“Walking is the first thing an infant wants to do and the last thing an old person wants to give up” (John Butcher) (1)
Acababa de estacionar mi vehículo en una calle tranquila. Esa mañana había quedado con mi hermano para tomar un refresco en la terraza de un café si hacía buen tiempo. Y la verdad es que tuvimos suerte porque era un día soleado. Estábamos en agosto y, obsesionado como estoy por aparcar siempre que puedo el auto a la sombra, lo monté un poco en la acera. Hice un giro de muñeca hasta desmayar la voz de la radio en un clic metálico y cerré la ventanilla de mi lado dándole vuelta a la manivela. Finalmente puse la llave del motor en la posición de apagado del escarabajo.(2)
Antes de apearme del Volkswagen miré hacia atrás y vi a unos tipos parados junto a un paso de cebra. No parecían tener la intención de cruzar la calle. Iban bien trajeados los cuatro. Fue curioso ver a un par de fotógrafos, focos encendidos a plena luz del día (eran alrededor de las 11:30 am) y tres parasoles enormes. Me quedé quieto. Reaccioné después y me bajé para buscar la sombra al lado de mi automóvil. Hacía calor. Me quedé pegado a los árboles de la calle. Desde aquí solo veía el fondo de Abbey Road. Los peatones estaban a punto de hacer algo. Quise saber qué estaba pasando. Y justo en ese instante uno de ellos me sonrió. Le devolví la sonrisa y me apuró quedarme a mirar, así que me di la vuelta para fingir que ya me iba. Mi hermano me esperaba. Pero no pude largarme. Allí estaba pasando algo o algo raro estaba a punto de ocurrir. No reconocí a ninguno de los hombres trajeados. Tendrían unos treinta y pocos años. Pensé que a lo mejor eran actores de Hollywood. Por lo que me llegó de sus voces, el acento no parecía extranjero. Yo diría que era británico, de la zona del noroeste, Lancaster o Preston. No sé, no estaba seguro.
Se acercaron algunos curiosos en un momento y se les notó a los cuatro que les incomodó la presencia de los transeúntes. Yo me fijé en el joven que me había sonreído y vi que iba descalzo. Se prepararon entonces los cuatro para cruzar la calle por el paso de peatones que tenían allí mismo. Uno detrás de otro, en fila india (una costumbre muy corriente en la isla) fueron marcando el paso. Inmediatamente se me ocurrió que se trataba de un anuncio sobre los buenos modales y el respeto a las normas de tráfico. Luego pensé que se quería concienciar a los ciudadanos británicos del valor de los peatones, un canto al caminante, me dije. Ya está, concluí que era la campaña a favor de la peatonalización progresiva del centro urbano de Londres. Durante semanas los periódicos hablaban del asunto de forma reiterada.
En fin, mientras desfilaban despacio por el paso de cebra, el equipo de técnicos y fotógrafos hicieron su trabajo. Nadie pareció dar importancia al hecho de que uno de los cuatro -el de la sonrisa amistosa- caminaba con el paso cambiado y sin zapatos. Yo no lograba entender la razón de esta extravagancia. Un caballero elegante tomó más de doce fotografías desde ambos lados de la calle, desde el suelo y desde todos los puntos imaginables. Yo juraría que también fotografió la parte trasera de mi Volkswagen.
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*(1) ”Caminar es la primera cosa que un niño desea y la última a la que quiere renunciar un hombre” (John Butcher).
(2) Ciertos Volkswagen se conocen con el nombre curioso de escarabajo por su forma. Además, el nombre de The Beatles según algunos críticos musicales deriva de “beetle” (escarabajo, en inglés).