Tulin Akkaya trataba de poner orden en sus ideas tras haber sido despertada abruptamente por el peor terremoto en de edad Turquía en casi un siglo cuando una segunda sacudida la hizo salir corriendo a la calle.
«Estoy muy asustada. Sentí (la réplica) muy fuerte porque vivo en el último piso», dijo esta ama de casa de 30 años de edad.
«Salimos corriendo presas del pánico. Fue casi igual que el terremoto de la madrugada. Ahora no puedo volver a mi apartamento, no sé qué pasará después», añadió la mujer.
Muchos inmuebles estaban en ruinas en su ciudad, Diyarbakir, en el sureste del país, que acoge a muchos de los millones de personas que han huido de la guerra y la pobreza en la vecina Siria.
La misma escenas de devastación se extendía por las principales ciudades fronterizas de ambos países tras el sismo de magnitud 7,8 que se produjo antes del amanecer.
La réplica fue de magnitud 7,5, algo que según los científicos sólo se produce unas 20 veces al año en todo el mundo.
Las autoridades cian en cerca de 1.800 el número total de muertos.
El sismo golpeó una zona remota y poco desarrollada. El desafío al que se enfrentan los equipos de rescate tanto en Turquía como en Siria es inmenso.
Las autoridades contaron más de 50 réplicas en las primeras 10 horas tras el sismo inicial y advirtieron que seguirían produciéndose durante muchos días más.
«Apocalipsis»
Varios edificios se derrumbaran tanto en Diyarbakir como en ciudades cercanas.
La segunda gran sacudida llegó justo cuando los supervivientes empezaban a volver a sus casas para recoger pertenencias que pudieran ayudarles a pasar la fría noche que se avecinaba.
La mayor parte de la región se quedó sin gas ni electricidad.
El servicio meteorológico pronostica lluvia y aguanieve en el sudeste de Turquía durante gran parte de la semana.
«Es una zona sísmica, así que estoy acostumbrada a las sacudidas», declaró la reportera Melisa Salman, que vive en Kahramanmaras, epicentro del sismo, a unos 60 km de la frontera siria.
«Pero es la primera vez que vivimos algo así», dijo a AFP esta joven de 23 años. «Pensamos que era el apocalipsis».
«Estamos afuera desde las cuatro y media de la madrugada. Está lloviendo, pero nadie se atreve a volver a sus casas por miedo a nuevas réplicas», agregó.
A pesar de que la tierra no deja de temblar, los equipos de rescate, a menudo apoyados por la población local, siguen buscando víctimas.
Una niña de seis años fue rescatada tras horas de trabajo de los socorristas ayudados por su padre.
En total, tres niños pudieron ser rescatados de entre los escombros de este edificio completamente en ruinas en Kahramanmaras.
«Pude salvar a tres personas. Pero también encontré dos cuerpos. No puedo volver a casa. Me quedo por si me necesitan», dijo Halis Aktemur.
Este hombre de 35 años vino a ofrecer su ayuda a los equipos de rescate que trabajaban en las ruinas de un edificio en Diyarbakir.
Algunos establecimientos, como gimnasios o salas de recepciones, acogen a personas que no pueden regresar a sus hogares en Diyarbakir, constató un corresponsal de AFP.