Para hablar de drogas y Venezuela quién mejor que Wiliam Brownfield, por casi una década encargado de la política antinarcóticos de Estados Unidos en el Departamento de Estado y embajador de su país ante Caracas.
En entrevista con El Tiempo, Brownfield analiza la nueva estrategia de Washington para forzar la caída del régimen de Nicolás Maduro y dice que en cierto sentido lo anunció la semana pasada es la aplicación de la llamada «opción militar» en este siglo XXl.
Advierte, a su vez, que el plan de transición a la democracia en Venezuela que presentó Estados Unidos exige la salida total tanto del ELN como de las disidencias de las FARC, que incluyen a sus líderes que llevan años escondiéndose bajo la sombra del chavismo.
—Algunos ven en el despliegue de fuerzas, anunciado la semana pasada, un preludio de lo que sucedió en Panamá a finales de los años ochenta. ¿Es eso lo que está pasando?
—Es peligroso interpretar de esa manera lo que sucedió, especialmente para aquellos en Venezuela y para la oposición creer que están próximos a ver una especie de intervención internacional como esa que menciona. No creo que eso vaya a suceder y es importante que la oposición siga concentrada en los pasos que deben tomar para acabar con esta tragedia. No deben contar con que Estados Unidos u otro entrará a solucionarles los problemas que tienen.
—¿Lo que quiere decir es que no hay apetito en Washington para una intervención de esta naturaleza?
—Lo que diría también es que no estamos en 1989. Han pasado 31 años y hay muchas opciones militares que no se parecen a las del último siglo y no requieren miles de soldados desembarcando en las playas de Venezuela y marchando hacia Miraflores.
Hay formas de hacer intervenciones indirectas o usando tecnología, de causar trastornos a la cadena de mando, de establecer zonas humanitarias en la frontera o de ataques de precisión que se pueden lanzar desde miles de kilómetros de distancia si se quiere mandar un mensaje sin poner en riesgo a la población. No es que no exista apetito de ningún tipo. Lo que hay son muchas opciones disponibles que son diferentes a esas que se mencionan.
—Pero Estados Unidos dijo que esto es una operación eminentemente antinarcóticos. ¿Lo que usted nos dice es que quizá es más que eso y va dirigido a sacar a Maduro del poder?
—Puede ser parte de esa misma aproximación. Es algo que se hace por fuerza del territorio de Venezuela en aguas y espacio aéreo internacionales, y que se hace entre muchos países entre ellos Gran Bretaña, Holanda, Francia y valga decir, Colombia. Se está usando mucha tecnología en lugar de una gran fuerza para lograr sus objetivos y está diseñada para enviar un mensaje y golpear a aquellos en Venezuela que usan su posición para lucrarse con millones de dólares provenientes de actividades criminales.
Es la aplicación de la opción militar en el contexto del siglo XXl. Es por eso, además, que pienso que se deben mirar los tres anuncios hechos por Estados Unidos, en estos días (despliegue naval, cargos por narcotráfico contra Maduro y su entorno y el plan de transición a la democracia que presentó el Departamento de Estado), como un paquete de acciones con un mismo fin.
—Explíquenos cómo se relacionan esas tres medidas
—En su conjunto mandan un mensaje, y este es que las cosas se van a poner mucho más difíciles para el régimen, para Maduro y sus aliados, pero que hay una salida, una hoja de ruta que permite salir de esta situación y que es democrática, que es aceptada para una mayoría de países y que ofrece a la mayor parte del círculo de Maduro una amnistía. De eso se trata.
—¿Qué les dice a los que piensan que la única razón por la que el presidente Donald Trump está apretando en Venezuela es porque quiere asegurar una victoria en la Florida, donde viven muchos venezolanos exiliados y el tema es popular entre el anticastrismo?
—Aunque no es imposible, en este momento Estados Unidos está en medio de una pandemia mundial y creo que pocos están pensando en eso. Sin duda, es un mensaje político, pero para Maduro y su gente. Y es que aun si no quiere salir de manera voluntaria hay un marco desarrollado que permite hacerlo a un lado y que le garantiza a los que lo hagan que pueden sobrevivir a esto sin que se les castigue por lo que hicieron en el pasado.
Hay quienes dicen que la estrategia tiene serias contradicciones porque, al parecer, elimina cualquier incentivo para Maduro y su entorno de negociar, ahora que saben que su futuro puede ser una cárcel en Estados Unidos. Cuando salieron los encauzamientos, que fue lo primero que se conoció del ‘paquete’, debo decir que me tomaron por sorpresa dado el momento en el que estábamos. Pero ahora que conozco los otros componentes de la estrategia, ya no tanto. Era muy probable, como bien dice, que Maduro no aceptara, y ya lo hizo. Él sabe que todavía tiene opciones, como tomar una avión para La Habana o para Moscú y eso no lo cambia el hecho de que acaba de ser acusado por una corte en Estados Unidos.
Pero el mensaje no era solo para él sino para la jefatura militar, para líderes chavistas, para gobernadores, de que existe una salida del problema. Y esa salida no tiene que suceder ya. El marco es una oferta que pueden tomar en dos meses o en 6 meses o en un año o cuando las condiciones se den.
—¿Cree usted que esas acusaciones por narcotráfico pueden hacer parte de una eventual negociación con Maduro o son definitivas y permanecerán por siempre?
—Hoy no están sobre la mesa y no hacen parte del plan de transición. Usted conoce el sistema legal de este país. Cuando el fiscal general o un fiscal presenta un encauzamiento, eso quiere decir que tiene suficiente evidencia para llevar el caso a juicio y cree que puede obtener una condena. Dicho eso, el mismo sistema permite que quien presentó esa acusación, en este caso el fiscal general, los retire o decida no enjuiciar. Su potestad es absoluta.
—En entrevista con este diario, el ex subsecretario de Estado para el Hemisferio, Roger Noriega, decía que el plan de transición ofrecido por Estados Unidos equivale a un “ablandamiento” de Washington frente a Maduro, pues hasta le permite participar en elecciones futuras. ¿Qué opina?
—La oposición cree que han sido quemados ya en tres ocasiones; recurrieron a la comunidad internacional como mediadores para un diálogo con Maduro y por eso no confían en otro proceso semejante. Ahora, con la estrategia de Estados Unidos, se acusa de narcotráfico a la cabeza del Estado y se ofrece un precio por su captura (15 millones de dólares). Eso lo que asegura es que Maduro no pueda permanecer ni regresar a Venezuela nunca más. Es poco probable que quiera quedarse, cuando sabe que hay una recompensa por su captura. Y creo que precisamente por eso que el presidente interino, Juan Guaidó, apoya este plan, porque los cargos y la recompensa son la garantía de que Maduro no se quedará en el país.
—El objetivo central de toda la estrategia parece ser el mismo de siempre pero que hasta ahora no se ha logrado: romper el respaldo de las fuerzas armadas a Maduro. ¿Cree que ahora sí se pueda lograr?
—El plan tiene muchos componentes, pero no hay duda de que ese es uno muy importante. Y creo que ahora con el coronavirus, que en Venezuela será una tragedia porque no tienen un sistema de salud, el punto de inflexión está más cerca.
—¿Qué mensaje ve en todo esto para el ELN y las disidencias de las FARC, cuyos miembros fueron incluidos en los encauzamientos del Departamento de Justicia?
—El plan de transición exige la salida de todas las fuerzas externas de Venezuela. Si bien la mayoría de personas vio en eso una referencia a personal de Cuba y Rusia, también está dirigido a las disidencias el las FARC y el ELN, de los que hay miles en Venezuela. Para ellos debe haber cero espacio y deben salir de inmediato y eso quedó clarísimo en el plan.
Una vez se restaure la democracia y el régimen salga, se acabará también la protección que han recibido por más de dos décadas en ese país para avanzar en su agenda criminal. El negocio del narcotráfico se les va a acabar y todos los que han buscado refugio en este país tendrán que abandonarlo.
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