Los terremotos caraqueños han sido funestos y el del día de san Bernabé en 1641 no sería la excepción. De acuerdo con cronistas de la época: “… tembló la tierra grandemente e hizo en esta ciudad de Santiago de León de Caracas y en su puerto de La Guaira un destrozo miserabilísimo. No hubo casa, una ni ninguna que no viniese totalmente al suelo o no hiciese tan grande sentimiento que se pueda en muchos tiempos vivir. La iglesia mayor se abrió por diferentes partes…”.
María Pérez o Maripérez, como la conoce la tradición, fue una mujer caritativa y de fortuna de la época que después del terremoto ayudó a reconstruir la catedral de Caracas de mano del obispo fray Mauro de Tovar. Socorrió a los pobladores en ese momento de desesperanza y se dice, además, que fue gracias a la diligencia que mostró que se comenzó con la recolección de rentas de la propia catedral. En honor a ella lleva su nombre una bella urbanización de la parroquia El Recreo.
En nuestra capital han existido desde entonces muchas Maripérez, casi todas han pasado inadvertidas e ignoradas por la historia. Yo, sin embargo, tuve la oportunidad de conocer a una. Corría el año de 1991 y prestaba mis servicios en una clínica de Caracas como especialista recién graduado en gastroenterología. Me llamaron un día sábado para atender a una paciente mayor que había sido operada de la cadera. La paciente había presentado un episodio de hemorragia digestiva superior. Era una señora menuda, sencilla y amable, que dentro de su gravedad, irradiaba una serenidad sorprendente. Evolucionó satisfactoriamente y, una vez dada de alta, fue controlada de manera ambulatoria. Durante sus visitas siguió demostrando una muy sincera sencillez y honestidad. Fue así como conocimos a Carmen Pérez.
Por aquella época papá ejercía la presidencia de la Sociedad San Vicente de Paúl (SSVP) de Venezuela, por lo que manteníamos en la sala de espera del consultorio los boletines informativos de todas las obras benéficas de la sociedad. Se daban entonces reuniones frecuentes con un grupo de médicos y amigos vicentinos; en estas se evaluaba la factibilidad de construir un centro de salud que, siendo privado, pudiera sostenerse con sus propios ingresos y, a su vez, prestar un servicio de calidad a la población de influencia. Para ello se debían seguir los valores vicentinos de caridad y beneficencia. Debía ser, pues, una institución sin fines de lucro, pero también sin fines de pérdida. Tarea nada fácil.
Ya en 1992 recibió mi padre una llamada de una institución financiera para comunicarle que una persona, aún sin identificar, había dejado entre los beneficiarios de su testamento a la SSVP de Venezuela. Nuestra sorpresa fue doble, por la cantidad donada y por la identidad del benefactor. El nombre completo de aquella paciente que conocimos como Carmen Pérez era Carmen Pietri de Pérez Dupuy. Nunca supimos que se trataba de la viuda de don Henrique Pérez Dupuy, socio fundador, primer director y luego presidente del Banco Venezolano de Crédito, ¿cómo saberlo?, o siquiera sospecharlo ante aquel retrato sincero de sencillez de la señora Pérez. Alguien había leído los boletines…
Con aquella ayuda venida del cielo, lo que había sido hasta el momento un sueño, pasaba a ser una realidad tangible: el Centro Médico Asistencial Federico Ozanam en la urbanización Valle Arriba de Guatire. Supimos después que aquel donativo fue solo parte de su legado; dejaba también a otras instituciones benéficas y sin fines de lucro. El primero de los cinco módulos de la institución que pudo construirse, gracias a su donación, lleva su nombre desde que fuera inaugurado en 1996.
Carmen Pérez en el siglo XX, al igual que lo hizo Maripérez en el XVII, ayudó a los más necesitados. Lo más bonito de todo es que ninguna de las dos quiso hacer alarde de su generosidad.
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