“Aquí sí hay fuerza” decía un señor en televisión cargando varias bolsas en la mano y un billete del nuevo cono monetario que en 2008 lanzaba el presidente Hugo Chávez Frías. Se trataba de la campaña “institucional” del Banco Central de Venezuela con motivo del hoy difunto bolívar “fuerte”, que se transmitió hasta más no poder en radio y televisión. La imagen representaba a un venezolano común que aumentaba su poder adquisitivo gracias, según esa campaña, a la decisión de quitarle tres ceros a la moneda.
El ambiente era propicio para que algunos cayeran en la trampa y creyeran que efectivamente los nuevos y coloridos billetes tenían más valor. El petróleo por las nubes y una economía que aunque empezaba a vivir sus primeros signos de escasez, no se comparaba con el drama actual. Eran los tiempos de los cupos Cadivi, de las empresas de maletín, de un dólar y unos precios sostenidos por una burbuja de engaños y mentiras que no tardaría en explotar.
Diez años después se repite la historia, ni el llamado bolívar “fuerte” ni su creador existen y sobre las cenizas de este último se anuncia un fulano bolívar “soberano” que consistirá en quitarle nuevamente tres ceros a la moneda nacional y lanzar una nueva denominación de billetes que suplantaría a los que habían lanzado apenas unos meses atrás tratando de revivir al difunto. Resulta que ahora tendremos un billete de 500 que vendrían siendo 500.000 bolívares actuales y nada más y nada menos que 500.000.000 bolívares de antes de la primera reconversión.
Pero es que ni así se puede entender este drama porque con 500 millones en 2008 no era poca cosa lo que se compraba, hoy a duras penas 1 kilo de queso. Eso no es producto ni de ninguna guerra económica ni del imperio, sino de una política económica de ruina y destrucción que parece que los ceros que le quitan a la moneda se los suman a la inflación. La solución al drama venezolano es clara y la mayoría del pueblo la sabe, ojalá los pocos que aún no, entiendan que el problema no son los ceros, son ellos.
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