“Tu verdad aumentará en la medida que sepas escuchar la verdad de los otros”.

Martin Luther King Jr.

Antes reflexionamos sobre la complejidad que encara la sociedad venezolana, harta de lo que ha sido durante un cuarto de siglo un liderazgo que se muestra ya evidentemente agotado y la necesidad de abordar su sustitución.

Drama épico que en el orden de la civilidad intenta la nación resolver por la vía de la consulta democrática el próximo 28 de julio, pero que tropieza con el candado histórico que le ha puesto a la mismísima soberanía popular una clase política mórbidamente entronizada en el poder que ha conculcado la institucionalidad y la ha sesgado hasta confundirla con ella misma.

No basta entonces que Edmundo gane la elección a Maduro, sino que pueda realizarse el cambio que dispondría el cuerpo político, como su decisión soberana. En términos coloquiales, ¿cobraría la oposición esa victoria? ¿O acaso, nuestro patológico sistema político desconocería una vez más (ya lo hizo con la reforma constitucional en 2007) el dictado de la mayoría y adelantaría otra ruptura constitucional para mantenerse en la cima del Estado?

Pudiera también y simulando el chavomadurismomilitarismocastrismoideologismo, el apego a la norma, reconocer el triunfo y luego, ocupante por interpósitas personas de los poderes públicos, hacer nugatorio el traspaso del mando, entorpeciendo, demorando, comprometiendo el giro que implica el resultado adverso para ellos y que en la decisión del pueblo soberano está implícito; la renovación de autoridades y el abordaje de una nueva estrategia de conducción y manejo de la cosa pública y entonces, por el juego aporético de la circunstancia, mantendrían el orden establecido, ya ilegítimo pero pretencioso de su legalidad.

La paz de la guerra, pudiera caber una suerte de oxímoron, para describir la fenomenología que estaría presente, si no somos unos y otros capaces de entender y asumir de lo que se trata históricamente ahora y luego de un período de 25 años de predominancia de los que hoy gobiernan y que debe por el bien de la república, de la nación, por el sagrado mandato soberano, ponérsele fin, facilitando pacíficamente la alternatividad que como un valor fundamental se postula en el Capítulo primero, Principios fundamentales, artículo 6 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

La democracia está en juego y la república también. Es más, tenemos ante nosotros un conflicto entre dos fuerzas que se oponen, una de las cuales amenaza con recurrir a la violencia, al negarse a aceptar el veredicto popular y desde luego, tornarse intransigente y desafiarlo todo.

Benjamín Constant nos enseñó la importancia de las formas y el gravamen que podía traer desconocer la paz ciudadana y pasar gobernando de la legalidad a la ruptura de esta. Formalizarse como autocracia, autoritarismo, despotismo, tiranía o dictadura no le ofrece nada bueno al país.

Mi profesor y amigo Allan Brewer Carías, en paralelo, lo resume así: “El momento constituyente”, para dejar claro que es en estos escenarios que insurge desde el espíritu de la nación la fuerza modeladora que, interpretando la contingencia, sabedora de que urge avanzar, dispone la transformación de las formas y acomete la de la organización política para soliviantar el orden y traer otro en su lugar.

No obstante, es menester advertir que los procesos constituyentes pueden ser y traer tensiones y forcejeos delicados y cruciales, por lo cual, ateniéndonos a la sensatez que le debemos a nuestra gente, optemos por negociar una secuencia que preserve la decisión soberana y que nos acerque a todos, unos y otros, al objetivo de resolver entre compatriotas el asunto que tenemos entre manos. Lo contrario nos lleva a asumir la política como tragedia. ¿Es eso lo conveniente?

Ni por las buenas ni por las malas, no es lo inteligente ni lo cónsono con el deber ciudadano. Hay que, eso sí, disponerse a encontrar en la racionalidad, en el patriotismo y en el compromiso democrático un acuerdo que dé piso a una convivencia sostenible.

Por allí, se oye decir, anda la propuesta que los presidentes de Colombia y Brasil han estado conversando para ayudar a Venezuela a salir del atolladero histórico en que estamos metidos y que nadie puede, en su sano juicio, dejar de admitir. Consideremos cualquier idea que pueda en la eventualidad permitir el traspaso de mando de unas manos a otras sin derramamiento de sangre, como diría Karl Popper

La elección se acerca y con ella la hora de la verdad. Cada cual que asuma su responsabilidad y el pueblo que quiere el cambio la suya y si pierden los que quieren la continuidad que acepten el resultado.

Ya nos dijo una vez Francisco de Goya y con esto concluyo: “El sueño de la razón engendra monstruos”.

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