.

Así, pues. ¿Cómo estarán las finanzas parisinas? ¿Cómo quedarán después de las olimpiadas? Sí, sin duda Francia al sol de hoy es una de las economías más grandes del planeta, pero ello no la exime de buscar formas más eficientes de manejar el presupuesto público y el dinero de sus contribuyentes. Parafraseando las ideas de Henry Hazlitt en su clásico Economía en una lección nos estamos enfrentando acá a un problema de elecciones y decisiones, en la que las autoridades no necesariamente tienen idea de cuál es la mejor forma de emplear los recursos. Los individuos y las sociedades deben considerar cuidadosamente sus prioridades y utilizar sus recursos de la manera más eficiente posible. ¿Lo entenderán los políticos franceses? ¿Qué dirán sus ciudadanos? Mientras tanto, que comience la fiesta.


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