La experiencia histórica demuestra suficientemente que pocas veces los enfrentamientos se resuelven con soluciones perfectas. Ni siquiera en los casos en que un vencedor logra imponerse de manera rotunda fijando los más severos términos a la rendición de su oponente, queda garantizada la subsiguiente paz duradera.
En el actual drama político venezolano resulta evidente que ninguno de los dos bandos en pugna tiene la suficiente fuerza como para imponer términos de rendición al otro y es por eso mismo que la brecha que los separa no ha logrado zanjarse desde hace ya más que suficiente tiempo. Quien esto escribe desearía que la usurpación hubiera cesado y que los responsables estuvieran enfrentando la acción de una justicia basada en la ley y exenta del sentimiento de venganza que suele acompañar los enfrentamientos de alta intensidad. Eso es utopía y por la misma razón entendemos que lo mejor es lo que es posible tratando de lograr que sea lo más próximo a lo deseable.
Lo anterior viene a cuenta por el tema del acuerdo suscrito entre el Ejecutivo usurpador y la Asamblea Nacional Legítima, el cual antes de que se seque la tinta de las rúbricas ya ha dado lugar a fuertes críticas originadas en diferentes grupos que hubieran preferido que Maduro & Co. hubiesen arriado sus banderas y la distribución de la ayuda humanitaria que ha de llegar corriera por cuenta de Guaidó & Cia. Haber logrado un acuerdo menos que perfecto ha desatado fuertes epítetos especialmente por parte de aquellos que hubiesen preferido un resultado que solo se pudiera obtener después de que el combo de Miraflores y sus secuaces estuvieran derrocados, presos y –de ser posible– linchados, lo cual, como sabemos, dista de ser el caso.
Este columnista parte de la base de que el principal bien a proteger en las presentes circunstancias es la garantía de la salud y alimentación de aquellos compatriotas cuya necesidad perentoria no puede esperar la tan deseada y deseable restitución de la democracia. Tenemos la casi certeza de que los usurpadores harán lo posible por dificultar la llegada y reparto de la ayuda humanitaria procurando partidizarla e ideologizarla. La mejor ayuda, sin duda, es la que llega sin ataduras, pero el 23 de febrero de 2019 vimos en vivo y directo cómo desde Miraflores se impidió por la fuerza y el terror que ingresaran al país los productos que estaban acumulados en Cúcuta. Si hoy hay que hacer o tolerar o negociar concesiones para lograr colocar insumos en los hospitales o comida en la mesa de los más vulnerables, creemos que así debe ser. No se lo pregunten a un “guerrero del teclado” sino a quien vive la privación.
Cierto es que si se logra acercar la ayuda a quien la necesita con urgencia, el receptor no discriminará si viene de la mano de Maduro, de Lucifer, de Guaidó o de la Organización Panamericana de la Salud. En ese plano es posible que el grupo de Miraflores logre atribuirse parcialmente el éxito. Todo depende de cómo se maneje lo mediático. En política las percepciones suelen tener mayor efecto inmediato que las realidades.
Por otra parte, ha quedado meridianamente evidente que la usurpación, con su séquito de TSJ, CNE, Pdvsa y demás herramientas ha reconocido a la Asamblea Nacional por todo el cañón. Se acabó el cuento del “desacato” y la guachafita del tal Parra con su séquito “chimbo”, así como el de la constituyente, a quienes no se tuvo en cuenta en lo más mínimo. Por un lado firmó un ministro y por el otro un representante de la Asamblea Nacional Legítima. ¡Claro y raspado! Las cláusulas del acuerdo son el detalle menor.
También es cierto que la maniobra es riesgosa toda vez que pudiera generarse la percepción de que los resultados del operativo pretendieran ser exhibidos como un triunfo gubernamental si fueran exitosos o como responsabilidades compartidas por la oposición y el coordinador designado por la Asamblea Nacional, doctor Julio Castro, si no lo fuesen. Aquí no hay nada que compartir, el desastre existía antes de que se firme el convenio, la usurpación lo mejor –o único– que puede hacer es colaborar no poniendo obstáculos.
A quienes afirman que Guaidó se entregó, o nos traicionó o decidió “cohabitar” con la chorocaria, se les invita a que promuevan u ofrezcan una solución mejor y a más corto plazo en la que los sagrados bienes de la salud y la alimentación que nos corresponden por nuestra condición humana lleguen antes, más abundantes y mejores. De no tener la llave del éxito a mano lo patriótico sería ayudar a empujar la carga entre todos, dejando para después la crítica destructiva en la que nadie se quedará ni con el chivo ni con el mecate.
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