Soy un fervoroso partidario de las primarias, pero soy consciente de los grandes retos que en ella están implicados, el más relevante la desunión entre las fuerzas políticas y sus correspondientes dirigentes. Se trata de una desunión que se ha venido profundizando con el paso de los años, siendo que sus graves errores todos padecemos en alguna medida. Dependerá del desenvolvimiento de las primarias que estos errores no vuelvan a producirse, y podamos tener un candidato que goce del consenso de la oposición democrática, ampliamente mayoritaria en el país.
Una suerte de pacto suscrito por todos los candidatos y sus correspondientes partidos, lo más formalizado mejor, debe guiar el legítimo esfuerzo por cimentar la unión. El juego limpio, lo que los anglosajones llaman “fair play”, debería de constituir un elemento fundamental. Si el juego limpio debería ser el leit motiv de cualquier confrontación democrática, con mucha más razón debe imperar entre aliados en una noble causa común: el derrotar electoralmente a la dictadura. Un segundo elemento del acuerdo político entre los legítimos contendientes debería consistir, es mi opinión, en un programa mínimo común a llevar adelante en el caso, que todos deseamos, de lograr gracias al respaldo soberano del pueblo, mediante el voto popular, la primera magistratura nacional.
La tarea aparenta ser sencilla, pero constituye un reto formidable: reconquistar la esperanza perdida en muchos compatriotas por lograr una Venezuela libre, justa y soberana. Todo lo que signifique dividir el bloque opositor favorece al régimen dictatorial. El discurso, las palabras cuentan y mucho en la boca de los candidatos. La virtud de la humildad, el convencimiento de que la verdad se construye con la participación de todos los contendientes, el reconocimiento del otro como legítimo representante de una parte, así sea pequeña, del país, son granitos de arena que sumados nos ayudarán a conquistar la deseada y auténtica unidad.
Desechemos a los intrigantes, esos seres ávidos de poder que se cuelan con su ponzoña en los intersticios en los que se despliega para mal el ansia de poder y de influencia. Deben ser neutralizados por la voluntad armoniosa del logro de los necesarios acuerdos donde nadie sobra, pues todos somos imprescindibles.
Requerimos de una visión estratégica que nos permita alcanzar con éxito los objetivos propuestos. Debe ser una tarea común, como común son los grandes retos que se avizoran en el porvenir.
Suerte a las primarias, una suerte que surja del esfuerzo solidario, donde cuentan los partidos y cuenta también, y mucho, la sociedad civil.
Y no le tengamos miedo a negociar cuando la ocasión se presente. Hagamos nuestras las palabras de Mandela: “Solo los hombres libres pueden negociar”.