Por Alexis Ortiz (El Universal de México) y Tomer Urwicz (El País de Uruguay)
Rhobi Samwelly tenía 13 años de edad cuando su madre le explicó que la iba a someter a la mutilación genital femenina, tradicional en su comunidad, en Tanzania. Se sintió aterrorizada. “No quería hacérmela porque mi amiga Sabina había muerto por eso”. Samwelly imploró a su madre que no la mutilara, aunque esta insistió y le prometió que buscaría a alguien con experiencia y que no moriría.
Sin embargo, Samwelly estuvo a punto de perder la vida: tuvo una hemorragia profusa y pasó hora inconsciente. Cuando finalmente recuperó el sentido, su madre se sintió tan aliviada que prometió a Samwelly que no mutilaría a ninguna de sus seis hermanas pequeñas.
Este es uno de los testimonios incluidos en el informe Contra mi voluntad del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), que destaca que pese a los cambios culturales y legislativos, 4,1 millones de niñas y mujeres podrían verse sometidas a la mutilación genital sólo en 2020.
Se trata de un procedimiento invasivo en un tejido sano, sin justificación médica, advierte la Organización Mundial de la Salud, mientras el Unfpa señala: “Puede provocar lesiones físicas y psicológicas graves. Puede hacer que las relaciones sexuales resulten dolorosas y causar infecciones, quistes e infecundidad, pero, también, depresión y pesadillas”.
En 31 países, sin embargo, la mutilación genital sigue vigente y América Latina no es ajena.
Durante su infancia en el Valle del Cauca, en el oeste de Colombia, Arelis Cortés trató con mujeres mayores a las que se había negado el derecho a leer, escribir o expresar su opinión. Un día, una mujer de su comunidad, los embera chamí, le pidió que cambiara las cosas. Y así lo hizo.
A los 15 años de edad, Arelis comenzó a alzar la voz por los derechos de las mujeres y las niñas; hoy está al frente de los esfuerzos para poner fin a la mutilación genital femenina, que practican algunos miembros de la comunidad indígena.
“Como todo ser humano, las mujeres indígenas tienen derecho a la intimidad, a una buena salud y a preservar el cuerpo con el que fueron creadas, porque no hay nada imperfecto en nosotras”, defiende Cortés, que a sus 28 años de edad se dirige a un grupo de mujeres durante una reunión comunitaria que tiene lugar bajo un sol abrasador.
En Colombia no hay estadísticas oficiales sobre el número de mujeres que fueron sometidas a la mutilación genital. Pero a escala mundial, estima el Unfpa, más de 200 millones de niñas y mujeres han sido víctimas de esta práctica.
Los Estados se habían propuesto poner fin a la mutilación genital antes de 2030. Sin embargo, Neus Bernabeu, asesora regional de Género y Juventud de Unfpa para América Latina y el Caribe, advierte que “la pandemia de covid-19 podría dificultar el cumplimiento de una meta que viene, de por sí, rezagada”.
Preferir hijos varones
Unfpa identifica 19 prácticas nocivas contra las niñas y mujeres, pero hay una que parece perdurar en el tiempo: la preferencia por los hijos varones.
“Hoy en día, la disponibilidad de tecnologías de detección del sexo (que hace posible saber si se trata de un niño), el descenso de la fecundidad y la reducción del tamaño de las familias (que hacen que escoger el sexo del feto para tener un hijo sea una opción atractiva) se combinan para impulsar la selección del sexo con sesgo de género”, dice el informe Contra mi voluntad, elaborado por el Unfpa.
Una encuesta realizada en países en donde vive 80% de la población mundial encontró que 9 de cada 10 personas tienen algún prejuicio contra las mujeres. Esa es una de las causas por las cuales, en la actualidad, hay más de 140 millones de mujeres desaparecidas a consecuencia de la selección posnatal del sexo.
“Ganaste la gallina de los huevos de oro”. Eso fue lo primero que escuchó Neus Bernabeu cuando su ginecólogo le anunció el sexo de su hijo varón. La actual asesora regional de Género y Juventud de Unfpa para América Latina y el Caribe señala que este concepto está tan arraigado que se refleja en los índices de masculinidad.
En gran parte del mundo, el valor normal o natural del índice de masculinidad al nacer está entre 105 y 106 niños por cada 100 niñas. Todas las desviaciones respecto a este índice natural de masculinidad al nacer, dice el informe de Unfpa, evidencian cierto grado de selección del sexo con sesgo de género.
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