El papa Francisco volvió a demostrar su cercanía con la gente durante la tradicional audiencia de los miércoles en la plaza de San Pedro, en la que saludó y bromeó con miembros de un equipo de fútbol de seminaristas y con un grupo de motociclistas.
En medio de una multitud de aproximadamente17.000 fieles provenientes de todo el mundo congregados en la plaza, el sumo pontífice hizo subir al papamóvil descubierto a cinco niños y dos niñas que le acompañaron a lo largo del recorrido.
Tras la habitual lectura de la homilía, Francisco se acercó a saludar a grupos y delegaciones, entre ellos los miembros de la Clericus Cup, la asociación de fútbol formada por seminaristas de la Iglesia Católica en Roma.
Con ellos bromeó, firmó camisetas e incluso se atrevió a dar algunos toques al balón con las manos.
Los deportistas regalaron al Papa el brazalete de capitán entre gritos de los asistentes a la audiencia de «solo hay un capitán», el cántico normalmente reservado al ex jugador de la Roma Francesco Totti.
Francisco se acercó también a saludar a miembros de una asociación de motociclistas católicos procedentes de Würzburg (Alemania), que le presentaron un chaleco del club con su nombre.
Además, trajeron una Harley Davidson especialmente personalizada en honor del pontífice, que no dudó en dar el toque final estampando su firma »Franziskus» sobre el depósito.
El papa Francisco posa con miembros de la asociación de motociclistas «Moteros de Jesús» durante la audiencia general de los miércoles en la plaza de San Pedro en el Vaticano. EFE/ Angelo Carconi
El papa Francisco firma en el depósito de una Harley Davidson mientras saluda a miembros de la asociación de motociclistas «Moteros de Jesús» en la plaza de San Pedro en el Vaticano. EFE/ Angelo Carconi
El papa Francisco saluda a miembros de la asociación de motociclistas «Moteros de Jesús» durante la audiencia general de los miércoles en la plaza de San Pedro en el Vaticano. EFE/ Angelo Carconi
El papa Francisco saluda a miembros de la Copa Clericus, un torneo anual que se celebra entre seminarios católicos romanos. EFE/ Angelo Carconi
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