Considerando cómo inició el año 2019, de veras no creí que iba a llegar a la mitad del año saturado por el asco. Debo admitir que, como el resto de los venezolanos, la esperanza tomó el control de mis sentidos, por lo que di concesiones e ignoré las señales; esas que indicaban que estábamos presenciando más de lo mismo: hipocresía, opacidad, muertos, torturados y los eslóganes que, al final del día, tratan de taparlo todo.
Parecer ser que este ciclo vicioso en el que estamos inmersos no lo detiene nadie. Simplemente se prolonga porque jamás nos cansaremos de soñar con el país posible, mientras que nuestros representantes, ni son tan representantes, ni son tan adversos al sistema.
Sin embargo, antes de que el show continúe o atestigüemos un nuevo borrón y cuenta nueva de la entonces Coordinadora Democrática, entonces Mesa de la Unidad Democrática, y, probablemente después de que Juan Guaidó colapse, el entonces Frente Amplio; quiero expresar algo sin reservas:
Todo este tiempo, la mayoría de nuestra “oposición” no ha sido tal y la redundancia en el fracaso no ha sido ni error, ni una perenne “mala leche”. Después de las mil y un negaciones, hay que admitirlo, el fracaso ha sido la estrategia. Así es, hemos subestimado reiteradamente el nivel de decadencia de la clase política.
La fetidez de la cloaca en la que estamos inmersos no tardará en llegar, más temprano que tarde, a las narices de la mayoría de los venezolanos de bien. Mientras tanto, quiero aprovechar para dar una variedad de advertencias, no por ser inmune al engaño, sino por haber caído tanto en él.
Querido lector, podrás denotar que el fracaso es la estrategia, cuando te percates de lo siguiente:
El dirigente o, de ser necesario, el intelectual que haga sus veces, será siempre un enemigo acérrimo de tu sentido común. Podrás ver que a Fernando Albán lo lanzan desde un décimo piso, que a Oscar Pérez y sus compatriotas los vuelan a pedazos con RPG, o que al capitán Rafael Acosta Arévalo lo matan a punta de torturas, pero ellos seguirán insistiendo en que dudes sobre tu manejo de la realidad y aceptes sus soluciones “políticas”.
El liderazgo categorizará a su propia duplicidad como una “táctica” y sostendrá que hay que “participar en todos los terrenos de lucha”. Lo cierto es que el terreno de lucha lo decide la severidad de la situación, no el arbitrio de quien participa. Es un mentiroso, además de incompetente, quien te diga que toda táctica es igual de eficaz y que, además, niegue que hay procedimientos que, sencillamente, se anulan entre sí. Por dar un ejemplo, no se puede proponer, por un lado, reincorporarse a un tratado de asistencia recíproca de naturaleza bélica, mientras que, por el otro, se va a dialogar en Europa o en el Caribe.
El “estratega político” dirá en ciertas ocasiones que “no hay que darle municiones al régimen” y, con ello, lo que realmente está sugiriendo es encubrir al felón o al corrupto solo por el hecho de estar “de nuestro lado”. Quien te mencione eso, no tiene menos mentalidad criminal que aquellos que adversamos y lo que está proponiendo es una asociación para delinquir, un contubernio y, en gran escala, una sociedad de alcahuetes.
La cúpula enarbolará la “unidad” como elemento fundamental de la lucha, pero, en la realidad, lo que practicará es la unidad de su cogollo. Quienes disientan serán categorizados como enemigos, agentes del castrocomunismo o divisionistas. Además, cada vez que convoquen a “todos los liderazgos”, de lo que estarán hablando es de sus colegas y simpatizantes. Notarás que, al igual que en el chavismo, el culto al líder es total y que habrán apologistas del fracaso por doquier.
El status quo afirmará que el problema “no es ideológico”, sino que es de carácter criminal. Aun así, desconocerán ese mismo carácter proponiendo, como se dijo anteriormente, “soluciones políticas”. Esta contradicción surgirá porque, en esencia, son proponentes de la socialdemocracia, cuya “implementación correcta” es el cambio del cual ellos hablan. Puesto en resumidas cuentas, mencionarán a la naturaleza delincuencial del régimen solo con el propósito de lavarle la cara a su ideología, cuando ha sido esa misma la que ha arruinado a la nación durante décadas.
Por último, presenciarás a líderes que jamás colocarán la culpa del fracaso sobre sí mismos. Todo lo contrario. Se victimizarán, harán recuento de las persecuciones que han sufrido y, como si fuese poco, te culparán a ti por pensar, discrepar y, por ende, no atender a convocatorias que ya sabes que no están llevando a nada distinto. Para ellos, el problema nunca serán sus planteamientos estratégicos, sino esa pobre gente que “no los entiende”.
Lo aquí expuesto es lo que de alguna forma u otra he presenciado durante más de una década. Estas advertencias no son más que un cúmulo de realidades que, por querer creer en la salvación nacional, no quise concientizar. Para mí, tal como para muchos otros, ser engañados y el por fin reconocerlo, genera una revelación muy dura sobre nuestros supuestos líderes. Solíamos creer que éramos los buenos contra los malos, los héroes contra los villanos y, a fin de cuentas, nos percatamos de que la integridad escasea, mientras que la falsedad abunda.
La síntesis de lo ilustrado en este artículo se traduce en grandes ironías. Tenemos una dirigencia que se afana de ser maestros de la política y la estrategia, pero de lo que menos saben es de alta política y, mucho menos, de estrategias efectivas. Tenemos un liderazgo que se llena la boca con la moral, pero son los primeros en afirmar que las necesidades políticas sobrepasan a las éticas. Estos líderes son aquellos que afirman que lo práctico dirige su accionar y sí que lo hace, pero no en pro de la liberación nacional, sino de la conservación de sus intereses.
Eso es lo que lo mayoría de la dirigencia actual es; líderes que hacen y deshacen, dicen y desdicen. Son tan cambiantes como las estaciones y tan confiables como los pronósticos meteorológicos, porque así es como son las cosas cuando se vive no de principios, sino de la conveniencia.
Si una esperanza queda es que la ciudadanía ya no es tonta, esta despertará y forzará la reorientación de la lucha. Creo que será así. Añoro que tengamos la oportunidad de probar que somos capaces de dar más, ser más y reflejarlo con líderes mejores.
Llegará el día en que cesará el fracaso. Estamos en la antesala de ello porque, como dice el verso de Pablo Neruda: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.
@jrvizca
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