No eliges dónde naces, pero si dónde vivir. Sobre todo en situaciones donde tu elección puede significar tu único recurso de supervivencia. En todo el mundo hay gente que deja su país, sea por trabajo, por estudio o proyecto personal, pero hay otros que se ven obligados a hacerlo porque prácticamente la tierra que los vio nacer los expulsa.
Irse o quedarse es una decisión personal, ninguna tiene más valor que la otra, quienes están afuera saben bien el esfuerzo que eso significa y quienes aquí seguimos somos fieles testigos de un país que no ha muerto por su recuerdo en nuestra memoria y añoranzas de reconstruirlo.
Toca recordar, por ejemplo, lo que implicaba antes graduarse, tener un título universitario, sobre todo para aquel que la educación representaba la única herencia que iba a recibir. La meta de un ingeniero era trabajar en Pdvsa, la de un periodista era trabajar en uno de los cientos de medios nacionales, la de un médico prepararse ejerciendo en un hospital venezolano. Eran grandes sueños que tenían siempre como protagonista a Venezuela, si se viajaba afuera era para regresar con el orgullo de quien viene convencido de que su aporte podía hacer mucho por su país. Lo de hoy lejos de esos sueños, parece más una pesadilla de la que te crees despertar pero sigues en ella.
Si por algo me duele lo que estamos viviendo es por quienes nacieron o tienen la mayoría de su vida en este sistema. Son ellos quienes no tienen la paciencia que quizás cierta clase política sí. Yo soy del grupo que sigue aquí, no porque quiera demostrar que soy más venezolano que el que se va. Sigo aquí porque todavía puedo elegir entre irme o quedarme, hay miles que no han tenido esa posibilidad. Mientras aquí continúe haré lo que pueda y desde donde pueda para que esa imagen de país que vive en mi memoria por el relato de mis padres y abuelos sea el reflejo de mis acciones. Seguimos por Venezuela.
@Brianfincheltub
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