«Aquí la soledad se pone oscura» (MARIO BENEDETTI)
Uno busca la salida a situaciones que no le gustan o no es capaz de soportar. Es posible, también, decidir vivir o morir como uno cree que debería. El actor francés Alain Delon es noticia estos días finales del mes de marzo después de haber compartido con los amantes del cine sus actuaciones en rodajes de Visconti (Rocco y sus hermanos, El gatopardo -esta última con Burt Lancaster y Claudia Cardinale-) y otras muchas películas más en las que interpretó el papel de galán. A los hombres, a algunos, les podría molestar la belleza tan apabullante de un miembro de su mismo género. Sin embargo, es un hecho que Delon es guapo, muy guapo. Aunque cada cual cree en un tipo de belleza masculina, yo encuentro más atractivo a Gary Cooper, a Jon Kortajarena o al británico Daniel Day-Lewis.
Alain Delon tuvo muchas mujeres en su vida como es lógico pensar en un hombre tocado con la gracia de la belleza. Romy Schneider fue una de ellas, pero no la única. También estuvieron a su lado Nathalie Delon y una modelo, Rosalie van Breemen. Estas son las que se conocen públicamente, a saber cuántas más conquistas habrá hecho este donjuán.
El actor, que hoy tiene 86 años de edad, vio morir el año pasado (enero 2021) a Nathalie, la mujer que le dio dos hijos. Al igual que Dorian Gray, el francés decide que no quiere seguir vivo. Quiere irse del mundo y elige morirse en Suiza, donde la muerte asistida está permitida.
(‘Alain Delon pide la eutanasia tras luchar contra dos ictus y perder a su exmujer’, Jesús Carmona, El Español, 1.4.2022; Alain Delon toma la decisión más importante de su vida).
Alain Delon es el paradigma de lo masculino para muchos hombres, para otros no lo es, quizás confundidos por sentimientos de admiración o envidia, vaya usted a saber. Uno piensa que este Dorian Gray galo ha subido a destapar el cuadro y se ha visto a sí mismo muy desfavorecido. Uno piensa que la decadencia del ser humano, del hombre atractivo en este caso, se torna evidente y no queriendo sufrir ni ser un lastre para nadie, resuelve hacer un Peter Pan y salir volando por la ventana.
«A grandes males, grandes remedios«, dijo Hipócrates, y a pesar de que quizás lo que viene a continuación parezca una incongruencia, considero que existe una oscura conexión con el asunto que nos ocupa.
No entiendo qué le ocurre al sujeto de género masculino que dibuja -siempre que encuentra el espacio oportuno- un par de testículos y un pene erecto de tamaño XL o, mejor aún, de tamaño XXL. Supuestamente, cualquiera que contemple dicha iconografía ha de deducir que se trata del autorretrato del artista y que este va de incógnito. Puesto que el autor de las imágenes se esconde en el anonimato, el destinatario de estos mensajes desconoce si este va dirigido a un miembro de género masculino, femenino, neutro o no binario. Y la verdad que no es agradable ver la calles sucia de pintadas y garabatos. No resulta grato descubrir los muros de las viviendas ni las paredes de los aseos de institutos o tiendas con mensajes de este tipo, es decir, esta clase de mensajes. -Después de releer la frase pienso que me refiero aquí al individuo reprimido también.
Resulta que en este mundo cruel, en este mundo de pandemia, cambio climático y criminales de guerra a alguien se le ha ocurrido aprovechar esos dibujitos para salvar a los hombres aquejados de un cáncer particular en la zona baja de la anatomía. La singular operación publicitaria surge en una agencia publicitaria de Chile. En aquel país recorren las calles buscando dibujos de esta índole y donde ven uno fijan una pegatina recortada en forma de mano roja por debajo del escroto. Así logran llamar la atención sobre tres puntos recomendados por la ciencia médica para detectar una enfermedad que afecta solo a los hombres: palpar, repetir y comprobar. El sentido del mensaje original del artista ha sido trastocado completamente. El delirio de un hombre presumido se convierte en campaña sanitaria para combatir el cáncer de testículos.
Alain Delon sufre el deterioro del tiempo sobre su cuerpo, y desacostumbrado a la fealdad y al dolor de perder lo que más quiere, se atreve a no esperar a la dama blanca. Monsieur Delon no. El galán francés trastoca la cruda verdad de nuestra existencia y reta a la muerte yendo él a su encuentro.
Ayer, mientras oía la noticia en televisión no pude evitar acordarme del marino gallego Ramón Sampedro condenado a vivir tetrapléjico a causa de un accidente. El gallego quiso una muerte digna y no se le hizo caso. Murió clandestinamente.
Ayer, mientras oía la noticia pensé también en los otros, en quienes no quisieron morir y murieron. Pensé en la guerra de Ucrania, en los accidentes de tráfico, en los asesinos y en las víctimas. Pensé en las mujeres engañadas y asesinadas por sus parejas, sus maridos o desconocidos. Pensé en mi gente, la gente que no querría que hubiese muerto nunca. Pensé en Caín y Abel. Pensé quién decidía ser bueno o ser malo.