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Alternativa liberal

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Foto AFP

Si alguien pudo pensar que el resultado de las recientes elecciones en Argentina importaba solo a los argentinos, hoy no cabe duda sobre la trascendencia de esta nueva oportunidad abierta en América Latina para la alternativa liberal frente a las posturas estatistas y populistas que tan magros, por no decir amargos, resultados han dejado en todos los países donde han prevalecido y han ejercido poder.

Las dimensiones de Argentina y las enormes complejidades de su economía, arrastradas por décadas, hacen su reto más grande y más difícil. Se trata nada menos que de superar la ruinosa y muy compleja situación de un país con tendencia socialista y de avanzar hacia un modelo de libertades y competitividad. Se trata de hacerlo, además, en un país con un modo de hacer política caracterizado por el enfrentamiento, la radicalización, el personalismo, el paternalismo y los fantasmas de un populismo de promesas sin realizaciones. La influencia que puede ejercer en el resto del continente es, además, muy significativa.

Andrés Oppenheimer describe el momento como un nuevo amanecer, radicalmente distinto al trazado por los apóstoles del Foro de Sao Paulo o de los acuerdos de Puebla. El resultado electoral expresa, de algún modo, ese cansancio popular frente a un modelo que reduce la competitividad del país en la escena internacional y crea y profundiza la pobreza.

Tarea no menor para el nuevo presidente argentino deberá ser incrementar el apoyo obtenido, hacer visible la bondad de una alternativa de vida basada en los principios liberales, despertar la confianza y la esperanza sobre la base de alimentar una cultura ciudadana fundamentada en libertades y responsabilidades. Eso es lo que espera la juventud, que se pronunció mayoritariamente por la nueva propuesta, y una ciudadanía que apostó esperanzada por el cambio.

La oferta de campaña, pero muy especialmente las declaraciones del nuevo presidente luego de su elección, arrojan algunas señales positivas. La primera y más importante es la apuesta por un modelo de libertades, de valoración y predominio del individuo, de la iniciativa privada y de la propiedad privada. La segunda, una concepción de la economía desde la competitividad, la reestructuración del Estado, la reducción del tamaño del gobierno. Las primeras medidas ya anunciadas van en esta línea: desregulación de la economía, privatización de empresas públicas, posible dolarización de la economía y cierre del Banco Central, reducción de 18 a 8 de las carteras ministeriales, eliminación de impuestos.

Hablando de Milei, se ha dicho que su peor enemigo es el propio Milei, su personalidad, su estilo vehemente y directo. La reserva de algunos sectores ante la persona y el tono de su discurso posiblemente comienza a debilitarse frente a posturas más realistas, menos afectadas por la estridencia electoral. Se percibe un tono más conciliador, una mayor disposición a sumar fuerzas, al pragmatismo –“pragmatismo feroz” diría Milei-, a una voluntad de conducir las relaciones comerciales más allá de los acuerdos políticos o de las simpatías ideológicas. Tres frases del nuevo presidente muestran esta voluntad de realismo y la toma de conciencia de su responsabilidad: “No hay lugar para el error. Me eligieron para resolver problemas. Me propongo gobernar con los mejores”.

El triunfo de Milei conmociona y divide a América Latina. Para Venezuela, en concreto, constituye una ventana de observación, la posibilidad de ver en marcha un modelo basado en la libertad y concretado en programas realistas que apunten al indispensable ajuste macroeconómico y al crecimiento, apuntalados en la acción del individuo y de la sociedad, en la competitividad y la iniciativa privada.

Las voces desde el Sur, escribía en un artículo anterior, parecen decir más democracia, más libertades, más voluntad de acuerdos, más racionalidad económica. Este es un nuevo momento para poner a prueba la alternativa liberal en América Latina: menos Estado, más individuo, economía fortalecida, promesas que se cumplen, aliento y respeto a la iniciativa privada y a los derechos de los individuos.

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