
No seáis los altavoces de quienes gritan más fuerte, y recordad las guerras y situaciones olvidadas, son algunos de los consejos de la lección de buen periodismo que el Papa impartió este sábado a los corresponsales extranjeros en Italia, a quienes recibió con sus familias en el Vaticano.
Los cerca 400 periodistas acreditados en la asociación de la Prensa Extranjera de Roma y que normalmente cubren las audiencias que celebra el Papa, esta vez eran protagonistas. El discurso era para ellos.
Y también fueron ellos quienes dirigieron su discurso a Francisco, representados por la presidente de la asociación, la estadounidense Trisha Thomas, quien habló al Papa de la necesidad de que el periodismo luche contra las noticias falsas y también contra el odio que fluye en las redes sociales, y citó los varios periodistas que han muerto recientemente ejerciendo su oficio.
En la Sala Clementina del palacio apostólico, Francisco comenzó su discurso asegurando que «aprecia» el trabajo de los periodistas y que «también la Iglesia lo aprecia»: «Incluso cuando metéis el dedo en la llaga, y cuando la llaga está en la comunidad eclesiástica».
Desde 1988, cuando el papa san Juan Pablo II acudió a la sede de la Asociación de la Prensa Extranjera y después les invitó a la residencia de Castelgandolfo con sus familias, un pontífice no se reunía específicamente con los reporteros extranjeros.
Lo primero que recibió Francisco fue el carnet de socio de la Prensa Extranjera y una invitación a que vaya a la sede, como hizo Karol Wojtyla
En su discurso, el Papa exhortó a los presentes a que realmente la «comunicación sea un instrumento para construir y no destruir», «que no siembre el odio, que dé voz a quien no tiene voz, y que no sirva de megáfono a quien grita más fuerte».
El pontífice argentino hizo notar la necesidad de humildad para buscar la verdad y evitar así «la presunción de saber ya todo».
«Periodistas humildes no quiere decir mediocres, sino más bien conocedores de que a través de un artículo, un tuit, un directo televisivo o radiofónico se puede hacer el bien, y, si no se es escrupuloso, el mal al próximo, incluso a enteras comunidades», subrayó.
Puso el ejemplo de cómo ciertos titulares «gritados» pueden crear «una falsa representación de la realidad».
Y que aunque «las rectificaciones siempre son necesarias» ahora en la era de Internet, cuando las noticias viajan rápidamente y las informaciones falsas se difunden pareciendo verdad, «puede no bastar para restituir la dignidad».
Francisco continuó su lección del buen periodismo pidiendo a los reporteros que «resistan a la tentación de publicar noticias no suficientemente contrastadas».
La humildad, remarcó, puede servir al periodista «para dominar la prisa, intentar detenerse y encontrar el tiempo necesario para entender».
En estos tiempos en los que, especialmente en las redes sociales y no solo, «se usa un lenguaje violento y despreciativo que hiere y a veces destruye a las personas, se necesita calibrar el lenguaje», señaló el Papa.
También instó a quienes difunden noticias falsas a «no comerciar con la comida podrida de las desinformación y ofrecer el pan bueno de la verdad».
El Papa invitó, además, a los periodistas a estar de la parte de los excluidos y descartados, «de los que nunca están bajo los focos» y de recordar siempre «esas guerras olvidadas, pero que aún existen».
«¿Quién se acuerda hoy de los rohingya o de los yazidíes? Están olvidados y continúan sufriendo», señaló el Papa.
«No hay que olvidar este Mediterráneo que se está convirtiendo en un cementerio», añadió entonces Francisco al discurso que había escrito.
Como en todos sus encuentros, el Papa dio la bendición a los presentes, pero cuando se le explicó que algunos presentes eran no católicos o no creyentes, bendijo a todos «en silencio».
Después, durante más de una hora, saludó uno a uno a los periodistas que habían llevado a conocer al Papa a sus hijos y familiares y el pontífice regaló a todos un libro con sus discursos sobre la comunicación que llevaba un título con una recomendación: «Comunicar el bien».
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