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La intolerancia de los alumnos (y profesores) empuja a Cambridge a ofrecer clases sobre libertad de expresión

Por El Debate
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Los estudiantes de la Universidad de Cambridge van a recibir clase sobre libertad de expresión para paliar la salvaje «cultura de la cancelación» contra los oradores invitados. El objetivo será enseñar a los estudiantes universitarios a tolerar puntos de vista con los que no están de acuerdo, iniciativa que podría extenderse a más universidades. La medida se produce después de las advertencias del organismo de control de la universidad de que la libertad de expresión podría estar siendo reprimida en los campus después de que se cancelara un número récord de eventos el año pasado debido a la presión de estudiantes que afirman que las opiniones de algunos oradores son ofensivas.

La angustia causada

Los exalumnos de Cambridge amenazaron con retirar los fondos del colegio Gonville & Caius después de que una profesora del centro boicoteara a un oradora crítica con la ideología de género, Helen Joyce, escritora y experiodista de The Economist, la semana pasada. Pippa Rogerson, la docente de la universidad, se unió a Andrew Spencer, el director, para decirles a los estudiantes que las opiniones de Joyce eran polémicas. El director de la Facultad de Sociología de Cambridge también se disculpó con los estudiantes por la angustia causada, después de enviar un correo electrónico invitándolos a la charla.

Un caso que recuerda casi con exactitud el escrache que sufrió Rosa Díez en 2010, promovido por el después vicepresidente del gobierno, Pablo Iglesias, e Íñigo Errejón en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense. Díez, entonces líder de UPyD, se encontró con los estudiantes en pie, que gritaban: «Fuera fascistas de la universidad». El decano de la facultad, Heriberto Cairo, que fue director de las tesis de Iglesias y Errejón, les permitió a estos leer un comunicado, mientras que la política no pudo decir ni una sola palabra.

Casos delirantes de cancelación

En Cambridge fueron unos 100 manifestantes los que se reunieron alrededor del salón de actos, donde tocaron tambores y corearon frases como «Los derechos trans son derechos humanos». Susan Lapworth, directora ejecutiva de la Oficina para Estudiantes, ha dicho que le preocupa que se repriman los puntos de vista legales y que los puntos de vista que algunos pueden encontrar ofensivos o controvertidos deben estar abiertos al debate libre en los campus y en todas las comunidades de investigación.

La intolerancia universitaria ha tenido casos tan delirantes como el de Clyde Lynch, el presidente durante 18 años de la Universidad Lebanon Valley, en Pensilvania. Pusieron su nombre al edificio principal, pero un grupo de estudiantes comenzó a reunir firmas en las redes sociales para cambiarlo. El disparatado motivo fue que lynch, en inglés, significa linchar y los ínclitos estudiantes adujeron que el nombre del edificio tenía connotaciones raciales. Otro caso surrealista fue el de la famosa obra Los Monólogos de la Vagina, de Eve Ensler, que fue cancelada por un colegio de mujeres por ser ofensiva contra las mujeres sin vagina.

Clases de libertad de expresión también para profesores

El nuevo programa de enseñanza sobre libertad de expresión será dirigido por el profesor de filosofía Arif Ahmed durante noviembre. «Cualquiera que sea el tema que esté estudiando, es una parte esencial de la educación universitaria que comprenda la necesidad de tolerancia de una amplia gama de puntos de vista, incluso aquellos que le resultan chocantes u ofensivos», dijo Ahmed a The Sunday Telegraph. «Por esto una educación en los principios básicos de la libertad de expresión podría ser útil para todos los estudiantes», dijo el profesor. Añadió que consideraba abrirlas también a profesores que se negaban a tolerar puntos de vista con los que no estaban de acuerdo: «Como hemos visto recientemente, también hay muchos profesores que no entienden la importancia de tolerar puntos de vista que encuentran ofensivos. Puede ser que se necesite una formación similar para los profesores, por mucho que me horrorice decir eso».

La primera clase contará con charlas sobre John Locke y John Milton, pensadores del siglo XVII, seguidas de una discusión sobre la tolerancia y el surgimiento de un nuevo puritanismo donde estar ofendido puede considerarse una ofensa. La segunda lección incluirá un debate sobre la libertad en la sociedad y contará con oradores que discutirán el totalitarismo y el universalismo. Las charlas están siendo programadas por Alastair Donald, secretario de la organización benéfica Battle of Ideas, que promueve el debate público. Este afirmó:«En los últimos años no ha habido ningún apoyo cultural a la idea de que la libertad de expresión es algo bueno».

Enseñar a pensar

Y no solo eso. Aparte de en 2010, en la Universidad Complutense con Iglesias y Errejón como artífices, la cancelación ha ido avanzando en estos años en el mundo occidental hasta alcanzar niveles cercanos a la idiocia. En 2016, la escritora y abogada Wendy Kaminer ya denunció tras una investigación que la libertad de expresión estaba amenazada en los campus, y que los alumnos no sabían ni siquiera distinguir entre lo que es ofensivo y la mención de la palabra que se refiere a lo ofensivo: «Lo que estamos viendo no son solo fobias sobre el lenguaje. Hemos ido más allá de la corrección política y estamos viendo una disminución real del pensamiento crítico. Si usted no sabe la diferencia entre una palabra citada y un epíteto, entonces usted no sabe pensar». Algo que las nuevas clases de Cambridge, tras los últimos y preocupantes casos de cancelación, pretende volver a enseñar.

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