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América Latina y la (neo)composición (meta)humana en el oxigonio: vida, producción y extracción

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Todas las disciplinas científicas han ido reemplazando, en los últimos tiempos, la visión atomística de su objeto (compuesto de variables independientes) por un enfoque de estructuras. Esto es patente, sobre todo, en las ciencias humanas: la Psicología, la Sociología, la Etnografía, la Historia, la Economía, la Lingüística y la crítica literaria han adoptado, unas más que otras, principios, lenguaje y procedimientos que van poco a poco constituyendo un método riguroso y eficaz de naturaleza estructuralista. Todos han ido aceptando la idea de que todo ser es, en un último análisis, un “ser-en-relación”, y que es lo que es, en virtud –parcialmente, pero siempre- de su participación y relación con los demás seres y su contexto, y donde el contexto adquiere gran importancia.

Miguel Martínez Miguélez – La psicología humanistaUn nuevo paradigma psicológico

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¿Es posible explorar lo (meta)humano desde el contexto geohistórico de América Latina ante una diversidad cultural que sigue vigente en sus distintas comunidades indígenas desde la Patagonia hasta el norte de México y la multiplicidad de sociedades contemporáneas en las cuales la población blanca, negra o mestiza son de vida común, pero sin interrelación directa entre los grupos ancestrales y los urbanos? ¿Cómo son valorados los aspectos de resiliencia desde aquellos grupos humanos que en las grandes ciudades sobreviven con escasos ingresos ante las complejidades económicas, o aquellos que aún en plena vida de consolidación histórica y en las más apartadas periferias selváticas, son objeto de desplazamientos forzados por grupos que violan normas ambientales y humanas con prácticas del extractivismo?

¿Será acaso que para quienes ocupan de manera arbitraria con fines extractivistas y en algunos casos de explotación ilegal de recursos naturales y minerales, los espacios de las comunidades indígenas, estos individuos responden ante las comunidades ancestrales con aquel concepto de terra nullius, como una forma de imponer sus voluntades? ¿Ha sido realmente respetada la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (2007), en sus dimensiones: no discriminación, desarrollo y bienestar social, integridad, propiedad de sus espacios geohistóricos y de participación política?

Además, ¿cómo están (des)asociadas las actividades de producción agrícola, pecuaria, industrial, minera, petrolera, comercial, turística en términos de que la interrelación entre los habitantes de los espacios indígenas, rurales y urbanos se realicen sobre la base de ponderaciones educativas, asistenciales, sanitarias, culturales, y en equilibrio ambiental con todas las formas de vida humanas y no humanas? ¿Son suficientes, leyes, reglamentos, acuerdos o documentos de carácter local, nacional o internacional para garantizar que habrá de manera efectiva un sentido apropiado en la conjunción del desarrollo económico con las formas de vida y sus doctrinas históricas?

Evidentemente, que si los principios y derechos de los grupos indígenas de América Latina fueran respetados, pues estuviéramos en un permanente signo de equilibrios políticos, económicos y sociales, porque muchos de los integrantes de tales comunidades no se vieran obligados a desplazarse desde sus refrendados espacios de crecimiento y actividades indígenas, que en determinadas ocasiones, al tener la necesidad de emigrar de tales zonas, pues entonces vemos el cómo existen alteraciones en la praxis societaria, no sólo por parte de quienes gobiernan, sino de quienes conforman las urbes, una vez que la presencia de grupos indígenas se instala con sus formas de intercambio humano, que ante escenarios axiológicos, muy contradictorios con las sociedades contemporáneas en ciudadelas, pueden confrontarse y generar episodios no recíprocos de convivencia social.

Ante ello, tenemos un enfoque constante de resiliencia que se ha ido extendiendo desde esas periferias ancestrales hasta las más grandes capitales. Y si asumimos que existe una predisposición innata en la población femenina, movida tanto por la reproducción humana como por las distintas labores que la mayoría de ellas ejecuta en el conglomerado de vida, bien sea indígena, rural o urbano, ellas son las principales víctimas de una realidad latinoamericana en permanentes crisis políticas y económicas. O sea, vemos cómo las crisis mencionadas desencadenan crisis sociales y culturales, que en determinados casos ven en este sector de la población el fácil acceso para el tráfico humano a través de la trata, la prostitución forzada, la neoesclavitud, es decir, la explotación de seres; máxime cuando los Estados, en su mayoría, no han podido ajustar sus estructuras burocrática sobre la base de auténticos escenarios que garantices administrativamente y jurídicamente los derechos humanos de los grupos más excluidos, tales como los indígenas o aquellos que están afectados por la pobreza, y depauperadas condiciones de vida.

El continente latinoamericano está viviendo en pleno siglo XXI grandes alteraciones socioambientales. Y tales condicionamientos o alteraciones naturales están llevando a que los grupos etarios se conviertan en otras piezas de complejidades humanas en sus propios centros históricos de vida; cuando por orientación del oxigonio: vida, producción y extracción debería estar en armonía ambiental y social de quienes habitan tales zonas geográficas, trayendo consigo que las dificultades urbanas, de por sí, muy complicadas en la generación de soluciones permanentes, pues los gobiernos terminan sucumbiendo ante otras necesidades, sobre las cuales ni siquiera se tienen los conocimientos básicos de quienes han sido por siglos la esencia ancestral del continente.

América Latina no ha valorado las (neo)composiciones (meta)humanas que tanto en lo geográfico como en lo histórico han sido parte de lo que han sido los procesos ancestrales, colonización, (pos)independencia y (pos)modernismo. No hay una correlación –a pesar de que históricamente han existido– de ejes sociales, educativos y culturales. Las luchas entre federales y centralistas, ahora devenidas entre democracias y (neo)totalitarismos, o entre capitalistas y socialistas, no han podido diferenciar y menos articular las inmensas necesidades (geo)sociales, y de desarrollo armonioso del ambiente, y sus grupos humanos y no humanos. Por ahora, estamos en un averno de extractivismo y producción de hambre, pobreza y miseria, y de amplitud negativa del término de la vida.

@vivasssantanaj_

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