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Quien no vote se convierte en madurista

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No está fácil vencer la maquinaria del madurismo. Más aún cuando se espera que utilizando los recursos del Estado intente a través del mal llamado “carnet de la patria” comprar las conciencias de un máximo de 6 millones de votantes (que es su techo electoral) otorgando un “bono patriota” con recursos del Estado que oscilaría entre 4 millones y 8 millones de bolívares para quienes demuestren su “lealtad revolucionaria” en favor, según ellos, del “mejor gobierno de la historia en Venezuela”, es decir, votando por Maduro.

El madurismo sabe que en 2017 apenas logró superar la barrera de los 5,6 millones de votos en las elecciones regionales, y que los resultados de las elecciones municipales fueron inflados cuando dijeron que fueron más de 6 millones de personas a votar, al igual que los “8 millones de votos” que obtuvo la ilegal e ilegítima “constituyente”, cuyos resultados, por cierto, nunca fueron publicados por el Consejo Nacional Electoral.

El gran problema que tiene la oposición es que intenta ser un solo bloque, pero resulta que los abstencionistas terminan siendo los grandes aliados del madurismo, porque gracias a ese reducido espacio que se sitúa entre 10% y 15% en diversas regiones, no votar se convierte en una actitud electoral ampliamente motorizada por los propios panegíricos y zascandiles afectos al gobierno, quienes son los primeros en decir que el voto como instrumento de lucha política no funciona para derrotar a las huestes que controlan Miraflores.

Ese grupo de abstencionistas radicales en donde existen ciudadanos que merecen todo nuestro respeto, lamentablemente está encabezado por María Corina Machado, quien ha sido un factor divisionista contra quienes adversamos a Maduro. Ella, no tengo dudas de ningún tipo, es una infiltrada en las filas de la oposición en favor del gobierno.

¿Y por qué decimos lo anterior? Es sencillo. No solo hay que recordar dónde está Ricardo Sánchez, quien fuera su “suplente” en los tiempos en que María Corina Machado fuera parlamentaria, sino que son públicas y notorias con sendas sonrisas, sus imágenes con los malandros del lenguaje que desvían la ortografía y la conducta desde Venezolana de Televisión. Además, si María Corina Machado estuvo comandando las protestas de calle en 2014 y 2017 en las cuales hubo cientos de muertos, cómo se justifica que Leopoldo López esté preso y condenado, mientras otro grupo de ciudadanos, incluidos adolescentes, están detenidos en las mazmorras del “Helicoide”, en algunos casos sin juicio, mientras otros que tienen hasta órdenes de excarcelación judicial aún se encuentren privados de libertad.

La oposición ha sido hipócrita cuando no ha terminado de deslastrarse de María Corina Machado como parte de su grupo. No solo es que ella representa el extremo radicalismo que tanto se le critica al gobierno, sino que, en esencia, es una mujer que jamás ha pisado un barrio de extrema pobreza, o conocer in situ las necesidades de un pueblo, porque ella siempre lo ha tenido todo, al ser una privilegiada del linaje familiar, como suele llamar a su estirpe en sus reuniones privadas.

El país se encuentra al borde de una guerra civil. El hecho de ir a votar ese 20 de mayo hablando con mucha responsabilidad y sindéresis, no legitima a Maduro, en el peor de los resultados. Por el contrario, lo potencia en términos de abstención porque sabe que es minoría en todo el universo electoral, incluso entre esos 6 millones que están identificados con el “carnet de la patria”, porque, según nuestros propios análisis, existe cuando menos un 30% de esa población integrada por funcionarios públicos o personas que fueron obligadas a registrarse con la susodicha identificación madurista, o bien para seguir estando en la nómina del Estado, a pesar de un malogrado salario, o para mantener alguna prebenda o “beneficio” derivado de lo que han llamado “misiones”, pero que, en la praxis, apenas si les permite comer por uno o dos días si es un “bono”, o poder dormir bajo un “techo” aunque la nevera y el estómago estén vacíos.

Si en el marco de un universo electoral de 20 millones de votantes, restamos un 20% que históricamente no vota, nos quedaría un aproximado de 16 millones de electores, de los cuales si aplicamos el principio del conservatismo, podemos restar otros 4 millones (entre los cuales, obviamente existen abstencionistas históricos) que son parte del éxodo de venezolanos que ahora están en otras latitudes, tendríamos unos 12 millones de posibles votantes, los cuales si salieran a votar por una candidatura única opositora (que sería indispensable), tampoco tengo dudas que Maduro apenas llegaría a unos 5 millones de votos, perdiendo con su rival entre 1,5 y 2 millones de votos de diferencia.

No votar en las elecciones del 20 de mayo convierte en maduristas a quienes se abstengan. Puede ser que no me guste la candidatura que tenga más opción en el campo opositor, pero entre esta y Maduro, considero que tenemos la oportunidad de extirpar el tumor que tanto daño le está haciendo a Venezuela, y no hacerlo en esta oportunidad, simplemente terminará por asesinar lo que nos queda de país.

Mi conciencia y pensamiento sobre lo mejor que puede ocurrirle a Venezuela es salir de Maduro. No podemos perder el derecho del voto, independientemente de las trabas, obstáculos y zancadillas que nos ha colocado el madurismo, incluyendo el abusivo ventajismo electoral, pero en el fondo no puede ser racional que un individuo gane una elección presidencial, cuando ha sido el responsable del hambre, la pobreza, la miseria, la hiperinflación, el colapso de los servicios públicos, la multiplicación de la delincuencia, la corrupción, la quiebra de la industria petrolera, el desmadre de la administración pública y, por si fuera poco, la muerte de venezolanos, sin importar que sean niños, en las puertas de los hospitales.

Tenemos en nuestras manos el poder del voto. Soy un convencido de que podemos cambiar esta realidad. No votar este 20 de mayo me hará madurista, y no voy a sumarme a la comparsa que contribuya con la destrucción de Venezuela.

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