Finaliza una semana que nos ha deparado tanto lo mejor como lo peor que hubiésemos podido esperar de los actores políticos nacionales e internacionales. En cuanto al pueblo llano solo podemos calificar su desempeño de ejemplar toda vez que no se registró incidente alguno en las multitudinarias manifestaciones, ni en el concierto llevado a cabo en Cúcuta. Distinto el caso del comportamiento de las “autoridades” y de los grupos paramilitares (colectivos) cuyo desempeño se inscribe en la ignominia. Indígenas y habitantes de frontera pueden dar fe de ello.
Una vez más hemos sido testigos de que la presión internacional –especialmente las sanciones norteamericanas– desempeñó un papel clave en la evolución de los acontecimientos. Es evidente que la sola fuerza de la movilización interna frente a un régimen dispuesto a pagar cualquier precio por mantenerse no hubiese sido suficiente para llevar las cosas hasta donde llegaron. Las sanciones impuestas por el Hegemón no pueden ser ignoradas. Venezuela ya lo sufre y también se vio durante la semana en la reunión acaecida en Hanoi (Viernam), donde Kim Jong-un se quedó con los crespos hechos frente a un Trump que se negó a levantar sanciones sin antes ver resultados. Usted puede pensar como quiera, pero las cosas funcionan así. Lamentable o afortunadamente según de donde se mire.
A estas alturas la interpretación de lo ocurrido y lo que va a ocurrir depende del ánimo de quien la haga. Los pesimistas pueden concluir que la pelea la va ganando Maduro en tanto y en cuanto se salió con la suya impidiendo el ingreso de la ayuda humanitaria y aplastando la protesta nacional. Para los optimistas –entre los que nos contamos– solo ha transcurrido el primer round de un pugilato destinado a prolongarse aún un poco más. Es cierto que este primer episodio lo ganó Maduro & Cía., pero no es menos cierto que ha recibido importantes lesiones y que el combate escenificará rounds adicionales.
Entre lo bueno que pudimos ver en la semana está la muy acertada actuación del presidente (E) Guaidó quien no solo pudo burlar el cerco de quienes querían impedir su salida del país sino que , una vez fuera, se desempeñó con una sensatez extraordinaria revelando la rapidez de su aprendizaje, su moderación, humildad , buen asesoramiento y justa apreciación de tiempos y circunstancias que despejan toda la posible reserva que pudo haber habido con motivo de su juventud e inexperiencia.
Para quienes se complacen en hablar mal de la Asamblea Nacional y de los diputados que hoy la integran no estaría mal que reflexionen acerca de los importantes riesgos personales que ellos enfrentan en su gestión diaria, los peligros adicionales que desafiaron desplazándose hacia las fronteras en autobuses sujetos a toda clase de amenazas, piedras, alcabalas y hasta disparos para llegar a los puestos de coordinación a los que estaban asignados, así como aquellos que ya en el exterior actuaron en forma incansable para organizar y ejecutar un operativo de alto riesgo como en efecto se vi. De paso valga anotar que ninguno de ellos ha cobrado ni sueldo ni viático ni prima alguna desde hace al menos dos años.
Para quienes –como el suscrito– queremos ver ya un desenlace que conduzca a la paz, la tranquilidad y la restitución del derecho del pueblo a alimentarse y ser curado de sus enfermedades en un plazo breve, el balance del pasado sábado y de la semana que hoy termina también tiene sus desilusiones en la medida en que la ayuda humanitaria no pudo entrar ni ser distribuida. Estemos claros: la lucha popular primero es por comer y preservar la vida; solo después viene la restitución de la democracia y el Estado de Derecho.
Para quienes nos desenvolvemos en el ambiente internacional y seguimos las ejecutorias de los actores de ese escenario, reiteramos lo que se dijo al principio de estas líneas acerca de lo importante que fue la presión de la comunidad internacional; pero al mismo tiempo no podemos dejar de constatar que a la hora de las chiquitas esos mismos actores “arrugaron” como se dice en el lenguaje coloquial.
En efecto, Colombia –a quien muchísimo debemos y a cuyo presidente estamos agradecidos– prestó toda clase de ayuda y apoyo. pero cuando un acto de fuerza pudo haber volteado el fiel de la balanza, no lo hizo. Es cierto que los jefes de Estado extranjeros deben atender sus situaciones de política interna, pero también es cierto que Duque había generado importantes expectativas.
Ni que decir el Grupo de Lima. De reunión en reunión emitieron comunicados y declaraciones de alto vuelo retórico que en su momento tuvieron decidida importancia. Pero…a la hora de las chiquitas, en Bogotá el lunes, no se atrevieron a rematar la cosa y terminaron afirmando su oposición a acciones de fuerza. Claro: todos tienen miedo a decir lo que piensan porque saben que en el frente interno pudiera ser contraproducente. Ojalá no les toque vivir lo de Venezuela. ¿O es que esperan que Diosdado Cabello y Freddy Bernal vayan a abrir las fronteras y recibirlos con flores?
Párrafo aparte merece la acción de Estados Unidos que –como se dijo– ha sido tan o más efectiva que una intervención militar. Pero se pregunta uno: ¿no era que todas las opciones estaban sobre la mesa? ¿No fue que generales y almirantes del Comando Sur viajaron a Colombia para “evaluar” vaya a saber qué cosa? O fue que aquella reunión multitudinaria con Mr. Trump en Miami era tan solo el lanzamiento de la campaña para su reelección en 2020? No emitimos opinión, solo exponemos interrogantes.
Lo que es seguro es que los “acontecimientos están en pleno desarrollo”, como afirmaba un conocido presentador de televisión con cuyos puntos de vista de fondo casi nunca coincidimos.