La tortura rima con dictadura y no es casualidad. Esta práctica cruel e inhumana está profundamente liada a la historia de los regímenes militares más sanguinarios de Latinoamérica. Hoy, cuando las dictaduras en nuestra región son parte del pasado, Venezuela marcha en el sentido contrario, convirtiéndose en Estado forajido en el que la tortura, las desapariciones forzadas y las ejecuciones extrajudiciales son la regla. Para desdicha de los venezolanos, esto no es algo nuevo, es lo que ha sido denunciado durante años por las organizaciones defensoras de los derechos humanos y finalmente esta semana, confirmado por las Naciones Unidas en voz de la alta comisionada de los derechos humanos, Michelle Bachelet.
El chavismo tiene veinte años torturando, desapareciendo y matando, solo que antes el mundo guardaba silencio porque la diplomacia petrolera tenía el poder de nublar los ojos de algunos ex presidentes quienes, frente a la tragedia nacional, preferían mantenerse al margen, poniendo como excusa el famoso cuento del “respeto a los asuntos internos de Venezuela”. Lo que vivimos en la actualidad es quizás la consecuencia directa de tanta complicidad, el régimen chavista se sintió inmune y avanzó hasta los niveles de hoy en día, cuando lanzan a presos políticos de edificios, les aplican descargas eléctricas, los aíslan en celdas llamadas La Tumba, los cuelgan durante días de sus brazos, los golpean hasta reventarles los órganos, los vulneran sexualmente sin distinción entre hombres y mujeres. Es la única fábrica que funciona en manos del Estado: la fábrica de la bestialidad.
Lo peor es que los torturadores de estos tiempos son los mismos que en en el pasado recorrían las salas de redacción de los periódicos buscando que le dieran un espacio para denunciar violaciones de los derechos humanos. Los torturadores de hoy son los mismos que crecieron restregándole a un país que su padre había sido asesinado en los calabozos de la policía política y que la sociedad venezolana estaba en deuda con ellos, una deuda que al parecer se cobran con sangre y venganza. No hay nada más vomitivo que traicionar tus orígenes, que la gente te haya conocido por ser “humanista” durante toda tu vida para que termines siendo un encubridor de asesinados. No hay nada más absurdo que haber denunciado durante años ser víctima de la represión del Estado y sentir placer por dejar huérfanos y viudas a hijos y esposas de militares que el único delito que han cometido es tratar de rescatar la institucionalidad en nuestro país.
Véanse al espejo, vean sus rostros y recuerden lo que una vez decían ser. No son más que lo que una vez dijeron condenar. Es más, superaron cualquier exceso que pudo haberse cometido durante la democracia venezolana. Ustedes no solo torturan y matan, sino que disfrutan haciéndolo. Llegaron al poder con un solo propósito: sacar lo peor de ustedes. Quizás siempre fueron así y siempre engañaron a la gente. Son ustedes los padres de la desvergüenza, los máximos representantes del sadismo del siglo XXI.
@BrianFincheltub