A lo largo de los últimos años, desde 2014 hasta la actualidad, es justo decir que la causa de la libertad en Venezuela ha tenido una secuencia de logros en lo internacional. Por ello, los venezolanos nos acostumbramos a esa sensación dulce amarga de saber, por una parte, que por fin estábamos en la boca de las grandes potencias y éramos un tema en los foros mundiales; pero, por otra, estar conscientes de que tal atención se derivó de los dolores y derrotas que, si algo demostraban, es que en lo doméstico no había solución alguna para nosotros.
Ahora bien, lo que en la conjetura actual cabe preguntarse es si seguimos en las mismas del pasado o no. Si lo que estamos viendo son puros saludos a la bandera que no cambian nada de fondo o, puesto con mejor tono, si la comunidad internacional es, en nuestro caso, lo que ha sido en muchas tragedias humanitarias: una testigo preocupada, pero impotente en cuanto a lo que acciones se refiere.
Como todas las cosas venezolanas, la respuesta a tal cuestión puede ser un poco complicada. Sin embargo, podemos empezar con el hecho de que la humanidad, entiéndase las naciones civilizadas y democráticas del mundo, sí nos falló. Nos falló en tanto, como bien lo dijo el excelso Luis Almagro, se permitió que el horror se prolongara hasta este punto en el que tristemente aún nos matan, torturan y vejan.
Habiendo dicho eso y considerando lo tan predecible que es la referida clase de desidia en las relaciones internacionales (recordemos a casos como los de Uganda, Camboya y Bosnia), puede decirse que nadie pudo esperar el cambio tan radical de dirección que ha tenido el mundo en cuanto a Venezuela. En lo que va del año 2019 hemos visto a la comunidad internacional, que solía rogarle al régimen que dejará de ser tan sanguinario y desastroso, transformarse en un movimiento inquisidor que lo tiene asediado.
Y así es cómo la humanidad, cuyas posiciones nos parecían un mero consuelo, pasó de ser un mero observador de nuestra tragedia a ser parte integral de su solución. De esto no se puede dudar bajo ningún concepto, pues en el transcurso de estos 20 años nunca habíamos visto al régimen tan incapacitado como lo vemos ahora.
Para dar un ejemplo, pongámonos a pensar cómo es que una tiranía conocida por perseguir y encarcelar a sus enemigos, de repente, así como si hubiese sido de la noche a la mañana, no se atreve a tocarle un pelo al presidente encargado Juan Guaidó. Todos hemos presenciado tal contraste y, por ende, hemos sentido el éxtasis de ver cómo el régimen que infundió terror en nosotros ahora no puede hacer más que emitir declaraciones bufas.
Esto lo digo sabiendo que todavía hay muchos venezolanos siendo lastimados por esa bestia moribunda que es el régimen, pero debo puntualizar que el punto es el mismo: la comunidad internacional, a través de las crecientes sanciones y la amenaza creíble del uso de la fuerza, ha blindado la causa venezolana. Los matones saben que sus riquezas mal habidas están detectadas, que su libertad de movimiento está restringida, que no pueden robarnos más y, encima de estos elementos, que están rodeados por los cuatro costados.
De una forma u otra, la situación actual es bien irónica. Gracias a las naciones civilizadas hoy el régimen se siente tal como él nos ha hecho sentir en estas décadas: perseguidos, quebrados y perennemente amenazados. Gracias al poderío extranjero, los venezolanos estamos viendo lo que yace detrás de la fachada del gran monstruo rojo: una caterva de cobardes que solo son buenos para hostigar al hambriento y asesinar al desarmado.
Pero eso se está acabando. El pueblo venezolano ya no está solo, pues nuestra causa ha sido adoptada por el mundo civilizado y este ha emitido su dictamen:
“Venezuela volverá a ser democrática”..
Tanto será así que los venezolanos reconocen tal proclama como el desenlace evidente e inevitable. En la calle se oye claramente que nuestra tragedia está por terminarse y eso es un reflejo de la sabiduría popular. Si a algunos entre nosotros todavía le quedan dudas al respecto, les recomiendo que se olviden de los errores del pasado, de los traidores a la causa y las estrategias fracasadas. La causa venezolana es ahora mundial, vean hacia afuera y no les temblará el pulso cuando reafirmen que esta vez no hay vuelta atrás.