El ex futbolista George Weah, único Balón de Oro africano (1995) y considerado mejor jugador de la historia del continente, juró cargo este lunes como presidente de Liberia entre promesas de unidad nacional, libertad, igualdad y lucha contra la pobreza y la corrupción.
Las más de 35.000 personas que aplaudieron al nuevo mandatario en el estadio Samuel Kanyon Doe de las afueras de la capital, Monrovia, vieron cómo Weah y la jefa de Estado saliente, la Nobel de la Paz Ellen Johnson-Sirleaf, descendían del escenario de la mano, simbolizando el primer traspaso de poderes entre dos presidentes elegidos democráticamente en 74 años.
«Es un momento histórico para este país. Es el amanecer de una Liberia nueva y mejor, de igualdad, libertad, dignidad y respeto mutuo. No os defraudaré», prometió Weah en su discurso de investidura, en el que quiso abrir una era de «esperanza y prosperidad» con avances en educación, sanidad y agricultura.
Especialmente fue en sus palabras contra la corrupción: «Debemos asegurarnos que los recursos nacionales no acaben en los bolsillos de los funcionarios del Estado. Es hora de poner el interés de la gente por delante del nuestro propio. A quienes se nieguen a dejar de enriquecerse, la ley se encargará de ellos».
Asimismo, el nuevo presidente recordó a los cientos de miles de muertos durante las dos guerras civiles que asolaron al país (1989-1996 y 1999-2003) al tiempo que celebró que el proceso electoral en el que resultó vencedor se llevó a cabo sin una sola pérdida humana y garantizado por el Estado de derecho», algo que consideró «una valiosa lección para la historia liberiana.
Pese a esto, Weah aseguró que el sueño de los liberianos aún no se ha hecho realidad, para lo que reclamó que los ciudadanos se unan a él para hacer que las vidas mejoren, y les recordó la responsabilidad de todos de decidir el destino de la nación.
Vestido de blanco y entre ensordecedoras ovaciones, el nuevo presidente subrayó que los ciudadanos pertenecen primero a Liberia, antes que a cualquier tribu, en línea con sus reclamos de unidad nacional y de resolver las diferencias políticas mediante los mecanismos previstos por el Estado de derecho.
Junto a él, fue investida vicepresidenta Jewel Howard-Taylor, sobre quien los expertos plantearon dudas durante la campaña por ser la exmujer del expresidente Charles Taylor, quien cumple 50 años de condena en una prisión británica por su papel durante la guerra civil de Sierra Leona.
Entre los invitados destacaron jefes de Estado extranjeros como los de Nigeria, Senegal, Ghana o Sierra Leona, además de algunos de los mejores futbolistas de la historia de África como el marfileño Didier Drogba o el camerunés Samuel Eto’o, a quien algunos medios relacionan con una aventura en la política en su país, siguiendo el ejemplo del propio Weah.
Weah, quien hasta ahora era senador por la circunscripción de Montserrado, la más poblada de Liberia, venció tanto en la primera como en la segunda vuelta de los comicios como número uno del opositor Congreso por el Cambio Democrático (CDC), imponiéndose al candidato oficialista, el hasta hoy vicepresidente del Gobierno, Joseph Boakai.
El nuevo jefe de Estado de esta pequeña nación de África occidental se hizo con 61,5 % de los votos en la segunda vuelta, celebrada el pasado 26 de diciembre.
No era la primera vez que se presentaba a las elecciones: en 2005 perdió ante Johnson-Sirleaf, quien ha gobernado el país hasta hoy, y en 2011 se incorporó como número dos de la candidatura de Winston Tubman, el sobrino de William Tubman, el presidente más longevo de la historia del país, aunque la presidenta resultó reelegida.
Weah tiene ahora por delante el reto de sostener las previsiones positivas de crecimiento económico después de tres años de ralentización.
Su historia personal suscita optimismo entre sus ciudadanos: criado en un barrio chabolista de Monrovia, Weah se propuso ser un futbolista de talla mundial y lo consiguió; se propuso ser presidente de Liberia y lo consiguió, y ahora se propone acabar con algunos de los problemas más arraigados del país como la pobreza y la corrupción.
Liberia, con unos 4,6 millones de habitantes, sufrió dos guerras civiles (1989-1996 y 1999-2003) que costaron la vida a más de 150.000 personas y que causaron centenares de desplazados y refugiados.
También, Liberia fue el país con más víctimas durante el grave brote de ébola de 2014, que acabó con más de 5.000 personas y contagió a otras 10.300, y truncó el avance económico en el país, cuyo PIB ha avanzado un 248 % durante los 12 años de presidencia de Johnson-Sirleaf, algo que ha repercutido en una esperanza de vida que ha aumentado de los 56 a los 62 años.
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