La vida familiar ha experimentado grandes cambios en el siglo XXI. Cambios que van desde lo social a lo económico, pasando por lo demográfico. Existen nuevos hábitos, nuevas estructuras y modelos diferentes. Para quienes nos dedicamos profesionalmente a vivir de cerca estos procesos es muy fácil percibir esas transformaciones.
Por supuesto, la pareja no ha escapado a esta tendencia y sorprende que sean pocas las que previenen y muchas las que nos llegan cuando están prácticamente desahuciadas.
En mitad de esta situación crítica, llegó a nuestras vidas el confinamiento. Las parejas han tenido que convivir día y noche sin poder “escaparse” a realizar sus decenas de actividades diarias aumentando, por tanto, el tiempo de exposición a lo cotidiano en una situación compleja, cargada de incertidumbre y estrés y, en muchos casos, compaginando ese tiempo con los hijos.
Demasiado tiempo juntos
Podríamos decir que han superado los límites del tiempo al que estaban acostumbrados a pasar juntos. Si ya tras las vacaciones aumentan las demandas de las terapias de pareja y las consultas a abogados para separarse, era de esperar que tras el confinamiento ocurriese una situación parecida.
El quid de la cuestión es la comunicación. La falta de ella durante un tiempo prolongado hace desconectar a la pareja. Los individuos pueden llegar a adaptarse a vivir con estrés, cargados de tareas para ellos y sus hijos, estar entretenidos con las tecnologías en los ratos libres y dejar un mínimo porcentaje de tiempo a una relación que por sí misma debería ser importante.
Los tres pilares de una relación sana
No puede haber una buena relación de intimidad sin un mínimo de tiempo de comunicación en el que apoyar una calidad de la misma, y para ello es necesario relacionarse sin estrés. Para poder estar “conectados” hay que interesarse y hay que aprender a manejar las discrepancias que se tienen para que pueda seguir alimentándose una relación sana basada en tres pilares: la pasión, la intimidad y el compromiso.
Es lógico deducir que muchas de las parejas que no tenían bien construido su mundo con estos tres pilares, ante una situación que genera tanta ansiedad y que ha durado tanto tiempo, no saldrían bien paradas de este confinamiento.
Estos hechos nos tienen que hacer reflexionar de forma profunda. ¿Por qué no se previenen los problemas de pareja? ¿Por qué no existe la cultura del cuidado de la relación en España? No hay una educación emocional de base para asumir con facilidad que hay expertos que ayudan a resolver los conflictos y, si se hace a tiempo, la relación puede modificarse. Se necesitan programas socioeducativos que lo fomenten.
Los mitos del amor
Esto está muy ligado a los mitos que dañan la relación. Mitos que inducen a una fantasía amorosa a través de la cual pareciera que la pareja no tiene que hacer nada para conservar una relación con calidad. Se hace chiste de ello, incluso, pero no se hace una ITV de pareja; ¿quizá es que con el amor basta? No.
El amor hay que cultivarlo, cuidarlo, protegerlo para que no se desvirtúe por la convivencia, la propia evolución de la vida, la personalidad, los hijos, la familia, problemas de trabajo o, en el peor de los casos, una pandemia.
Esta crisis sanitaria ha sido un terremoto para las relaciones de pareja y, no olvidemos, también para los hijos. No todas han perecido. Aquellas que no han entrado con estas fisuras se han visto reforzadas o, si se han removido, han sabido cómo afrontarlo.
Procedimientos de separación interrumpidos
Ante las cifras, es necesario pensar que el confinamiento interrumpió los procedimientos de separaciones que se estaban llevando a cabo en ese momento y que ahora se suman a las estadísticas.
Sorprende la extensa literatura que hay sobre el amor, libros que ayudan a entenderlo y a manejarlo. La cantidad de personas que sufren por amor es muy elevada en el mundo occidental: por no tener pareja, por sentirse despechado, por no saber mantener una buena relación, por las rupturas… y volvemos a empezar.
Es necesario que se pierda el miedo, pudor o quizá orgullo o un poco de todo esto y que las parejas que intuyan que están comenzando a tener problemas acudan a un experto en terapia de familia-pareja.
No sabemos qué va a pasar ahora con nuestra situación sanitaria y social y las familias tienen que estar fuertes para poder acometer lo que corresponda este otoño-invierno. ¿Cómo hacerlo si los adultos, los responsables de esa relación no se preparan psicológicamente para hacerse más operativos y resolver lo que consideren que necesitan?
Se trata de sostener el amor en unos buenos parámetros comunicacionales, que faciliten llevar a cabo esas tres dimensiones expuestas arriba: pasión, intimidad y compromiso. No, no es fácil, pero merece la pena. La convivencia ha generado divorcios por estos motivos, pero ahora se puede aprender para que otras parejas aprendan y vuelvan a calibrar sus prioridades.
María Pilar Berzosa Grande, Psicóloga clínica y de la Salud. Psicoterapeuta familiar-pareja. Docente Facultad Ciencias de la Salud, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.