Erik Varden, obispo de Trodheim | Lupe de la Vallina

El gobierno de Noruega está trabajando en una reforma de ley del aborto que permitiría esta práctica letal para el feto hasta el final de la semana 18 de gestación. Ante esto, los obispos del país han enviado una carta al Ejecutivo posicionándose en contra de la medida, que justifican como una mezcla de ciencia, política e ideología.

La legislación de la nación nórdica de 1975 permite acabar con al vida de un niño en el seno de su madre hasta la semana 12 de embarazo. Como señala el episcopado noruego, al comparar el nuevo proyecto con el ya existente han observado cambios éticos y antropológicos «para peor». La norma vigente requiere que la mujer que quiere abortar presente una solicitud a una junta médica, que revisa cada caso. Este requisito quedaría eliminado con la reforma.

«Se trata de un paso atrás en términos de la herencia cristiana y humanista de Noruega», afirman los obispos firmantes de la carta, Erik Varden, de Trondheim, y Bernt Edvig, de Oslo, dirigida al Ministerio de Salud y Atención. En la misiva, denuncian que la propuesta no considera los intereses del niño por nacer, al tiempo que establece un concepto ambiguo de la vida humana. «La propuesta de ley cancela al feto como sujeto con derecho a derechos. La consideración del aborto tiene, en el sentido estricto de esta palabra, una dimensión trágica», escriben.

Varden y Edvig advierten que la nueva ley del aborto trataría al no nacido «como algo que crece del cuerpo de la mujer, una suerte de parásito orgánico». Continúan: «Somos capaces, al mismo tiempo, de considerar a un feto de 18 semanas como una no persona y como un bebé querido». El criterio de distinción es «el grado en que el bebé es deseado», concluyen.


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