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Adiós, Maduro, adiós

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Cuando la mayoría de los países, conducidos por el serio compromiso de sus jefes de Estado, están tomando las medidas necesarias para afrontar las difíciles consecuencias de las vicisitudes de la economía mundial y de los efectos de la pandemia del covid-19; los jerarcas y las instituciones del régimen venezolano se dedican irresponsablemente a solamente referirse a aspectos utópicos e intrascendentes de la vida nacional que evaden la realidad de la situación actual y no reportan ningún beneficio a los ciudadanos ni a la salud económica del país.

Lo insustancial de las respuestas del gobierno sobre la crisis y cómo esta afecta a Venezuela generan gran preocupación y angustia, puesto que no se están evaluando ni mucho menos poniendo en práctica las medidas urgentes que la gravedad de la situación demanda que se adopten. “Estamos blindados», «con el petro crearemos un nuevo sistema financiero internacional», «tenemos las reservas de petróleo más grandes del mundo», «disponemos de enormes reservas monetarias y de minerales preciosos», etc. etc., son algunas de las altisonantes y nada convincentes banalidades y falsas aseveraciones que sistemáticamente hace la dictadura, mientras que la producción y el precio de nuestro principal producto de exportación continúan cayendo en barrena y los fantasmas de la hiperinflación y la recesión se eternizan entre nosotros.

Con tan irresponsables muestras de incomprensión de la situación por la que atraviesa el país y la inacción que lo atenaza y paraliza, el régimen pareciera que, contradictoriamente con su ideología estatista y autoritaria, está esperando que sea “la mano invisible del mercado” o el “que Dios proveerá” lo que establezca las medidas de contingencia que dotarán al país de las herramientas necesarias para enfrentar y morigerar las dificultades de diversa índole que confrontamos.

El régimen no quiere entender ni reconocer la vulnerabilidad que tiene la economía venezolana por la carencia de una política económica realista y racional y su alta dependencia al inestable y complejo comportamiento de determinadas variables exógenas. La incertidumbre sobre nuestro futuro desenvolvimiento es la única señal certera que recibimos desde la cúpula gobernante, esta trata de gobernar sin considerar que los desajustes que evidencia nuestra economía necesitan de decididas acciones correctivas y de una cabal evaluación de los efectos que ellas generan sobre los ciudadanos y sobre el entramado industrial, comercial y de servicios del país.

Entienda de una vez por todas, Señor Dictador, que no son su decadente liderazgo, ni sus  discursos vacíos de contenido, ni los exabruptos diplomáticos en que incurre, ni sus estólidas arengas, los instrumentos idóneos de los que nos podremos valer para resguardar el presente y futuro de la nación seriamente amenazados por el mal manejo que usted ha hecho del poder que usurpa.

Es mucho lo que está en juego. La dramática caída de nuestro sector externo y la consecuente merma de la principal fuente de recursos han incrementado de forma inmediata la vulnerabilidad de la nación que se expresa, entre otros aspectos, en desempleo, hiperinflación, desabastecimiento, déficit fiscal y la declinación irremisible de la inversión reproductiva. Así no es como se gobierna y por ello usted es rechazado por la mayoría de los ciudadanos del país y por gran parte de la comunidad democrática internacional; convénzase, usted no puede seguir gobernando; aquí,y allende nuestras fronteras, queremos que se vaya.

Las bases ideológicas y la praxis cotidiana de la revolución bolivariana parecen ser un compendio de ciertas prácticas masoquistas, utilizadas por individuos con serios problemas de comportamiento perverso, basado en la búsqueda y disfrute de placer mediante el sufrimiento y el dolor tanto físico como psíquico. De otro modo no se explica que después de tantos  años ejerciendo el poder autocrática, errada e ineficientemente, el “cuentacuentos nacional”, a pesar de su fracaso inconmensurable como gobernante, del gran fraude que han sido sus promesas de reivindicación a los desposeídos, del odio fratricida que ha propiciado en el país y que ha dividido a la familia venezolana y los engaños y mentiras en los que ha fundamentado su liderazgo; aún siga pensando en que puede mantenerse en el poder.

¿Es que acaso los cada vez más escasos seguidores del régimen, al igual que el resto de los venezolanos, no padecen, con la misma intensidad el desastre de los servicios públicos, la inseguridad ciudadana, la inflación, el incremento del  desempleo, los racionamientos de energía y agua, el desabastecimiento de los bienes esenciales, la destrucción del sistema productivo nacional, el irracional control y manipulación  de las instituciones del Estado, el despilfarro de los escasos recursos provenientes del petróleo, el colapso de la salud, educación e  infraestructura, la represión, persecución y acoso a la disidencia, la mediocre y genuflexa actitud de la institucionalidad del Estado, la manipulación de la Fuerza Armada, las amenazas a la propiedad privada y a la libertad de expresión?

¿Es que acaso a los que continúan siéndole leales les ha sido adormecida la conciencia y la capacidad crítica y no se percatan de la terrible realidad que significa que el país haya perdido dos décadas de crecimiento y desarrollo por culpa de ustedes: incompetentes facinerosos enquistados en el poder, que han echo añicos al país y adicionalmente, se oponen tenazmente a permitir la afluencia de la ayuda humanitaria ofrecida por un importante número de países y organizaciones internacionales?

¿Qué esperanzas puede  ofrecer al país un régimen como el de ustedes, fracasado, carente de escrúpulos, ideas y soluciones y sin voluntad política de diálogo y entendimiento y que se vale de la violencia y el engaño para imponer un modelo de sociedad?

¿Qué se puede esperar de un gobierno irresponsable y corrupto que ignorando los males que nos aquejan, trata de acallar el descontento existente pidiéndonos prepararnos para una confrontación suicida con la comunidad internacional democrática?

Los que aún acompañan a la dictadura deben meditar con sensatez y sentido de patria sobre la Venezuela actual y su futuro: ¿es este el país que quieren para ustedes, sus hijos y sus allegados? ¿Es esta la calidad de vida que les satisface y conforta? ¿Vale la pena permitir que se siga destruyendo el país por recibir a cambio vacuas promesas de prosperidad? ¿Son la violencia y el odio los caminos para la paz de los venezolanos? ¿Debemos apoyar un proyecto de megalomanía exacerbada que nos ha conducido a la miseria y el dolor?

A todas esas interrogantes la única respuesta posible es simple y rotundamente un elocuente  no, y es por ello que todos debemos decirles ahora, al dictador y su combo, adiós, porque para luego es muy tarde.

 

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