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¿Salen las familias reforzadas de la pandemia?

por Avatar The Conversation

Los efectos familiares del confinamiento derivado de la pandemia, además de los resultantes de la pérdida de empleo y la crisis económica, han sido especialmente significativos para los hogares unipersonales y para las familias con hijos.

En los primeros, 25,7% de los hogares españoles, la vivencia de la soledad ha tenido consecuencias duras. Y en los casos de mayores dependientes, la suspensión de los recursos de cuidado, como los centros de día o la ayuda a domicilio, y la experiencia del miedo y del aislamiento han acelerado, en muchos casos, el deterioro cognitivo. Esto ha implicado para sus familiares, en muchos casos, dificultades importantes en su atención.

El segundo grupo de hogares para los que el confinamiento ha supuesto un test de estrés ha sido el de los de padres con hijos (33,4% del total de hogares españoles), y más aún los hogares monoparentales (10,1%).

De la noche al día, estas familias transformaron su casa en colegio y en oficina, con padres teletrabajando e hijos teleestudiando, y perdieron el apoyo fundamental de los abuelos que, en España, junto con la escuela, son básicos para la conciliación de la vida laboral y familiar.

Algunas enseñanzas

El confinamiento total ha dejado algunas enseñanzas: la dificultad e importancia de dar a cada uno lo suyo –al trabajo y a los cuidados de las personas y del hogar– y el consiguiente derecho a la desconexión.

También la corresponsabilidad entre hombres y mujeres como condición esencial de la conciliación –las madres han sido, también en confinamiento, las más dedicadas a los cuidados– y la experiencia de una intensa convivencia familiar que en ocasiones ha provocado conflictos, pero también ha permitido relaciones más estrechas.

Lo que hemos aprendido

Para estos hogares la “nueva normalidad” –con los hijos asistiendo al colegio o a la universidad y los padres al trabajo con mayor presencialidad– deja algunas certezas:

Es comprensible el sentimiento de agobio y frustración con el que muchos padres viven esta situación. Antes siquiera de haber terminado, la pandemia ya ha forzado las costuras de nuestras estructuras sociales, económicas y asistenciales y deja al descubierto con crudeza sus debilidades.

Lo que debemos potenciar

La tarea de reconstrucción que nos queda por delante no debería emprenderse sin una reflexión sobre estas carencias:

No todo es malo. Como ya ocurriera con la crisis económica de 2008, las familias siguen siendo el sustento y referente principal de los individuos y la pandemia ofrece oportunidades para fortalecer esos vínculos: mayor implicación de los padres en la educación de los hijos, tiempo para convivir y compartir y reconocimiento de la vulnerabilidad de los mayores y sus necesidades.The Conversation

Salomé Adroher Biosca, Profesora de Derecho internacional privado, Universidad Pontificia Comillas y María José López Álvarez, Profesora Propia Ordinaria Derecho del Trabajo y SS Univ. Pontificia Comillas-Madrid, Universidad Pontificia Comillas

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.