OPINIÓN

A aquellos maestros del Muñoz Tébar de Los Teques, con cariño

por Sergio Foghin Sergio Foghin

Biografía del doctor Jesús Muñoz Tébar, obra de José Alberto Olivar

Ha transcurrido más de medio siglo desde que la promoción de bachilleres mercantiles Dra. Reyna Sánchez de Rivas egresara del Instituto de Comercio Dr. Jesús Muñoz Tébar, de la capital mirandina. Cincuenta años es el lapso que los historiadores de oficio han establecido para aceptar que las apreciaciones acerca de una época, puedan considerarse ya desprovistas de excesivos apasionamientos y subjetividades.

El Muñoz Tébar había sido fundado a finales de la década de 1950 como escuela técnica y recibido su denominación en honor al destacado ingeniero que fuera conocido como “la luminaria del septenio”, quien se desempeñó como ministro de obras públicas durante el primer período presidencial de Antonio Guzmán Blanco. Sobre Jesús Muñoz Tébar (1847-1909), José Alberto Olivar, recientemente electo individuo de número de la Academia Nacional de la Historia, aportó un valioso estudio, publicado en la Biblioteca Biográfica Venezolana (El Nacional/Banco del Caribe, 2008). 

Los Teques, fundada en 1777 sobre antiguos asentamientos indígenas, se extiende sobre una topografía accidentada y, hasta la década de 1960, cuando comenzó su acelerada expansión urbana, conformaba una pequeña conurbación constituida poco más que por el casco central, conocido como El Pueblo, con su plaza Bolívar, y un sector desarrollado hacia el sur, denominado el Llano de Miquilén, con las plazas Miranda y Guaicaipuro; ambos núcleos unidos por una estrecha vía denominada La Hoyada, topónimo que refleja las características del relieve tequeño. 

Desde 1894 hasta 1966, los trenes del Gran Ferrocarril de Venezuela recorrieron periféricamente la ciudad, dejando su impronta en la toponimia local –barrio La Línea-, en la climatología venezolana, con la valiosa serie histórica de pluviosidad 1901-1946, además del desconsuelo de una distinguida familia, tras un fatal accidente ocurrido en la vía férrea. El ferrocarril pasaba por un elevado viaducto, tendido sobre una arbolada depresión que, en 1923, por iniciativa del sabio Henri Pittier, se convirtió en el primer jardín botánico de Venezuela, honrando el nombre del ingeniero Gustavo Knoop, un gran conservacionista, promotor de la plantación de millares de palmas que dieron origen al microtopónimo de Parque de Los Coquitos. En aquello años, bajo la dirección de Knoop también se comenzaron a plantar numerosos eucaliptos, especie exótica que actualmente causa problemas a lo largo de carreteras, como la Panamericana. 

El Liceo Miranda, el Pignatelli, la Normal Luis Correa, la Escuela Técnica Industrial, el Liceo San José y los colegios Sagrado Corazón de Jesús, Santo Domingo Savio y María Auxiliadora, se contaban para la época entre las principales unidades educativas, además del ya citado Instituto de Comercio Dr. Jesús Muñoz Tébar.

Aunque la historia de Los Teques está recogida magistralmente en el libro Los Teques, crónicas de andar y ver, del doctor Ildefonso Leal (2009), se imponía esta breve contextualización geohistórica antes de recordar a aquellos maestros. Fue la decisiva influencia de algunos de ellos lo que nos condujo a transitar las sendas de las ciencias geográficas y no las de las ciencias actuariales, como habría sido más esperable. Tampoco puede olvidarse que, tratándose de educación, el espacio geográfico es la primera y más importante aula. 

Aquellos maestros trabajaban bajo la dirección de Héctor Borges Montero, distinguido docente barquisimetano, asistido en la Subdirección por Nilda Díaz, profesora de Geografía e Historia, conocida por el estudiantado como “la Patrulla”, porque ser sorprendidos por ella, deambulando por los pasillos en horario de clase, era garantía de problemas. Profesoras de Geografía e Historia eran también Mercedes Arbeláez y Gravia Petit de Trejo, “mi Maestra Paraguanera”. A doña Gravia le dedicamos unas notas especiales en la sección Cartas a El Nacional (03-07-85, p. A5). Eugenio Lárez, profesor de Educación Física, guía y amigo dilecto, luego fundador de dicha especialidad y primer Jefe de Departamento en el Instituto Pedagógico de Maturín. 

Cruz González y Wilfredo Báez, excelentes docentes de Matemáticas. Leticia Moros Ghersi, distinguida dama tequense; economista, profesora de Estadística. Osman López, profesor de Química. Rosa de Martín, más conocida por sus alumnos como “Carol Burnett”, docente de Reconocimiento de Producto (una Química aplicada). Rosalina García de Jiménez, docente de Inglés, hoy Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Olga de Rojas, profesora de Castellano. Yolanda Urbina de Castejón, mujer elegantísima y notable docente de Organización de Empresas. Y Reyna Sánchez de Rivas, barquisimetana, abogada, magíster y doctora en Derecho. Reyna Sánchez, nuestra profesora de primero –cuando tenía 22 años y un Hillman rojo- a quinto año. Por supuesto, madrina de la promoción. La lista no está completa, desde luego, pero a todos, sin excepción, transcurrido más de medio siglo, los recordamos con afecto y gratitud en el Día del Maestro.

Integrantes de la promoción de bachilleres mercantiles Dra. Reyna Sánchez de Rivas,  Instituto de Comercio Dr. Jesús Muñoz Tébar 1966-1971

 

En esta fecha también queremos recordar a otro insigne maestro, aunque quizá nunca pisara un aula de clase: don Arístides Bastidas (1924-1992), maestro del periodismo ambiental. Un artículo suyo, publicado en El Nacional (p. C1) el 29 de marzo de 1971, constituyó, para quien escribe, el impulso definitivo para emprender la carrera geográfica. Pero este asunto amerita un artículo aparte. Feliz Día del Maestro a nuestros profes y colegas. Y, a pesar de todo, a pesar de todo: ¡adelante con los faroles!

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