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AD en Resistencia

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Hoy, en el 83 aniversario de su fundación, no es fácil mantenerse indiferente frente a Acción Democrática. El halago o el agravio, la ponderación crítica de su papel histórico y la trayectoria de sus líderes son expresiones naturales, y más aún, en medio de la crisis política que atravesamos; sin embargo, para AD nunca habrá desinterés ni displicencia. Sería extensa la numeración de los aciertos alcanzados que le permitieron y permitirán corregir los errores, por lo que me permito enunciar tres importantes aspectos de un desempeño de más de ocho décadas que, por cierto, avisan, contrastando con muchos de sus adversarios, de un relevo generacional que se hizo constante a lo largo del tiempo. Consabido, toda una característica del régimen, a la genuina Acción Democrática, inequívoca y frontalmente opositora, se le ha impedido cumplir fielmente con una normativa, a través de su absurda judicialización: al igual que los colegios profesionales, sindicatos y demás gremios, o la casi totalidad de las universidades públicas y constitucionalmente autónomas, no se le ha permitido de manera legal el ejercicio de sus funciones, con plenas garantías y libertades.

Esta es una verdad incontestable que no impide una dinámica mínima a pesar de las amenazas, riesgos y peligros que hoy enfrenta con un gobierno que limita el ejercicio natural de la política, como ocurrió con los cuadros de la clandestinidad antiperezjimenista nutridos por entonces de una juventud que conjugó sus mejores esfuerzos con aquellos de mayor edad para derrotar en los sesenta a los enemigos de la libertad y de la democracia. Todavía es válido el modelo. Por una parte, la conformación de un partido policlasista constituyó un extraordinario aporte al país con una vigorosa presencia de todos los sectores y estratos sociales, dándole un auténtico soporte amplio y popular a la alternativa democrática; toda una señal ahora que hemos retrocedido a etapas de barbarie, era y será imposible contar con un partido exclusivamente burgués u otro obrerista, ante el abanico de las numerosas fuerzas sociales, además, agrarias, industriales, eminentemente técnicas, entre otras, que claman por espacios libres o independientes para poder realizarse. El pensamiento acciondemocratista fue siempre muy original y de vanguardia.

Por otra parte, entendido con los años como una manifestación de la universalidad socialdemócrata, incluso, autónomo respecto a la perspectiva demasiado eurocentrista que se extendió por el mundo. Un ejemplo es aquél singular Plan de Barranquilla (1931) fundado en nuestras más exactas realidades, problemas y demandas que hicieron una notable contribución al exitoso período puntofijista que cumplió exactamente con el programa que lo inspiró, un dato frecuentemente olvidado. Luego, ineludible el fenómeno, el partido fue producto de un liderazgo preclaro, valiente y firme que se multiplicó con el tiempo, y muy bien puede sintetizarse en la figura de Rómulo Betancourt; acotemos, muy pocas o poquísimas organizaciones sociales y partidos, produjeron una gama tan generosa de dirigentes curtidos, sensatos, audaces, que fueron líderes en pensamiento y acción, conductores confiables como los adecos.

Tres facetas que resultan encomiables y valiosas que no tienen ninguna comparación con el actual partido de gobierno, fundado en el gobierno y el cual quiere ser por siempre gobierno;  ni con los múltiples partidos que fungen de socios minoritarios cuales clientelas políticas de viejos logotipos y símbolos, sin hablar también de partidos que funcionan como una empresa a las expectativas del dueño. Por supuesto, Acción Democrática es portadora de una herencia que desea actualizarse, ajustada al drama social y económico que vivimos los venezolanos en el presente siglo, dándole sustancia a una nueva cultura política que rescate los principios y valores de nuestra venezolanidad para el cambio y la transformación institucional;  adaptarla a las nuevas tendencias tecnológicas y comunicaciones para cada vez estar más cerca del conciudadano es el trabajo.

Nada extraña la evidencia de un amplio reconocimiento al rol que jugó Acción Democrática en la historia contemporánea de Venezuela y el liderazgo representado por Rómulo Betancourt y otros grandes líderes que lo acompañaron, en un país de una bien ganada proyección continental, cuando le correspondió con mucho coraje defender a la naciente democracia ante la invasión castrocomunista, ahora aliados de los que gobiernan y antiguos adversarios. Vemos autores de extraordinarios estudios que reivindican al partido y a su principal fundador, Rómulo Betancourt, como Manuel Caballero y Germán Carrera Damas. Una voz crítica, como la de Arturo Sosa Abascal, nada más y nada menos que Superior General de la Compañía de Jesús, cuenta con una valiosa obra sobre la organización partidista y su líder. Un historiador de formación y militancia socialcristiana, como Naudy Suárez, ha escrito desde muy joven sobre el guatireño y, recientemente, nos informan, ha concluido el primer tomo de su biografía. Irremediable que investigadores profesionales versen sobre Acción Democrática, como el que fuese el embajador de Hugo Chávez en la Organización de Estados Americanos (OEA), Jorge Valero; recordemos que al partido se le quiso descalificar como un partido popular o de masas antes de arrancar la Revolución de Octubre. Valero deja asentado que, para esta oportunidad, antes de alcanzar el poder en 1945, ya era el más poderoso partido de la oposición, con predominio en la mayoría de las organizaciones sindicales y campesinas, con un liderazgo de clase media y relaciones con la burguesía emergente frente a las viejas oligarquías feudales (Véase “¿Cómo llego Acción Democrática al poder en 1945?”, Fondo Editorial Tripykos, Caracas, 1993: pág. 72 ss.).

Acción Democrática, sigue y seguirá honrando su compromiso con el país y con la unidad democrática, en la lucha y las reivindicaciones de las clases desprotegidas, en la recuperación de la democracia, en la defensa de la voluntad popular a través del voto y de sus leyes, en la defensa y el respeto por los derechos humanos. 

AD estuvo, está y estará siempre. El 28 de julio Venezuela cambió y el conciudadano determinó el rumbo que indica hacia la democracia.  Acción Democrática está comprometido con un proceso de transición, que conjugue la libertad, la paz y la reconstrucción institucional, el regreso de millones de hermanos que se vieron forzados a un exilio por causas políticas y financieras de los últimos 25 años. De modo que tenemos 83 años de experiencia política y  un intenso amor al país, que se ponen a la orden y al servicio para lograr y mantener una Venezuela libre y realmente de los todos venezolanos.

@freddyamarcano

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