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Por qué el segundo gobierno de Michelle Bachelet es considerado importante

Michelle Bachelet tiene 66 años. Algunos especulan sobre la posibilidad de un tercer mandato. Por ahora será funcionaria de la ONU

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Este domingo el empresario Sebastián Piñera fue juramentado como presidente de Chile tras ganar las elecciones el pasado diciembre. Él sucede a la socialista Michelle Bachelet, quien asegura irse «por la puerta ancha».

«Me voy contenta, me voy satisfecha», dijo esta semana. «Hay cosas que no logramos hacer, pero para mucha gente Chile es hoy un mejor país que hace cuatro u ocho años», agregó.

En la última década, muchos chilenos salieron a la calle para pedir reformas, demostrando que no eran tan conservadores como su clase política. Bachelet quiso responder a esa voluntad de cambio y en el proceso levantó ampollas en la vieja élite.

Sus críticos, en todo caso, aseguran que se va tras cuatro años de escándalos de corrupción, improvisación y desaceleración económica.

Su más claro antagonista, Sebastián Piñera, derrotó al candidato oficialista, Alejandro Guillier, por 10 puntos de diferencia.

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Para muchos, esa derrota fue una prueba clara de la desaprobación general de Bachelet.

De hecho, la mandataria terminó su segundo mandato con una aprobación de poco más del 40%, mucho menor que la que obtuvo en su primer gobierno (2006-2010), que finalizó con cerca de un 80% de opiniones favorables.

Más allá de esas cifras, pocos disputan que el segundo mandato de Bachelet ha sido el más transformadoren la historia reciente de Chile, por sus reformas a un modelo de país que seguía arrastrando la herencia del régimen militar de los años 80.

Chile era, por ejemplo, una de las seis naciones del mundo en las que el aborto era totalmente ilegal, hasta que el gobierno saliente logró aprobar su despenalización en tres causales pese a la presión de una parte de la clase política y de la Iglesia.

Reformas como ésta hicieron de Bachelet, la primera mujer presidenta del país, una figura distinguida y galardonada en el extranjero.

Programa progresista y ambicioso

Bachelet, de 66 años, ganó las elecciones en 2013 con un programa progresista que prometía un «Chile para todos».

«Tenemos que llevar a cabo reformas más profundas si de verdad queremos derrotar la desigualdad en nuestro país», dijo al lanzar su candidatura.

La entonces candidata se proponía atender a las demandas de los miles de chilenos, sobre todo estudiantes, que habían salido a las calles en masivas e inéditas movilizaciones durante el primer gobierno de Piñera.

Su programa se concentró en tres ejes: impuestos, educación y Constitución.

Y de alguna manera, en los tres ámbitos Bachelet logró cambios significativos, aunque ninguno de ellos está libre de sombras.

Reformas tributaria y educativa

En un país donde las grandes empresas estaban eximidas de pagar impuestos por sus ingresos totales, Bachelet logró aprobar una reforma tributaria para aumentar las entradas del Estado a costa del sector privado.

El destino de esos impuestos estaba claro desde un principio: financiar la gratuidad de la educación.

«En realidad, la (reforma) tributaria solo tenía por fin financiar la educativa; era instrumental, no fue un cambio de fondo», le dice a BBC Mundo Ascanio Cavallo, analista, periodista y politólogo chileno.

La reforma educativa buscó garantizar la educación básica, media y superiorpara los millones de chilenos que se veían excluidos por un sistema fundamentalmente privado y costoso.

«Pese a un par de cosas que faltaron, se logró mover el cerco en la cancha educativa y se abrió la puerta para nuevas y mejores reformas», opina por su parte el politólogo Kenneth Bunker.

«En ese sentido, creo que fue una reforma bastante exitosa», asegura el académico de la Universidad Central de Chile.

Cavallo, por su parte, sostiene que la ley «quedó defectuosa, porque el dinero estimado no alcanza para una educación gratuita universal, aunque sí para los más pobres, que no es poco decir».

«En realidad», acota, «era muy difícil lograr la educación gratuita universal».

Muchos creen que las expectativas que sembró Bachelet al comienzo de su gobierno eran tan altas que al cumplirlas de manera limitada —como suele ocurrir en política— algunos quedaron insatisfechos.

Cambio de Constitución

Quizá eso también fue lo que pasó con la reforma a la Constitución, una Carta Magna que si bien ha sido ampliamente reformada desde 1990, tiene su origen en la aprobada durante el último régimen militar.

El lunes pasado, a cinco días de entregar el poder, Bachelet anunció en cadena nacional que al día siguiente presentaría al Congreso el proyecto de una nueva Constitución.

«No hay opciones reales de que el proyecto sea aprobado, porque con el cambio de gobierno las prioridades serán otras y creo que el anuncio fue más un saludo a la bandera para cumplir con el programa», asegura Bunker.

«Hubo un momento constituyente donde la gente se movilizó, se gastaron recursos y la gente tenía esperanza, pero el proyecto fracasó porque la coalición de gobierno se fragmentó», explica el especialista, quien habla de esto como «el gran fracaso del gobierno de Bachelet y un reflejo de lo apresurado que termina».

Cavallo, en cambio, sostiene que el proceso constituyente es »lo que más rescataría del gobierno», porque «se logró, a través de los cabildos constitucionales que la gente entendiera la necesidad de cambiar la Constitución».

Sin embargo, añade, el fracaso de la aprobación muestra que este gobierno «se vio muy afectado por una coalición frágil e incompetente».

Medios locales han reportado que la relación entre Bachelet y su coalición, la Nueva Mayoría, terminó muy deteriorada.

Ahora queda en manos de Piñera y de un Congreso sin mayoría clara ver qué se hace con el proyecto constitucional presentado por Bachelet, que, entre otras cosas, contempla la igualdad salarial entre hombres y mujeres.

El nuevo mandatario ha dicho estar preparado para tener «un debate democrático» sobre el tema.

Un gobierno de cambio profundos

Algunos creen que los gobiernos que sucedieron al régimen militar de Augusto Pinochet no fueron muy diferentes entre ellos ni hicieron los cambios que exigía un país que buscaba superar el autoritarismo del pasado.

Por eso, el gobierno de Bachelet es visto como el salto más importante que ha dado Chile en la consolidación de la democracia.

Sin embargo, el balance que hacen muchos chilenos del gobierno saliente está marcado por los casos de corrupción de larga data destapados por la prensa, uno de los cuales involucraba al hijo mismo de la presidenta, quien finalmente fue exonerado de los cargos de tráfico de influencias.

Sus defensores, no obstante, dicen que precisamente esos escándalos se conocieron gracias a los cambios de fondo que impulsó Bachelet.

Uno de ellos fue la abolición del sistema político binominal, que beneficiaba a los partidos tradicionales.

Otras reformas consideradas transformadoras fueron la aprobación de la unión civil para personas del mismo sexo -en un país donde ser homosexual fue ilegal hasta 1999-y del aborto en tres casos especiales.

Ahora Piñera asume el poder con la promesa de devolver el crecimiento económico a un país que se desaceleró durante los últimos años.

Pocos creen que el nuevo presidente, un exitoso empresario más pragmático que ideológico, trate de echar para atrás las reformas de Bachelet, no solo porque admite la pertinencia de algunas de ellas, sino porque los presidentes chilenos no suelen hacer borrón y cuenta nueva.

Se espera que Piñera empiece implementando políticas para incentivar las inversiones y garantizar la seguridad en el sur del país, donde se desarrolla el conflicto mapuche.

Habrá que dejar pasar el tiempo para valorar las reformas impulsadas durante la presidencia de Bachelet y concluir cuán exitoso fue su gobierno.

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