Lo que no causó el terremoto de magnitud 7,3, que tuvo como epicentro el oriente del país, lo causó el llamado plan económico anunciado por el régimen madurista hace apenas unos días. Se trata de un verdadero movimiento telúrico cuya onda expansiva amenaza con destruir todos los sectores de la economía nacional que se mantenían en pie, y de enterrar en la más profunda miseria y ruina al pueblo venezolano. Como quien asiste al derrumbe de un edificio, apenas estamos viendo la nube de polvo y escombros, pero más allá de eso no es posible cuantificar las pérdidas; lo que sí comenzamos a ver son más desempleados, comercios que cierran, empresas que se van del país, esto sin que entren aún en vigencia todas las medidas anunciadas.
Las bases de la economía venezolana ya eran de barro; 20 años de controles y restricciones nos han dejado totalmente desprotegidos sin las más mínimas garantías para afrontar siquiera un ventarrón. Vivimos prácticamente a la intemperie, con unos números macroeconómicos que ni la Siria en guerra tiene. Somos el mayor desastre de los últimos tiempos y esto amenaza con convertirse en el mayor desastre económico en la historia de la humanidad.
No hay duda de lo que se busca al final de cuentas es de exterminar las pocas fuentes de empleo estables e independientes que quedan en Venezuela, legitimando el saqueo y legalizando el robo. Turbas hambrientas se convierten en víctimas de sus miedos y cómplices del plan de arrase total dirigido macabramente desde el poder. Lo que no entienden es que quizás lo que logren conseguir hoy les sacie el hambre, pero esta volverá y cuando regrese no habrá nada más que robar.
El plan último es que todos nos arrodillemos al sistema, que tengamos un código de barra en el cuello en el que ellos tengan el control no solo de todos nuestros datos, sino de nuestra voluntad. Es la república de bono, de la trampa, de la mendicidad. Si fuese tan fácil vender a pérdida como ellos exigen a los comerciantes, el precio del petróleo sería impuesto por los compradores y no por quienes lo producen.
Sí, es innegable que hoy pareciera que nada queda en pie y ese es el objetivo último, pero como ha sido siempre en la historia, hasta los pueblos más devastados reescriben su historia levantando piedra sobre piedra, recomenzando para no volver a repetir viejos errores.
La reconstrucción nos espera, pero necesita de nosotros grandes sacrificios; quizás sean nuestros hijos quienes podrán ver el país que siempre soñamos. Estoy seguro de que cada uno estará orgulloso de esa herencia, trabajada con esfuerzo y amor por Venezuela, la democracia y la libertad.
@Brianfincheltub