“I am two fools, I know” (John Donne)
Según leo en la enciclopedia más consultada por todos los internautas del mundo, Suecia tiene cerca de 10 millones de habitantes repartidos en una superficie cercana a los 500.000 kilómetros cuadrados. Para hacernos una idea, comparemos la información que proporciona Wikipedia sobre España y Venezuela: España alcanza los 500.000, mientras que Venezuela sobrepasa ligeramente los 900.000 kilómetros cuadrados. Está claro que de los 3 países, Venezuela es el más grande. Por otro lado, el país más poblado es España con 47 millones de habitantes, seguido por Venezuela con 28 millones y finalmente por Suecia en el que viven 10 millones de personas (Wikipedia.org).
La misma fuente informa que en este país escandinavo 98% de las personas dispone de acceso a Internet, es decir, que solo 2 individuos de cada 100 no están conectados a la red (datos del año 2016). Por curiosidad, en el país americano que publica El Nacional la población con acceso a Internet sobrepasa el 62% (datos de 2015, fuente Conatel.gov.ven) y en España 80% accede a la red (datos de 2020, fuente statista.com).
Es posible que ya empiece a preguntarse, amable lector, adónde quiero llegar. Pues bien, hojeando la prensa encontré una noticia que trataba sobre microchips implantados bajo la piel de miles de suecos que aceptaban esta intromisión encantados. Parece lógico que ocurra de esta manera siendo como es un país avanzado y con la tecnología tan integrada en su vida.
El microchip “del tamaño de un grano de arroz” (Pascale Davies, “Microchips are getting under the skin of thousands in Sweden”; Euronews, 15.5.2020) se introduce en el dorso de la mano -alguno prefiere llevarlo en el interior del dedo- con una jeringuilla y sirve al ciudadano como moneda, carnet de identidad y pase al gimnasio, entre otras cosas. Así no tiene que acordarse de llevar encima la cartera.
Un microbiólogo inglés que vive en aquel país se cuestionaba la seguridad y la inviolabilidad de los datos personales. A Ben Libberton -el apellido no puede ser más oportuno- le preocupa el hecho de contar con garantías de libertades individuales, privacidad y libertad de movimientos de cada individuo con chip inyectado. Habrá que contar también con la gente a la que le gusta pasar desapercibida. Hasta ahora no se obliga a nadie a ponerse el chip.
Por otro lado, no descartemos las ventajas de llevar un chip en el campo médico, por ejemplo. Imagine un chip con todo el historial de alergias, enfermedades, grupo sanguíneo. Podría significar un avance a la hora de ser tratado como paciente. Dándole vueltas al asunto, el riesgo de no ser anónimos nunca o casi nunca nos quitaría la libertad de desconectarnos del mundo, WhatsApp y estar solos aunque solo sea para pensar o para llorar.