Foto: Juan Barreto / AFP

Reflexiones sobre el curso de la dura batalla por nuestra democracia

Curados como estamos de espantos, esperamos algunas horas para confirmar la decisión de la Plataforma Unitaria de designar por unanimidad al ciudadano Edmundo González Urrutia como candidato presidencial para las elecciones del próximo mes de julio en Venezuela. Esta decisión es aplaudida y recibida con alegría y optimismo por las grandes mayorías venezolanas, deseosas de ir a votar para terminar con la pesadilla que ha sufrido el país por casi un cuarto de siglo.

No es posible prever lo que hará el régimen, pero, conociendo bien su perverso comportamiento de muchos años y la baja calidad moral de sus líderes, permaneceremos alertas ante cualquier estratagema o decisión arbitraria que puedan atentar contra el proceso electoral, acciones a las cuales el régimen nos tiene acostumbrados.

Lo cierto es que el costo político para Maduro y su pandilla de intentar algún nuevo desafuero ha crecido exponencialmente, gracias a la paciencia y determinación exhibida por las fuerzas de la oposición lideradas por María Corina Machado. En esta ocasión sus planteamientos y su firmeza se unieron a la decisión del candidato Manuel Rosales, la cual elogiamos, de declinar su candidatura en favor de la de González Urrutia. Machado sabe que, en este momento,  su papel de gran artífice de la candidatura de unidad, de tejedora del gran tapiz democrático que se requiere hoy para cambiar el modelo político imperante, es más importante y más enaltecedor que la obtención a corto plazo de la primera magistratura del país.

No tenemos dudas de que, de existir un proceso electoral bien supervisado por la oposición y por los observadores internacionales, habrá poco margen para que el régimen pueda alterar la voluntad del pueblo. Si se cuentan correctamente los votos, tal como ha sido ya establecido por todas las encuestas existentes en el país, aun aquellas que han sido complacientes con el régimen, una candidatura de unidad de la oposición tiene la victoria asegurada.

Lo que le espera a un próximo gobierno democrático

Conversaba hace un momento con un amigo sobre lo que esperaba a un próximo gobierno democrático de Venezuela. Lo que debe apreciarse en primer lugar es que este nuevo gobierno deberá tener como protagonista un equipo, más que una persona. La naturaleza presidencialista a la cual nos han tenido acostumbrados los líderes democráticos o autocráticos del pasado deberá ceder las riendas a un trabajo de equipo, donde el presidente esté dispuesto a escuchar a los integrantes del equipo que lo vaya a asistir en esta dura tarea que se avecina. Si lo pueden manejar de esa forma se les facilitará enormemente la tarea.

Encontrará una Venezuela literalmente en ruinas. Bajas reservas internacionales, una industria colapsada, la población exhausta por tantos años de privaciones, con siete millones de compatriotas en el exterior, con masivas actitudes de desesperanza entre la población debido a la horrible experiencia que han sufrido, servicios públicos de ínfima calidad en necesidad de modernización y eficiencia operativa. Se sentirán como el mosquito que volaba alrededor del elefante y decía: “Sé lo que debo hacer, pero mi problema es por dónde comenzar”.

Lo cierto es que no será posible atacar los problemas en secuencia, porque hay múltiples asuntos que requieren de inmediata atención. Será necesario responder simultáneamente a ellos. Pero, lo que sí parece claro es que desde el día uno la nueva democracia venezolana debe anunciar al mundo su decisión de abrir las puertas a la inversión de las corporaciones internacionales y de comenzar a trabajar en conjunto con las instituciones multilaterales de desarrollo, a fin de planificar las tareas de reconstrucción que son necesarias y perentorias. El día uno también se deberá tomar las riendas de las relaciones del nuevo gobierno con el sector militar, aprovechando lo que será el fuerte apoyo popular e internacional al nuevo gobierno. No es posible ocultar que la Fuerza Armada venezolana ha tenido grave responsabilidad en el desastre ocurrido durante estos años, por lo cual se deberá lograr una decisiva modificación actitudinal de respeto al gobierno y a la Constitución por parte de esta institución, obviamente mediante el reemplazo de los líderes castrenses que apuntalaban al régimen anterior. Parece cierto que los cuadros medios e inferiores de la Fuerza Armada estarán de acuerdo con respetar un nuevo gobierno surgido de la voluntad popular, sobre todo porque muchos de ellos también han sufrido los efectos de las falsas promesas y del desastre social generado por las autocracias chavistas/maduristas.

Este primer gobierno democrático probablemente sufrirá significativo desgaste de su popularidad en el mediano plazo, ya que tendrá que tomar decisiones duras para el país. Será un típico gobierno de transición que permita a un segundo gobierno democrático consolidar los rumbos iniciados pero ya con una base más firme, con una industria petrolera, una agricultura y una actividad comercial en positivo desarrollo. Tendrá la hermosa oportunidad de echar a andar políticas correctas de salud, de infraestructura y de educación, las únicas industrias “básicas” en las cuales deben participar los estados, dejando el resto de la actividad económica al sector privado.

Personalmente, sueño con el temprano establecimiento de una política de Estado que inicie un programa nacional de educación ciudadana en todas las escuelas primarias y secundarias del país, política que pase de un gobierno al siguiente sin interrupción, a fin de lograr en el curso de una a dos generaciones una masiva modificación actitudinal en los venezolanos, la cual logre transformar lo que ha sido por muchos años un gentío dependiente en el Estado paternalista en un país de ciudadanos activos y autosuficientes, quienes precien tanto la necesidad de cumplir con sus deberes como exigir sus derechos. No hay lo uno sin lo otro en una sociedad civilizada.

Me siento muy contento y optimista del giro que están tomando los acontecimientos en Venezuela y me alegro de ver que hay una real posibilidad de llegar a una solución pacífica y electoral de la crisis venezolana. He estado convencido por mucho tiempo de que ello era imposible y me alegra mucho ver que podría estar equivocado.


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