La mañana del 14 de julio de 1518, Frau Troffea, una mujer común y corriente de la ciudad de Estrasburgo, en la actual Francia, se paró en la mitad de una calle y empezó lo que llamaron una ‘epidemia del baile’ .
Aunque no había ningún motivo para festejar y ni siquiera sonaba música, no podía parar de mover su cuerpo.
Su imagen, ondeando las caderas y zapateando con un ritmo frenético, perduró por cerca de 100 horas seguidas.
Como si no fuese lo suficientemente extraña, a la escena se le comenzaron a sumar más personas con el paso de los días.
400 bailarines desatados contagiados
Después de un mes se dice que ya eran 400 bailarines desatados los que se habían ‘contagiado’ de su euforia.
Lo peor es que, producto del agotamiento, ciertos derrames cerebrales y algunos infartos, cerca de 15 de ellos fallecieron cada semana.
A finales de diciembre, los muertos eran más de 300.
¿Por qué no podían parar de bailar?
Cinco siglos después, todavía no hay una respuesta del todo concreta.
La ‘epidemia del baile’
Historiadores y científicos coinciden en que no hay ninguna duda de que ese misterioso hecho, que se ha inmortalizado como la ‘epidemia del baile’ o la ‘plaga de la danza’, ocurrió.
La gran inquietud pasa por descifrar las razones detrás de su desarrollo.
En su momento, los galenos de la época habrían identificado un aumento en la temperatura corporal como detonante.
Lo llamativo es que ordenaron como principal ‘remedio’ mantener la intensidad de los movimientos.
Salones de baile con música y profesores
De hecho, se ha establecido que las autoridades gubernamentales impulsaron la creación de salones de baile, con música y profesores incluidos, para mantener a los danzantes en movimiento.
La Iglesia de ese entonces, en tiempos del florecimiento del protestantismo, habría intentado frenar lo sucedido con prédicas dominicales.
En todo caso, la única certeza era que los bailarines muertos se contaban por cientos.
Ese fenómeno ha sido el motivante de decenas de hipótesis que, medio milenio después, todavía no se unifican.
Las razones detrás del ritmo incontrolable
La explicación más consensuada es que los bailarines estaban sumergidos en un estado de trance.
Aun con todo, el supuesto generador de ese episodio alterado de consciencia es el eje de un prolongado debate.
Algunos investigadores han optado por responsabilizar al cornezuelo, un hongo que crece regularmente en plantas como el centeno, como el ente que habría desatado la ‘epidemia del baile’.
Su presencia ‘inesperada’ en el pan que se preparaba en la época habría favorecido el alcance casi masivo de lo ocurrido.
Sustancias psicoactivas
Sus propiedades, bases de fuertes sustancias psicoactivas como el LSD, demostrarían la incidencia en aquella jornada de 1518.
Pero eso, por lo que le dijo John Waller, doctor en Historia y Filosofía de la Ciencia, a Discovery, en 2008, no sería muy convincente pues los efectos del también llamado ergot no pueden sustentar «movimientos coordinados que duran días”.
“Estas personas no solo estaban temblando o convulsionando; aunque estaban en trance, sus brazos y piernas se movían como si estuvieran bailando a propósito» , añadió Waller.
Con esa discrepancia, otra corriente académica ha encontrado en el contexto sociocultural de la época una opción válida para explicar lo sucedido.
Ansiedad y temores en la región
En principio, los efectos de fuertes oleadas invernales habrían desatado graves hambrunas que dinamitaron el bienestar de la población.
Luego, la irrupción de lo que hoy sería la sífilis y los comienzos de una viruela epidémica habrían agravado el panorama.
Así, apuntó Waller, «la ansiedad y los falsos temores se apoderaron de la región».
Entre la lista de impulsores de pánico habría estado la posibilidad de provocar ‘la ira de San Vito’.
Vito de Lucania fue un siciliano al que se le adjudicó el poder curar la epilepsia.
La idea, rezaba un rito popular para entonces, era que, ante una molestia, el santo italiano enviaría plagas de ‘danzas compulsivas’.
De tal forma, arguyó Waller, alrededor de su figura se habría desatado una especie de angustia colectiva que se identificaría como una «enfermedad psicógena masiva».
Otra vertiente dice que la ‘epidemia’ respondería a un caso grupal de discinesia (movimientos involuntarios intensos) que actualmente se enmarcaría en el contexto de la dolencia neurológica conocida como la ‘enfermedad de Huntington’.
Todavía no hay una única versión.
Cerca de siete ‘brotes’ de la ‘epidemia del baile’ habrían ocurrido en la Europa del medioevo antes de 1518.
En 1247, un grupo de doscientos bailarines desatados habría fallecido luego de que el puente en el que danzaban se desplomara.
Algunos recuentos hablan de que en Inglaterra y Alemania también se dieron episodios similares.
De hecho, Discovery reseña que en 1840 se habrían visto escenas de ‘epidemias del baile’ en Madagascar, África.
Aunque no se ha avizorado un ‘regreso’ de esta singular historia que se mueve entre el mito y la leyenda, varios movimientos artísticos han reivindicado su valor y han diseñado singulares ‘performances’.
Las recreaciones no demoran mucho tiempo y la gente solo observa.
Por suerte, las consecuencias no son tan fatídicas como lo que le ocurrió a Frau Troffea y su letal compañía.
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