La mayoría de los hogares venezolanos, hoy sin distingo de estrato social, tiene un miembro fuera del país. Algo impensable hace veinte años, cuando con todos los defectos de nuestra democracia todavía recibíamos inmigrantes que seguían viendo en Venezuela quizás lo que muchos no fueron capaces de ver, valorar y cuidar. Nadie sabe a ciencia cierta cuántos hermanos han tenido que salir de nuestras fronteras, la desbandada continúa y con el tiempo lamentablemente pareciera que será no solo más dramática, sino más precaria.
Quienes aquí seguimos por terquedad, convicciones o imposibilidad de salir, vemos cómo una de las primeras economías petroleras del mundo transita con una trágica rapidez hacía una economía de remesas, es decir, una nación donde millones sobreviven de lo que sus familiares en el exterior le logran enviar para que cubran sus necesidades básicas.
Usted pregunte a un conocido y encontrará la misma respuesta. Profesores universitarios, médicos, ingenieros con posgrados, jubilados, que nos dicen de manera casi unánime: “Si no fuera por mis hijos afuera no comiéramos”. Tal es la cifra que representa lo enviado, que en círculos del gobierno crece cada vez más la idea de monopolizar el envío de remesas.
A estos hermanos venezolanos, que desde afuera no solo salvan a sus familiares del hambre sino también de mengua a causa de la escasez de medicamentos en el país, son los que con burlas el poder quiso manchar esta semana, como si el trabajo y el esfuerzo deshonraran.
Cada venezolano que con los pies afuera pero la cabeza y el corazón en Venezuela contribuye a que nuestro gentilicio sea sinónimo de profesionalismo, responsabilidad y respeto, construye país esté donde esté y haga el trabajo que haga, así sea lavar pocetas. Al final, hay muchas que están más limpias que algunas conciencias.
@Brianfincheltub
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