«Una mujer desnuda y en lo oscuro». Mario Benedetti.
Uno puede permanecer callado y no decir nada. Uno puede hablar, pretender que uno está limpio de culpa y aprovechar para verter todo el desprecio sobre un hombre que se equivocó de momento, lugar y actitud. El político conservador Neil Parish, de 65 años de edad y casado, fue sorprendido viendo pornografía durante un acto parlamentario. (‘Porn MP’ Neil Parish ‘is likely to resign this afternoon’ after he was accused of watching X-rated clip in the Commons’ Jessica Warren, Mail Online. 30 de abril de 2022. «El parlamentario pornógrafo, Neil Parish, podría dimitir esta tarde después de haber sido acusado de ver un vídeo porno en la Cámara de los Comunes»).
Ni el señor Parish ni nadie debería ocupar su tiempo de trabajo en actividades ajenas a su cometido. Cualquiera disfruta hoy de acceso instantáneo a mundos virtuales paralelos de Internet. Un ciudadano corriente de cualquier edad y condición que disponga de celular y conexión a la red entra y sale en cuestión de segundos a un diccionario, un museo del mundo, la biografía de cualquier escritor, una ciudad u otro país tocando una pantalla mínima con dos dedos.
No hace tanto tiempo, uno veía el mar por primera vez y era capaz de emocionarse. Para contemplar el mar uno viajaba a la costa con sus padres, por ejemplo. Actualmente, un adolescente ve el cuerpo de una mujer desnuda, accidentes de tráfico con heridos y muertos, explosiones de gas, incendios y catástrofes naturales a través de fotografías y vídeos que aparecen en la pantalla de su dispositivo electrónico. Cuando alguien es grabado en una situación comprometida -la mayoría de las veces sin su consentimiento- y esa grabación se difunde de forma inmediata y viral, el daño puede ser irreparable. A veces una situación comprometida no tiene por qué ser mala o inmoral: imagine, por ejemplo, que se encuentra usted triste, enfadado, haciendo un brindis, muerto de risa, paseando al perro… En ocasiones, aun siendo obligada una rectificación porque la imagen robada puede disgustarle o estar descontextualizada, esta rectificación no se produce. Y esto es injusto. Los virus han dejado de pertenecer al ámbito de la medicina y ocupan otros campos como la comunicación, el acoso y la mala fe.
Al parlamentario británico -de gran parecido físico con Richard Burton, por cierto- le pillaron in fraganti ojeando pornografía en su smartphone cuando él tendría que haber estado centrado en asuntos de otra índole. Está claro que Neil Parish actuó de forma inapropiada. El mayor error del político ha sido desatender su labor en horas de trabajo. En segundo lugar, es reprobable que, como miembro parlamentario -MP-, este hombre visite páginas de pornografía, puesto que su actitud debe ser ejemplar.
No vendría mal matizar un par de conceptos, sin que esto sirva para justificar en absoluto un comportamiento fuera de lugar. Según la Real Academia Española de la Lengua, la pornografía en su primera acepción consiste en la «presentación abierta y cruda del sexo que busca producir excitación». Aquel que alguna vez en su vida haya ojeado pornografía sabe que la escenificación del juego sexual es falsa y fingida. El objeto de la pornografía es engañar al espectador haciéndole creer que todo es placentero y maravilloso. La pornografía utiliza a la mujer, si se trata de mujeres, como un objeto sexual y suele presentarla como esclava e inferior al varón. Muchas veces, la mujer es presentada en situaciones humillantes.
Según la institución cultural de la Lengua Española, el erotismo se define como «lo que excita el placer sexual» en su primera acepción. Se define en una segunda acepción como la «cualidad de ciertos hechos y situaciones que estimulan la sensualidad». El erotismo no denigra a nadie. Si hubiesen captado al parlamentario distraído contemplando cuadros eróticos quizás habrían considerado su falta un mal menor. Mas no estaría bien visto de ningún modo, obviamente. Neil Parish se ha disculpado ante los medios de comunicación. Parece encomiable el gesto de su esposa que afirme que quiere a su marido en estos momentos difíciles.
Escribía yo ahí arriba que uno podía callarse, que uno podía hablar echando toda la culpa al parlamentario, pero no dije lo que ahora digo, que uno también puede hablar, comprometerse y reconocer la admiración por la belleza femenina y no sentirse culpable