El viernes 9 de junio de 1995, hace 25 años, el Estado colombiano dio uno de los golpes más significativos en su larga y dolorosa lucha contra el narcotráfico: fue capturado Gilberto Rodríguez Orejuela, conocido como «el Ajedrecista», jefe máximo del cartel de Cali. El hombre que, además, penetró la política de manera ilícita como ningún otro.
Oculto dentro de una caleta, detrás de un armario en una casa del norte de Cali, fue encontrado Rodríguez Orejuela, de 56 años de edad, y hasta ese momento el hombre más buscado del mundo.
El Bloque de Búsqueda dio con el paradero del poderoso narcotraficante que llegó a ser tan fuerte en el mundo de la mafia que no vaciló en hacerle frente a Pablo Emilio Escobar Gaviria, jefe del cartel de Medellín.
En efecto, el otrora mensajero de droguerías había llegado a lo más alto en la cúspide del crimen.
Un capo que incursionó en el mundo del narcotráfico con un pequeño monomotor y que llegó a adquirir una flotilla de aeronaves que inundó de coca las calles de Estados Unidos y Europa en asociación con la mafia peruana, boliviana y mexicana. Incluso sus tentáculos llegaron a las entrañas de la mafia rusa.
Un mafioso distinto
Su visión gerencial del delito también lo llevó a montar una red internacional capaz de lavar más de 7 mil millones de dólares anuales movidos por el cartel de Cali, organización delictiva que producía el 80% de la cocaína comprada por 60 millones de consumidores de Estados Unidos.
Su poder y capacidad comercial y económica le permitieron levantar un emporio económico sin antecedentes.
Además, para posar de hombre no violento, compró la conciencia de docenas de políticos, periodistas, policías, militares y empresarios. Incluso su organización infiltró la campaña presidencial Samper Presidente con 6 mil millones de pesos, hecho que dio origen al llamado proceso 8.000.
“Yo me inicié en el tráfico de estupefacientes -confesó ante la justicia- a través de amigos que me propusieron este negocio», contó.
No delato a nadie
«Amigos personales que sus nombres no los quiero mencionar. No por rebeldía hacia usted (fiscal del caso) o hacia la justicia, sino simplemente porque tengo una familia de la cual hacen parte más de 100 personas, entre hijos, sobrinos, nietos y hermanos, y estos correrían grave peligro de muerte en el momento en que yo llegue a señalar a algunas de estas personas con nombre propio…”.
“La madera, al principio, se compraba en Buenaventura, se llevaba a Cali, se le hacía un trabajo de cepillado y escogencia. Se abría el tablón por la parte superior, sacando un listón de aproximadamente un centímetro. Se hacía un hueco en donde se podía meter una caja plástica con un kilo de cocaína. Después se ponía el listón nuevamente, se le echaba un pegante especial para madera y se prensaba y se cepillaba”.
“Quedaba totalmente invisible para la madera común y corriente. Además, en cada fardo de madera se echaban dos o tres tablas únicamente para que así la ley de las probabilidades funcionara. Inmediatamente se volvía a llevar al puerto de Buenaventura y se despachaba a una empresa previamente establecida en Estados Unidos”.
Luego del primer embarque exitoso, Rodríguez coronó otros cuatro, hecho que lo llevó a lanzar operaciones más complejas y ambiciosas. Adquirió un avión monomotor que partía cargado de droga desde pistas clandestinas de los Llanos Orientales y La Guajira colombiana hasta aterrizar en un pequeño aeropuerto de 800 metros de San Pedro de Sula (Honduras).
Visa USA
Traficantes previamente contratados trasladaban la droga a una bodega y la camuflaban entre los listones de madera para luego iniciar el segundo itinerario con destino final a EE UU.
En poco tiempo, al monomotor se le sumó una flota de aeronaves, que comenzó a volar entre los Llanos Orientales, Guatemala, Panamá y México, donde camuflaban la cocaína entre verduras frescas, postes de cemento y café tipo exportación y que inundaban las calles de Nueva York, Miami, Los Ángeles, Houston, Chicago y Nueva Orleans, entre otras eran mezcladas con carbón real tipo exportación.
Paralelamente y en sociedad con su hermano Miguel y hombres de la talla de Víctor Patiño Fómeque, José Santacruz Londoño y Hélmer Pacho Herrera, lanzó una ofensiva para multiplicar las rutas de la droga en América Latina.
Fue así como surgieron poderosas alianzas con la mafia peruana y boliviana, de donde se importaba el 70% de la pasta de coca del cartel de Cali, y con los carteles mexicanos de Juárez, Sinaloa y El Golfo, en especial con el hoy desaparecido capo Amado Carrillo, El Señor de los Cielos.
Esas alianzas estratégicas, según la DEA, el FBI y las autoridades de Colombia, lo convirtieron en el máximo jefe del cartel de Cali, organización acusada de ser la responsable de introducir el 80% de la cocaína consumida en Estados Unidos; es decir, más de 500 toneladas del alcaloide.
Millones, millones y más millones
Los cálculos de las autoridades binacionales señalaban que Gilberto Rodríguez -quien en su vida de pobre dependía de las propinas recibidas por llevar medicamentos a domicilio- llegó a mover anualmente más de 7 mil millones de dólares.
Hasta finales de 1994, Rodríguez se movía en Cali y sus alrededores como pez en el agua. Tenía a su servicio una red de informantes que incluía la mayoría de oficiales, suboficiales y policías de la capital del Valle.
La persecución a fondo, con participación directa de la DEA, duró seis meses. El 9 de junio de 1995 miembros de inteligencia y del bloque de búsqueda de la Policía lo capturaron en Cali y así culminaron 20 años de carrera delictiva.
En el perfil que de Gilberto Rodríguez Orejuela elaboraron las autoridades meses antes de su captura, en junio de 1995, un aparte destaca su habilidad para manejar la compleja red de personas y negocios que conformaban su organización y, sobre todo, subrayan que, antes que la violencia, prefería utilizar el soborno y la infiltración.
Sobornos tocó todas las esferas del país
El carrusel de sobornos que él, el Ajedrecista, construyó a nombre del cartel de Cali tocó todas las esferas del país. Desde funcionarios públicos de bajo nivel hasta importantes empresarios, pasando por periodistas, futbolistas y reinas de belleza, entre otras personas.
Como si fuera poco, y más grave aún, sus sobornos llegaron hasta el mismo corazón de la democracia colombiana.
En los libros de cuentas que la mafia tenía, y que fueron encontrados por el Bloque de Búsqueda, aparecieron relacionados legisladores colombianos que intervinieron, en 1993, en debates acerca de la política de sometimiento a la justicia y la reforma del Código de Procedimiento Penal.
Tocados por la mafia dos años después, la senadora María Izquierdo, que resultó involucrada en ese siniestro carrusel de sobornos, dijo ante un Fiscal: «Era una feria de ofrecimientos a los principales congresistas» .
Izquierdo contó a la justicia que entre esos ofrecimientos figuraban, además de dinero, pago de cuentas en hoteles cinco estrellas, lujosas camionetas Toyota y apartamentos en ciudades del país, especialmente en la Costa Atlántica.
En la investigación de las autoridades, a pesar de la rotunda negativa de parlamentarios de haberse beneficiado con dineros del cartel, se encontró lo contrario.
Por ejemplo, que algunos senadores y representantes habían ideado una triangulación de giros para cubrir sus nexos con la mafia: se hallaron registros de cuentas de empresas fachada del cartel con las campañas políticas.
Políticos a la mano
El objetivo era granjearse la simpatía de los legisladores y amarrarlos para, luego, obtener favores.
La senadora Izquierdo le contó a la Fiscalía que en más de una ocasión, en desarrollo de las votaciones de las reformas de la Ley de Sometimiento a la Justicia y otras normas críticas al parecer de la mafia, había visto en el Salón Elíptico del Capitolio Nacional a los abogados del cartel.
Llegaban con folios en los que insinuaban el texto del articulado final que se debía votar.
“Uno jamás le preguntaba al abogado quién lo había mandado. Uno no se atrevía, uno temblaba. Simplemente decían que lo mandaba el señor… Las propuestas del cartel de Cali eran en leyes… en esas cartas que hacían circular con textos precisos de artículos” , dijo Izquierdo ante la Corte Suprema de Justicia.
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El rastreo de giros y cheques llevó a investigaciones concluyentes en más de una docena de casos, como en el de los parlamentarios Jorge Ramón Elías Nader, Alberto Santofimio Botero, José Guerra de la Espriella, Armando Holguín Sarria, Hugo Castro Borja, Francisco José Jattin y Gustavo Espinosa, y los representantes Ana García de Pechtal, Jaime Lara Arjona, Rodrigo Garavito y Tiberio Villarreal Ramos, entre otros, según informes de la justicia que lo investigó.
En esas investigaciones también se encontró que exembajadores como Eduardo Mestre Sarmiento tenían, para 1994, asignaciones mensuales de dinero. La de este líder político alcanzaba los 5 millones de pesos.
Además, se estableció que el senador Jorge Ramón Elías Nader, autor de una ponencia de reforma al delito de enriquecimiento ilícito, sumó 510.000 dólares en aportes del cartel entre 1993 y 1995. «Recibí ocho cheques de un emisario cuando era senador y presidente del Congreso», admitió.
Triangulaciones bancarias
Los investigadores también hallaron triangulaciones bancarias en giros hechos al polémico senador Alberto Santofimio Botero. Dineros de empresa fachada -Exportcafé y Constructora Tremi- eran depositados en la cuenta de ahorros abierta a favor de una menor de edad, hija de Sara de Jaramillo, secretaria del senador.
81 años de edad
Tras su captura, el imperio se desmoronó. “No tengo cuenta de ahorros. No tengo depósitos a término fijo. Tengo propiedades muebles e inmuebles, que figuran en mi declaración de renta… No las recuerdo ahora, pero podría ponerlas a través de mis abogados a su disposición, señor fiscal. Yo poseo unos locales, pero no recuerdo dónde son. Todo está especificado en mi declaración de renta”, dijo ante las autoridades de EE UU.
Tras su captura, fue extraditado a ese país. Paga una condena de 30 años en el complejo correccional federal Butner (Carolina del Norte). Tiene 81 años de edad.