Después de un largo y difícil camino llegamos al 10 de enero. Dos momentos exitosos lo precedieron. El 22 de octubre de 2023 y el 28 de julio de 2024. Logramos consolidar un liderazgo, el de María Corina Machado; y tener un presidente electo, Edmundo González Urrutia. Esta vez las circunstancias no favorecieron los deseos de la mayoría de los venezolanos, aunque muchos habían anunciado que el tirano, recurriendo a la violencia desde el poder, llegaría a la Asamblea Nacional y sin legitimidad alguna, abofeteando la Constitución y a los venezolanos que se expresaron libremente el 28J, se impondría la banda presidencial y comenzar así, según él, un nuevo gobierno hasta el 2031.
La violación de la Constitución y la burla al elector fueron y siguen siendo evidentes. Maduro nunca fue presidente electo, pues a pesar de una fraudulenta decisión del órgano electoral, ratificada por un tribunal supremo sumiso a la tiranía, no obtuvo como exige la Constitución Nacional la mayoría de los votos que le acreditarían como tal. La juramentación fue en consecuencia un acto nulo, sin efectos jurídicos y a ello se une el reconocimiento a Edmundo González Urrutia como presidente electo que simplemente no fue proclamado formalmente, aunque las actas son incuestionables y menos juramentado, pues le fue impedido el acceso al país, amenazando la tiranía su vida e integridad física.
De manera que estamos ante un golpe de Estado, ante la usurpación del poder por un ciudadano que con las armas controla al país y somete a sus ciudadanos, ante la ruptura del orden constitucional, lo que debe traer consecuencias políticas y jurídicas tanto dentro como fuera de Venezuela. Debemos declararnos en rebeldía constitucional y desconocer la autoridad usurpada y las democracias del mundo presionar y sancionar a la tiranía, que más que un ente ejecutivo propio de un estado, es un grupo delincuencial que constituye per se una amenaza a la paz y a la seguridad regional e internacional.
Ante el secuestro de un país en tales condiciones y por un grupo de esta naturaleza, considerando la crisis humanitaria que afecta al país y a millones de venezolanos dentro y también a los millones que han debido huir de la miseria y de la violencia sobreviviendo como migrantes en los países de la región principalmente, las acciones deben ser más contundentes, debiendo ir más allá de lo simplemente declarativo y de la retórica, a acciones determinantes que permitan el restablecimiento del orden y el cese de la represión en el país.
El presidente electo, considerado así por todos, aunque se la haya impedido su proclamación formal , se juramentara ante el órgano que corresponda y en el lugar y el momento que se decida , de conformidad con el artículo 231 de la constitucion nacional, para poder actuar como jefe de Estado y desde esa posición gestionar el apoyo de la comunidad internacional para ejercer la responsabilidad que millones de venezolanos le atribuyeron al elegirlo el pasado 28 de julio.
No es fácil la situación porque cada vez que no se logra lo que se espera, lo que de paso es aprovechado por la maquinaria comunicacional de la tiranía, reaparece la decepción y la desesperanza, la frustración y el decaimiento lo que solo se puede enfrentar con unidad alrededor de quien hasta ahora ha sido la única capaz de movilizar al país y llegar adonde hemos llegado, quien merece el apoyo no solo de la gente, sino de los dirigentes políticos que se dicen democráticos que han guardado lamentablemente un silencio cómplice que oxigena al régimen, esta vez caído como nunca antes en el desprecio más grande dentro y fuera del país.
Estamos en la etapa final del proceso, terminal sin duda para la tiranía, por lo que es aconsejable actuar con inteligencia y la mayor ponderación, unidos y con los mejores que pueden ofrecer confianza a los millones de venezolanos que esperan el verdadero cambio.
La negociación y los acuerdos son prioritarios en situaciones como esta que vivimos, para garantizar una transición organizada y duradera; pero, somos conscientes de que a veces estos mecanismos de diálogo se agotan, más cuando en la mesa tenemos una contraparte que ignora las reglas y que no está dispuesta a aceptar cambios ni salidas. La rebelión constitucional para salir del grupo delincuencial que nos azota es válida junto a todas las acciones posibles para superar la opresión. No se trata de un golpe de estado al golpista, sino de poner orden en el país con acciones legítimas que garanticen el retorno a la tranquilidad y a la libertad.
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