COLUMNISTA

El acantilado del pensamiento como mirador perspicuo de frutos 

por Alejandra Jiménez Pomárico Alejandra Jiménez Pomárico

Esta semana fue propicia para meditar en diversidad de sustancias enriquecedoras de la vida. Me visualizaba desde lo alto de una cúspide como quien cuenta los frutos de sus terrenos y divisa aquellos que yacen en territorios ajenos. Podía ver materializadas las ganancias propias, según la naturaleza de ciertas asociaciones que las permiten, y me percataba que el punto de partida siempre será el acuerdo o pacto que sustenta la fructificación, hallada en mi propio monte de acuerdos internos y divinos, expectante de la gracia infinita que encierra la fructificación.

Como quien desciende por el acantilado del pensamiento, encontré que cuando se hace una asociación amable se obtiene fidelidad continua, y si se rebosa de alegría se descubre que Dios es juez justo. Al suscitarse golpes sorpresivos solo enfocando el cielo habrá paz, pero también en medio de mi festividad los ojos se alzan por sobre las cumbres; y cuando abriga la juventud, se poliniza una esencia. Bien sea en huertos propios o territorios ajenos, los frutos dependen más de las asociaciones involucradas que de las buenas intenciones en sí mismas.

No hace falta más que una vida movida de emociones, actividades, riesgos tomados y un sin número de acciones, para lograr divisar territorios repletos de frutos, unos de mejor sabor, olor y color que otros; pero todos reflejos perspicuos de la mentalidad propia de los individuos. Diáfanos parlantes de esencias y atentas singularidades que remiten luz y color o sustraen toda clase de brillo.

Si los frutos dependerán netamente de las asociaciones de las cuales se derivan, las mejores intenciones o pensamientos no serán la plataforma de enriquecimiento, sobre la cual puedan generarse, al contrario, sean buenas o malas las motivaciones subyacentes, una asociación correcta tarde o temprano generara el fruto correcto, con partición igualitaria de la corresponsabilidad distintiva en cuanto a la esencia. Por lo tanto, me atrevería a afirmar que procurar vinculaciones saludables y más convenientes es la clave para poblar el huerto de buenos frutos.

Estar apercibidos de cuáles son las conexiones beneficiosas a largo plazo en la vida, no es tarea fácil, depende de los resultados que se relejan en periodos cortos y medianos. Será entonces, donde se evidencie aquello que hace crecer, se ejercite todo lo que requiere perfeccionamiento, y se someta aquello que deba controlarse, para balancear el carácter conveniente que acompaña la madurez y responsabilidad que implica materializar cualquier cosa. Así, se cuidará y administrará en su justa medida, aquello sobre lo cual se tiene adeudo de lo contrario, surgirá maltrato y descuido propio de la ignorancia e inmadurez.

Mi huerto aun luce pequeño, comparado algunos imperios industrializados de fructificación de aquellos a quienes admiro por tan acérrima productividad. Sin embargo, me deleito en lo que parece un diminuto jardín, cada fruto ha sido esfuerzo, lágrimas y conscientes ensayos de ahínco o dominio propio, para procurar aspecto, sabor sustancia que resultan medicina a mi propia existencia y la casualidad con transeúntes o forasteros del camino.

@alelinssey20