COLUMNISTA

Venezuela en el contexto mundial

por Adolfo P. Salgueiro Adolfo P. Salgueiro

El mundo se está complicando y el entorno cercano –el vecindario– no escapa de esa tendencia. En Colombia el presidente Duque parece estar perdiendo al amplio apoyo que disfrutó en las primeras semanas de su gestión. Las medidas duras, pero serias, que está tomando no son compatibles con el favoritismo popular. Lo mismo ocurre a Macri, quien ya va transitando con el sol a sus espaldas ante un proceso de elección presidencial prevista para el año que viene. Las fuertes rectificaciones de rumbo que tuvo que encarar el presidente de Argentina fueron comprendidas hasta la hora de la mitad de su mandato, cuando pudo mantener unas dosis de apoyo que le permitiera la gobernabilidad aunque fuese menguada.

Desafortunadamente para Macri las realidades no estuvieron a la altura de las promesas, especialmente en lo económico, por cuya razón la continuidad de su proyecto político se ve amenazada nada menos que por el populismo más primitivo, corrupto e ineficiente liderado por Cristina Kirchner. ¡Dios libre a Argentina del retorno de esa plaga!

El Brasil de Bolsonaro, cuya victoria fue muy celebrada por la oposición venezolana, asoma ya algunas tendencias que anuncian dificultades. El ex capitán juguetea con la idea de retirarse de Mercosur; dice que va a privilegiar las concertaciones bilaterales por encima de las grupales y su visión ultraliberal de la economía, puesta en manos de sus Chicago Boys, presagia tiempos difíciles para la relación con los movimientos sindicales y sociales que en aquel país tienen fuerza apreciable.

No se diga México, donde los primeros signos iniciales de una transición razonablemente tranquila van desapareciendo día a día a medida que López Obrador descubre cuáles son sus verdaderas intenciones que, por otra parte, no deberían sorprender a nadie ya que AMLO siempre ha sido un antiliberal aun cuando no pueden desconocerse sus antecedentes democráticos.

La anunciada bienvenida a Maduro para su inauguración más su avisado retiro del Grupo de Lima ya indican un giro que bien poco favorecerá a la causa venezolana de retorno a la democracia.

En el norte, míster Trump viene dando señales de su mayor interés por los negocios de las empresas de su país –y posiblemente las propias también– por encima de la sostenida posición estadounidense favorecedora de los principios democráticos. El polémico tuitero acaba de anunciar que poco o nada le importa que el mandamás de Arabia Saudita haya ordenado asesinar a un periodista opositor porque si lo castiga corren riesgo importantes contratos que favorecen a empresas estadounidenses. Las sanciones –por lo que se ve– son para los pendejos y/o los que no influyen en las cotizaciones de la Bolsa neoyorquina. Vale la pena tomar nota.

En Europa, el Brexit no termina de cuajar. El acuerdo que está en sus borradores finales aún debe ser aprobado por el Parlamento británico y por los de los 27 restantes miembros de la Unión. En el camino, seguramente la primera ministra Theresa May podrá perder su cargo.

Italia, pintoresca como siempre, está dando la cómica con sus compromisos ante la Unión Europea al rehusarse a presentar un presupuesto acorde con los cánones convenidos en forma comunitaria. Ellos quieren seguir dentro del euro, dentro de la Unión, pero sin dejar la manguangua de un Estado benefactor que quiere ser generoso más allá que lo que el bolsillo le permite. ¿De dónde habremos nosotros, los venezolanos, aprendido esas malas mañas?

En Yemen, la guerra librada entre apoderados (Arabia Saudita, del lado del gobierno, e Irán, del lado de los rebeldes hutíes) ya ha causado una debacle humanitaria ante la cual palidece la que vivimos los venezolanos, sin que nadie pueda cantar victoria y sin que a nadie parezca importarle mucho el desenlace con tal de que no sea contagioso.

Entretanto China ya ha asomado su tradicional y milenaria vocación imperial aspirando a proyectarse ilegalmente en áreas libres de los mares que bañan el Asia Suroriental, sin que nadie se atreva a plantarle cara.

No se trata en estas líneas de ofrecer un balance completo, sino apenas un pantallazo que ilustre el punto de que las grandes potencias –igual que en la Guerra Fría– están en su juego geopolítico de procurar su predominancia global. En ese ajedrez hay potencias medias (reinas), fichas versátiles (alfiles), tarifados (torres) y un poco de pendejos en la línea del frente. Entre estos últimos estamos nosotros, mientras nuestros “próceres” creen que juegan en Grandes Ligas cuando lo cierto es que apenas, si con suerte, ¡militamos en la Liga de los Criollitos!

Por todo eso –y mucho más– es que los venezolanos, fregados y todo como estamos, tenemos que estar claros que nuestra tragedia –si acaso– es regional porque afecta negativamente al vecindario, pero la solución corre solamente por cuenta nuestra. Así de sencillo.