OPINIÓN

¿Antibloqueo? Después no digan que no se les advirtió

por Adolfo P. Salgueiro Adolfo P. Salgueiro

 

¿Será realismo mágico, estupidez o mera broma al estilo venezolano?

Una tal asamblea nacional constituyente, convocada, reunida y funcionando totalmente fuera de la legalidad, tiene por objeto proclamado de su existencia proponer una nueva Constitución para Venezuela. Han pasado dos años ya y no se ha escuchado una palabra ni leído alguna línea que tenga que ver con el objeto de esa convocatoria. Sí ha sido bastante diligente ese grupo de personas en la verdadera tarea que les fue encomendada, que no es sino neutralizar la Asamblea Nacional por ser el único órgano legítimo.

Esa ANC írrita ha tenido el tupé de aprobar una tal “ley constitucional” sin que en el ordenamiento jurídico venezolano exista tal categoría. Al instrumento así parido lo han denominado “Antibloqueo”, y los mismos “constituyentes” llamados a votarla denuncian que jamas se les mostró el texto y menos aún se les permitió intervención alguna en su redacción y mejoramiento, que no ha sido discutido ni analizado sino por “el Padrino” y su Estado Mayor de enchufados. Así y todo pretenden convencer a la ciudadanía de que con tal falacia se superarán los inconvenientes que la República confronta como consecuencia de políticas desastrosas y comportamientos arbitrarios que han resultado en inconvenientes impuestos no solo por sanciones extranjeras sino por delincuencia propia. Así pues, con un texto publicado en la Gaceta Oficial se pretende engañar al “soberano” haciéndole creer  que ya de una vez comenzarán a fluir ríos de inversiones que rápidamente dinamizarán la economía y aliviarán los sufrimientos cuya evidencia no requiere de mayor prueba. Se multiplicarán los CLAP hasta el infinito, llegarán los 10 millones de regalos navideños para los niños y quedarán asegurados insumos para la tradicional hallaca hoy reducida a desdibujado recuerdo sin que se haya explicado aun con cuál gas ellas se cocinarán.

En resumen, lo que se pretende con ese mamotreto es anular la división de poderes, concentrar todo el marco decisorio en manos de quien usurpa el Ejecutivo y promover que las decisiones que en ese cenáculo se tomen lo sean en forma “confidencial” (secreta), sin ningún control previo ni posterior por órgano alguno. Tan insólito esquema de concentración de poder y arropamiento con inmunidad no existe en ningún país del mundo que exhiba al menos un poco de formas democráticas así sean “pour la galerie”.

A la luz de los antecedentes de quienes han venido manejando el área económica en las últimas dos décadas, no es previsible suponer que profundizando en las mismas arbitrariedades y errores puedan esperarse resultados diferentes a los hasta ahora obtenidos.

Es evidente pues que quien quiera y se anime a participar en algún esquema de negocios dentro de ese ámbito de sordidez seguramente lo hará con la vista puesta en la recuperación de la inversión y una jugosa ganancia a obtener en tiempo más corto que el que falte para la caída del régimen. Dígame usted, lector, qué negocio lícito ofrece márgenes de utilidad como para satisfacer ese criterio.

Lo mismo y peor es el caso para los capitales internacionales que atraídos por el espejismo de una utilidad fácil arriesguen a invertir dentro de un marco legal írrito e insostenible.

En consecuencia, unos y otros –venezolanos y extranjeros– deberán considerar en su ecuación riesgo/beneficio la posibilidad –mejor dicho la casi certeza– de que tan pronto cambie la circunstancia política y se restablezca en Venezuela el ”Estado de Derecho” no demorará mucho el momento en que estas actuaciones leoninas, ilegales y hasta mafiosas vayan a ser revisadas con lupa y rigor. No vengan después con arbitrajes ni presiones de amigos o gobiernos o mediadores de ocasión a solicitar que el tratamiento de estos negocios no sea revisado a la luz de las leyes razonables que existan o se sancionen en una Venezuela liberada ya del grupo que hasta hoy la viene saqueando. No habrá corte ni tribunal arbitral que pueda decretar la validez de lo que en forma pública y grosera se ha exhibido como ilícito, abusador y saqueador. Llegado ese momento se les recomendará recurrir al único lugar donde puedan ir a llorar: “Vayan a llorar p’al Valle”.