El sedentarismo después de meses de aislamiento y múltiples situaciones de estrés y ansiedad dificultan planear y seguir una correcta alimentación con comidas en horarios establecidos y de alto contenido de nutrientes, lo que hace que haya más riesgo de padecer colesterol elevado.
Sin duda hay problemas, pero lograr mantener el cuerpo sano es posible. Se requiere de una alimentación adecuada a la edad, peso, condición de salud y estilo de vida, la práctica constante de ejercicio y el compromiso por mantener buenos hábitos como el consumo de agua, dormir entre 7 y 8 horas al día y evitar los excesos.
Haz que cada plato sea uno placentero. La cuestión es sencilla: planea un menú semanal. Cuando no lo haces, pierdes tiempo cada día al pensar qué preparar, realizando compras y cocinando. Si organizas un menú semanal, puedes enfocar estos esfuerzos en uno o dos días donde cuentes con más tiempo, ahorras dinero y evitas consumir comida exprés con nulo aporte nutricional.
Reduce el consumo de grasas. Cocina a la parrilla, asado, al horno, hervido o al vapor. Evita los guisos empanizados y capeados; sustituye quesos, crema y mantequilla por cottage, requesón o yogur natural.
No endulces de más. Reduce azúcares, aumenta la ingesta de fruta como postre, toma agua natural en lugar de bebidas endulzadas, evita los productos que aporten más de 10 gramos de azúcar por cada porción.
Evita los alimentos procesados. Es bueno bajarle a la sal, es un nutriente necesario para que el cuerpo cuente con la conducción óptima de cargas eléctricas que estimulen el sistema nervioso, pero si se consume en grandes cantidades provoca daños en riñones, venas, arterias, infartos y accidentes cerebrovasculares. Reduce su uso en la cocina con ayuda de hierbas de olor, especias, cebolla, ajo, pimienta y ajonjolí.
Fomenta el color en tus platillos. Combina ingredientes de tonos coloridos; combina calientes con frescos.
Alimenta tu mente con meditación. Esto te ayudará a mantener el control de tus emociones, relajarte y canalizar tus energías.