La mayoría de quienes me leen conocen mi militancia política, pero este artículo no lo escribo como miembro de un partido político, sino como un venezolano más que hoy se permite plasmar su sentimiento de preocupación por el actual estado de inacción y deriva que viven los sectores democráticos opositores, frente a esta ola arrasadora llamada “revolución” que no se detiene en su proceso de destrucción del país. Todos sabemos lo difícil que es hacer política en Venezuela, en estos largos veinte años se pierde la cuenta de dirigentes presos, perseguidos y obligados a irse al exilio. Pero si la cacería de brujas contra la oposición es preocupante la tragedia que vive la población es desesperante, son más de cuatro millones de venezolanos que han tenido que escapar del hambre, de la delincuencia y la ruina socialista, son millones los que tratan de sobrevivir aquí para no unirse a la lista de los miles y miles de asesinados por el hampa común y política, por la falta de medicinas, por la crisis de la salud, de infraestructura, por la ineficiencia y por la corrupción.
Quienes elegimos hacer política en estas condiciones, lo hicimos conociendo de antemano los riesgos a los que nos exponíamos, indudablemente nos hemos quedado cortos, pero precisamente por ello las actuales condiciones demandan una dirigencia mucho más comprometida, mucho más articulada, mucho más creativa. La gente no espera de sus líderes excusas ni mucho menos silencio, espera conducción en momentos donde, como ahora, impera un sentimiento de orfandad que precisamente ha llevado a la gente a sumergirse en una profunda desesperanza de la cual también los líderes opositores tienen su cuota de responsabilidad. Solo imaginen lo qué pasa por la cabeza del venezolano de a pie cuando va al mercado, que vive sin luz, sin agua, sin paz, al ver una dirigencia política dinamitada, con agendas personales, donde sobran los egos y los personalismos pero no hay una agenda común. A esa gente a parte de todo lo que les falta se le suma la ausencia de razones para creer que es posible salir de esta crisis con la actual oposición. Son huérfanos de certeza y confianza en el futuro y de eso no es responsable el gobierno que jamás ha generado eso, es responsable la dirigencia opositora.
El momento actual amerita que se dejen de lados las rencillas personales, el verdadero líder antepone el interés general a su propio interés. La oposición necesita hacer frente común a lo que vive nuestra nación pero sobre todo convertirse en alternativa creíble a todo este desastre. Solo piensen en una transición, un país destruido institucional y económicamente, con un gobierno de facciones que se disputan entre sí por egos personales y viejos pleitos de personalismos, es evidente que un gobierno así no duraría ni un mes en el poder. No solo la gente se da cuenta de eso, sino también la comunidad internacional que no ve estabilidad en las fuerzas democráticas.
En perfecto venezolano: o corren o se encaraman. La situación nacional se ha vuelto insoportable para la mayoría empobrecida y golpeada por una crisis sin precedentes en nuestra historia. Es hora de levantarse del letargo y levantar al pueblo que aspira a recuperar su dignidad. Venezuela tiene que triunfar y eso solo lo vamos a lograr unidos.