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¿Ahora somos adictos tanto a drogas tradicionales como a las digitales?

por Avatar GDA | El Tiempo | Colombia

Todas las personas hoy tienen una mayor probabilidad que nunca de volverse adictas, a cualquier sustancia o comportamiento, señala la psiquiatra estadounidense Anna Lembke, quien ha estudiado estos trastornos por años y publicó en 2021 el libro Generación dopamina, en el cual explora desde la neurociencia el costo que pagamos por la búsqueda desenfrenada del goce instantáneo, en un entorno en el que hay sobreabundancia de fuentes de dopamina, el neurotransmisor del deseo y el placer.

A esto se suma que hoy no solo hay drogas tradicionales como las sustancias psicoactivas –unos 64 millones de personas tienen un trastorno por su consumo, según la OMS–, el alcohol –alrededor de 400 millones de personas– o el tabaco –se estiman unos 1.300 millones de fumadores–, sino que la tecnología ha creado drogas digitales como las redes sociales, las compras compulsivas en línea, los videojuegos o las apuestas por internet, entre otras.
El uso de las plataformas virtuales también acarrea grandes problemas en lo que respecta a salud mental.

Hoy existen adicciones a las redes sociales, compras y apuestas en línea. Foto: iStock

En entrevista, Lembke también alerta sobre lo preocupante de que la inteligencia artificial (IA) permita fingir conexiones que no son reales y satisfacer las necesidades de las personas sin depender ni siquiera de otros seres humanos.

¿Cómo son ahora las adicciones, cambiamos las drogas tradicionales por otras?

Creo que nos estamos volviendo más adictos que nunca, tanto a las drogas tradicionales como el alcohol y el tabaco, como a las nuevas drogas, como las redes sociales, los videojuegos en línea, las apuestas por internet, las compras en línea, etcétera. Las drogas tradicionales hoy son más accesibles y potentes que nunca, su uso está más normalizado que nunca; a esto se suma que tenemos estos dispositivos digitales que nos permiten acceder a drogas digitales 24/7, donde quiera que estemos.

¿Por qué somos más susceptibles que nunca de ser adictos?

Uno de los mayores factores de riesgo para la adicción es el simple acceso a una droga, y ahora vivimos en un mundo en el que tenemos acceso a todo tipo de sustancias y comportamientos altamente reforzantes, incluyendo los digitales que son en sí mismos una droga, pues activan la misma vía de recompensa en el cerebro que las drogas y el alcohol.

¿Los estilos de vida actuales tienen algo que ver?

Otra característica de nuestra vida ahora que nos hace más vulnerables a la adicción (a estas drogas) es que tenemos más tiempo libre, al menos en las naciones ricas. De hecho, se proyecta que para 2050, el estadounidense promedio tendrá dos o tres horas de trabajo al día y de 8 a 10 horas de ocio; además, tenemos más renta disponible que nunca antes, incluyendo a los más pobres. Así que, por primera vez en la historia registrada, incluso las personas que viven en la pobreza en los Estados Unidos tienen un ingreso disponible y acceso a todo tipo de sustancias altamente adictivas. De hecho, se puede decir que las personas más vulnerables del planeta en lo que respecta a la adicción son las personas pobres que viven en países ricos, porque por el hecho de ser pobres, aumenta el riesgo de adicción, pero también por estar rodeados de sustancias y comportamientos altamente adictivos sin acceso comparable a fuentes más saludables de recompensa, como la naturaleza.
Redes sociales

Redes sociales Foto: iStock

¿Cuál es el costo que pagamos por toda esta gratificación instantánea a la que tenemos acceso?

Nuestros cerebros realmente no evolucionaron para estar rodeados de placer, evolucionamos para ser luchadores, para nunca estar satisfechos con lo que tenemos y para tener que trabajar muy duro para obtener pequeñas cantidades de recompensa. Así que nuestros cerebros tambalean frente a esta cascada de dopamina que tienen ahora, y como respuesta, tienen que regular a la baja la producción de nuestra dopamina endógena, así como de otros neurotransmisores que nos hacen sentir bien, y eso puede terminar pareciéndose a un depresor mayor, a depresión, ansiedad, trastorno del sueño o de la atención… Creo que el aumento de las tasas de depresión, ansiedad, autolesiones, que están sucediendo en todo el mundo pero especialmente en las naciones ricas, pueden atribuirse en parte a las formas en las que constantemente consumimos estas sustancias y comportamientos adictivos.

¿Es como si nuestro cerebro no hubiera esperado que la vida fuera tan fácil para nosotros ahora y por eso tenemos esta contradicción interna?

Exactamente. Yo hablo de esto como la paradoja de la abundancia, al hablar de que con el aumento del PIB en una población, también se ve una disminución del bienestar mental, con más depresión, ansiedad, autolesiones y suicidios. Es una paradoja porque aunque se podría pensar que mientras más riqueza tenemos más felices somos, en realidad es todo lo contrario. Desde una perspectiva basada en el cerebro y la neurociencia, nuestros cerebros no fueron cableados para el placer constante, fueron realmente programados para el dolor y para tener que esforzarse constantemente por encontrar los escasos recursos para sobrevivir. Así que en este mundo de abundancia donde no tenemos que hacer ningún trabajo inicial para conseguir las cosas que necesitamos y además de eso, tenemos acceso a recompensas altamente potentes, nuestro cerebro queda confundido y trata de compensarlo entrando en lo opuesto al placer, en un estado de dolor.
Anna Lembke

Anna Lembke es profesora en Stanford y jefa de la Clínica de Medicina de Adicciones. Foto: Cortesía

¿Sería posible pensar que en algún momento nuestros cerebros se adaptarán a las condiciones actuales?

No sé la respuesta a esa pregunta. Por un lado, creo el esfuerzo es tan inherentemente humano que una vez que no tengamos nada más por lo que luchar, no estoy segura de que vayamos a sobrevivir, creo que podríamos terminar destruyéndonos a nosotros mismos en ausencia de algo significativo por lo cual luchar. No obstante, tengo la esperanza de que seremos capaces de adaptarnos y resolverlo, y creo que esto comenzará con una especie de esfuerzo colectivo para evitar el placer constante y buscar intencionalmente cosas dolorosas o difíciles en nuestras vidas con el fin de devolvernos al equilibrio.

¿Es decir, buscar incomodarnos?

Sí, hablo de intencionalmente hacer cosas que pueden ser difíciles en el momento, pero que nos hacen sentir mejor después. El problema es que incluso esos comportamientos se han convertido en drogas, ahora estamos luchando constantemente por el bienestar, tenemos un complejo industrial del wellness (bienestar) con suplementos, con esta o aquella intervención o psicoterapia, con que hay que ejercitarse hasta más no poder… parece que no logramos encontrar el punto medio y nos estamos pasando de la raya.
ejercicio es una forma de frenar la adicción a las drogas del mundo moderno

Lembke critica la lucha constante por el bienestar. Foto: iStock

¿Hay una contradicción en el hecho de que vivimos en un era hiperconectada, en la cual el internet nos enlaza con gente de todas partes, pero al tiempo estamos menos conectados con el mundo y las personas que nos rodean físicamente?

Es una contradicción muy importante porque efectivamente esta tecnología nos permite estar en conexión con personas cercanas y lejanas en todo el mundo. En principio, el hecho de que hayamos integrado las redes sociales y la tecnología en nuestras vidas para esto de alguna manera es esperanzador, porque muestra cuánto queremos estar conectados con otros. El problema es que el medio en sí mismo crea la ilusión de conexión incluso cuando no la hay, ahora incluso tienes modelos de IA que pueden simular personas, lo cual estamos usando esencialmente como dispositivos para satisfacer todas nuestras necesidades, incluso sexuales, cuando en realidad no estamos haciendo ningún tipo de conexión a través de internet. Y además, literalmente estamos desapareciendo para la persona que está sentada a nuestro lado.

¿Esto cómo se evidencia?

Especialmente cuando ves a padres que están completamente absortos en sus dispositivos con un niño tirando de su pantalón tratando de llamar su atención, o cuando ves niños en cochecitos con sus iPads al frente, deslizando el dedo en la tableta en lugar de mirar alrededor y aprender sobre el mundo real. Son muy preocupantes las formas en las que la tecnología está interceptando nuestras conexiones entre nosotros y con el mundo.
La inteligencia artificial se aplica en la medicina, el transporte, la ingeniería, la educación, entre otros campos y saberes. Entra en las drogas digitales

Lembke advierte que la IA puede crear falsas conexiones. Foto: iStock

Cuando la gente habla de los riesgos de la IA, usualmente piensa en que les va a quitar el trabajo, o en escenarios apocalípticos en los que la IA tomará el control e intentará hacernos daño, pero usted habla de otras cosas…

En realidad, creo que estamos sucumbiendo a la IA. La gente habla de que la IA va a tomar el control, pero somos nosotros los que le estamos dando el poder. Nos estamos dejando embelesar por ella porque es muy eficaz, desencadena nuestro camino de recompensa, y como resultado, nos estamos separando cada vez más unos de otros en el mundo real. Creo que una de las principales cosas que une a las personas es la necesidad mutua, y si no necesitamos a otras personas, vamos a ser cada vez menos propensos a navegar por las interacciones humanas para crear vínculos, y esta tecnología permite a las personas satisfacer todas sus necesidades sin depender ni siquiera de otro ser humano. Y eso es muy, muy preocupante.

¿Hay una manera de salir de este ciclo cuando, por ejemplo, los teléfonos son hoy prácticamente una extensión del cuerpo?

Aunque parezca un problema insuperable, es algo que tenemos que resolver individual y colectivamente. Mi recomendación es que empecemos por ser muy honestos con nosotros mismos en torno a qué tipo de plataforma está ocupando más de nuestro tiempo del que nos gustaría, y nos embarquemos en un viaje de tratar de abstenernos de esa plataforma durante cuatro semanas, porque ese es el tiempo que tardamos para salir del estado de deseo y comenzar a sentirnos mejor. Así que no es como si tuvieras que renunciar a tu teléfono o a las pantallas por completo, aunque eso sería genial, pero para la mayoría de la gente, no es práctico. Se trata de descubrir a qué somos adictos y no remplazarlo con algo similar, sino tolerar el estrés que vendrá en las primeras etapas, tolerar el aburrimiento.

¿Por qué no deberíamos huir del aburrimiento?

El aburrimiento es la partera de la invención, del redescubrimiento de aficiones que solíamos tener, de personas con las que nos gustaba hablar, de experiencias en la naturaleza que teníamos antes de que un comportamiento adictivo nos absorbiera. Por lo tanto, tolerar la incomodidad del aburrimiento, y hacerlo durante el tiempo suficiente para restablecer las rutas de recompensa del cerebro para que las recompensas más modestas vuelvan a ser agradables, es un experimento muy valioso para todos. No es fácil, pero creo que es un experimento realmente importante, aunque solo sea para darnos cuenta de lo adictos que nos hemos vuelto todos a nuestros dispositivos.

¿Y cuando termine ese periodo?

Cuando termine ese mes, incluso si decidimos que queremos volver a usar esa plataforma, tratemos de tener estrategias en las que pongamos límites, podrían ser límites de tiempo, podría ser establecer espacios específicos donde vamos a usar esa aplicación y donde no lo vamos a usar, o podría ser volver a las redes sociales, pero tal vez no a ciertos tipos de redes.

En el pasado también ha mencionado los espacios comunitarios libres de internet, ¿esto cómo funcionaría?

Esto ya está ocurriendo en todo el mundo. En primer lugar, están sacando los teléfonos inteligentes de las escuelas, esto es un paso importante, los niños no deberían tener dispositivos personales de internet desde la primera campanada de la mañana hasta el timbre de salida y que vuelven a casa. Lo importante es no tener el dispositivo consigo porque si no hay opciones, no hay tentación, esa es la clave. Esto también está sucediendo en algunos clubes de música en el mundo, y algunos artistas o eventos se promueven como ‘libres de celulares’. La gente está empezando a incorporar esta idea y se está dando cuenta de que les encanta la experiencia, porque cuando las personas colectivamente no están en internet ni en sus dispositivos, realmente quieren estar presentes el uno para el otro.