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Navidad venezolana 2018

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Hay dos realidades (no fantasías) cuya articulación el cristiano no percibe racionalmente de modo claro; la formula como verdad que lo trasciende. Al fin y al cabo, Dios y su creatura se mueven a niveles radicalmente distintos. Así: Cristo es Señor de la historia y, sin embargo, esta constituye tarea de nuestra libertad, por cuanto Dios creó al ser humano libre, protagonista, responsable.

Suena entonces paradójico, pero verdadero: hay que pedir a Dios la paz y al mismo tiempo empeñarnos en establecerla. Un milenario lema benedictino acertadamente dice: ora et labora (reza y trabaja). En este sentido, rezar por la salud no dispensa de acudir al médico. De igual manera, en el hoy venezolano debemos pedir mucho al Altísimo nos conceda un cambio de dirección política y al mismo tiempo conjugar nuestros esfuerzos para lograr un gobierno de transición.

La Navidad venezolana de este 2018 es un tiempo particularmente oportuno para reflexionar y actuar respecto de la configuración y orientación que hemos de dar a la convivencia nacional, dado el desastre en que nos encontramos y la fractura y divisiones que experimenta el cuerpo de la nación, como efecto, fundamentalmente, de un proyecto político-ideológico inhumano, comunista, totalitario.

Hay dos textos bíblicos sumamente iluminadores sobre el plan definitivo divino sobre la historia, el cual traza por consiguiente el horizonte hacia el que la humanidad ha de dirigir sus pasos. Se trata de dos mensajes mesiánicos del profeta Isaías, personaje clave para el pueblo de Israel y que los cristianos recordamos de modo especial en este tiempo preparatorio de la Navidad. Son los contenidos en el libro de este profeta en los capítulos 2 (versículo 4) y 11 (versículos 6-9).

El primero dice así: “Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas”. Y el segundo: “Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra está llena del conocimiento de Yahveh”.

Así dibuja el profeta Isaías los tiempos últimos, mesiánicos, en que la humanidad estará penetrada del conocimiento de Dios. En lenguaje bíblico “conocimiento” no es solo algo cognoscitivo, gnoseológico, sino que entraña reconocimiento, adhesión, unión. Por cierto, el papa Francisco en su encíclica ecológica, Laudato Si’, en la perspectiva de san Francisco de Asís, habla de una comunión universal como gran plan de Dios, que entraña una profunda unión del ser humano con la naturaleza. Ser humano cuya más honda y definitiva vocación es la comunión con la Trinidad Divina.

Esta Navidad, celebración del nacimiento del “Príncipe de la Paz” (Isaías 9, 6) que viene a traer paz a los hombres amados de Dios (ver Lc 2, 14), encuentra a nuestra Venezuela envuelta en grave conflicto. Al país se lo quiere dividir en “revolucionarios” y “traidores a la patria”; también se lo está despoblando por carencias culpables y abundante represión. El régimen destruye, divide, discrimina y encarcela para poder dominar más fácilmente a un pueblo cuyo ejercicio de soberanía ha usurpado. Navidad 2018 se plantea así, de manera urgente y obligante, como compromiso ciudadano por el restablecimiento de la paz en libertad-progreso-solidaridad-democracia-fraternidad. Algo que debemos pedir con fervor a Dios y trabajar de modo persistente.

Hemos de hacer de nuestra Venezuela, mediante una positiva transición política, un verdadero ámbito de paz, compartir, encuentro nacional; la profecía de Isaías ha de inspirar nuestra acción para reconstruir el país como casa común de todos los venezolanos. Casa multicolor y polifónica en que todos podamos tener y expresar nuestras convicciones y contribuir corresponsablemente al bien común.

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