A la autocracia habanera, como a casi toda dictadura, no le gustan las protestas en su contra. Sus gendarmes solo toleran manifestaciones que le beneficien para simular “una democracia de partido único” (como defendiera Federica Mogherini, alta comisionada de la Unión Europea), pero reprimen sin piedad, incluso asesinan sin el menor problema, a quien pueda poner en peligro la tranquila crisis en que gobiernan la isla.
Desde su nacimiento las Damas de Blanco han sido una piedra en la bota del castrismo, pues siempre se han opuesto a las falsas y criminales expresiones, como la de Mogherini, que entorpecen el camino a la libertad. Por 15 años las han apaleado, ultrajado, encarcelado, robado sus pertenencias y amenazado con la vida de sus familiares. La muerte en 2011 de su líder fundadora, la profesora de literatura Laura Pollán, causada por un “raro y letal virus”, ha sido denunciada como un crimen de Estado por disidentes, analistas y organizaciones de derechos humanos.
Esta organización femenina fue creada a raíz de la Primavera Negra de Cuba en 2003, cuando un gran grupo de cubanos, familiares de estas valientes mujeres, fuera arrestado por oponerse al régimen. Entre los 75 prisioneros de conciencia, manipulados por los medios oficialistas como mercenarios, había médicos, ingenieros, que fueron sometidos a juicios sumarios bajo la llamada “Ley Mordaza” (Ley N° 88 de protección de la independencia nacional y la economía de Cuba), creada para convertir en delito el acto de disentir y sancionar, de manera fulminante, como si fueran delincuentes o terroristas, a quienes se opongan de manera pública al sistema comunista imperante en la isla.
Luego de presiones internacionales (Amnistía Internacional, el papa Juan Pablo II, la Unión Europea, Reporteros sin Fronteras. Human Rights Watch) muchos marcharon al exilio. Pero las Damas de Blanco habían llegado para quedarse, al menos hasta que desaparezcan las razones que inspiraron a disentir a los condenados en la injusta Causa de los 75. Desde entonces son habitualmente multadas por exigir su derecho a la libertad de expresión, golpeadas y encarceladas por la seguridad del Estado, la policía y grupos al servicio de la dictadura que ejecutan «actos de repudio» en su contra.
El pasado 30 de abril sufrieron el domingo número 145 de represión. Casi una treintena de ellas fueron apresadas para impedirles realizar su misa y denunciar las violaciones de derechos humanos en Cuba. 8 de los arrestos se produjeron en La Habana, incluido el de la actual dirigente del grupo, Berta Soler, y su esposo, el ex preso político Ángel Moya. En Matanzas fueron detenidas 18. A pesar de los operativos policiales, 14 lograron burlar el cordón policial y llegar a misa desde diferentes lugares de esta provincia en el occidente de la isla, donde, a pesar del recrudecimiento de la represión, están tomando fuerza.
Leticia Ramos Herrería, una de sus líderes en Matanzas, denunció que dos de sus colegas fueron mantenidas de pie, bajo el sol, durante 4 horas, por la policía política. Un tipo de tortura solapada nada raro en estos represores. Herrería y Marisol Fernández Socorro, víctimas de violencia en innumerables ocasiones, fueron apresadas y multadas con 650 pesos a cada una por “burlar el cordón policial”.
Sin duda, son la agrupación opositora de mayor impacto dentro y fuera de la isla. En 2013 recogieron el Premio Sájarov, que otorga el Parlamento Europeo a la Libertad de Conciencia, con casi ocho años de retraso. Hace menos de un mes ganaron el Premio Milton Friedman por la Libertad 2018, que otorga el Instituto Cato, centro estadounidense, no partidista, que investiga políticas públicas. El lauro, según destacó el Cato, reconoce la importante labor de las Damas de Blanco a pesar de que el régimen comunista de La Habana «las ha hostigado constantemente y organizado a multitudes violentas en contra de ellas”.
Nunca otra organización ha sido tan apaleada de forma sistemática como estas valientes y persistentes mujeres, que solo exigen la liberación de los presos políticos y piden, en actos de desobediencia pacífica y misas en iglesias, elecciones democráticas y libertad para los cubanos. Su fe en la libertad es su mayor fuerza. Un peligro para la dictadura y también para ellas. Defenderlas, cuidarlas, estar pendientes de las Damas de Blanco es una obligación del mundo libre, hasta que cambien de color los negros domingos de su isla.