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“There’s a fine line between fishing and just standing on the shore like an idiot”. (Steven Wright)
El mundo de verdad es una mentira. Hoy en día lo que ocurre en la vida se muestra en una pantalla de televisión, un ordenador o un smartphone. El mundo virtual-recuerde Second Life- suele arreglar las cosas desde un teclado conectado a internet. Hoy en día, las redes sociales y las opiniones vertidas en ellas parecen gobernar a la sociedad global.
A este lado del Atlántico el gremio de profesores estuvo revuelto después de leer la declaración, cuando menos llamativa, de la ministra de Educación, Isabel Celaá sobre la enseñanza.
Celaá inauguraba el III Congreso de Educación Exducere celebrado en Toledo durante los días 1 y 2 de febrero de este año. Los ponentes y profesores de enseñanzas no universitarias participaron en el congreso con ideas y opiniones acerca de cómo educar al alumnado cuidando las emociones, protegiendo la igualdad de género y sin perder el sentido del humor. En ese contexto de positivismo y buen rollo, la ministra publicaba en Twitter una peculiar reflexión. Da la impresión de que prioriza la actitud –la buena actitud– sobre los contenidos. No sé, a lo mejor yo lo he entendido mal.
“Enseñar es un largo proceso de ensayo y error donde importan más las actitudes que los contenidos, y vosotros y vosotras, docentes, sois el alma del centro educativo. Gracias por vuestra acogida en el Congreso #Exducere.”- (Isabel Celaá, @CelaaIsabel – 1 de febrero).
La verdad es que solo se trata de un tuit, pero como escribía ahí arriba, hoy en día somos lo que somos a partir del espejismo de la realidad paralela de las redes sociales. Nadie nos obliga a escribir nada. Uno es libre de decir lo que le venga en gana y opinar libremente. La persona responsable de Educación también.
Releo la reflexión recogida en el tuit de Celaá y me pregunto si estaba dirigiéndose al profesorado en lugar de referirse a los alumnos. Probablemente el pensamiento contenido en esas dos líneas encierra un contexto diferente y más amplio que se nos escapa.
La buena intención del alumno no basta para aprender. La actitud positiva del profesor no es suficiente para enseñar. He conocido a alumnos callados, aparentemente interesados en clase, que finalmente no demostraron haber entendido mucho. No he conocido, sin embargo, a profesores que no quisieran enseñar su asignatura a toda costa, y esto se hace volcando contenidos, entre otras cosas. La actitud importa, pero los contenidos importan más. Sin contenidos ni materia la educación pierde todo sentido. De vez en cuando conviene recordar aquella frase de Steven Wright sobre el pescador y el pasmado que decía: “Existe una fina línea que separa al pescador del hombre que está en la orilla de pie sin hacer nada, como un idiota”