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Didascalia: «Estado de Terror»

Un análisis sobre la obra “Terror” del alemán Ferdinand Von Schirach, llevada a escena el año pasado por el Grupo Actoral 80, bajo la dirección de Héctor Manrique

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Cuando el profesor Fernando Mires escribió para Prodavinci su artículo La guerra ha comenzado, lo hizo a modo de reflexión sobre los atentados en Le Bataclan. En él, el experto afirma que la humanidad se encontraba en las puertas de lo que sería la tercera Guerra Mundial, tomando en cuenta el hecho de que en esta oportunidad hay más países involucrados en el conflicto que en las primeras dos.

En este contexto, el escritor y jurista alemán Ferdinand Von Schirach escribe Terror, pieza que plantea un conflicto interesante y acorde al tema: el mayor Lars Koch es llevado a juicio por derribar un avión comercial con 164 pasajeros que ha sido tomado por un terrorista, con la intención de estrellarlo contra un estadio que albergaba 70.000 personas. En una ecuación matemática donde las vidas automáticamente se convierten en cifras, es válido preguntarse lo siguiente: ¿cuánto vale en verdad la vida?, ¿tiene algún valor? ¿Existen vacíos morales o éticos que permitan que prele una vida sobre la otra?

Terror llega a Venezuela de la mano del Grupo Actoral 80 bajo la dirección de Héctor Manrique, quien en esta oportunidad también actúa y lo hace acompañado por profesionales  de la talla de María Cristina Lozada en el papel de fiscal y Sócrates Serrano como el abogado defensor de Lars Koch, que es interpretado por Daniel Rodríguez. También participan Juan Vicente Pérez y Martha Estrada, que hace el rol de querellante en el juicio que otorga a la audiencia la responsabilidad de decidir si el acusado es culpable o inocente.

En cuanto a las actuaciones, hay poco que objetar pero mucho que decir. Lozada y Serrano desbordan astucia e ingenio al delimitar sus respectivos personajes y destacar los principios objetivos que rigen a cada uno. Existe un evidente y profundo estudio de la complejidad a la que se enfrentan el abogado defensor del Mayor que salvó la vida de 70 mil personas, y la fiscal que acusa y busca cárcel para el asesino en masa de 164 personas inocentes.

El papel que interpreta Héctor Manrique: el juez. ¿Qué es lo que se espera de un juez? Imparcialidad, templanza, y Manrique desde su primera intervención –que es un monólogo dirigido al público / jurado para explicarle la importancia de su participación– marca un profundo rechazo hacia la figura militar y el aire marcial del acusado y su entorno. No conforme con esto, hace constantemente improvisaciones ligadas a temas políticos de actualidad venezolana, hecho que pone en vilo la credibilidad del argumento planteado por Von Schirach y hace dudar de si este juicio se lleva a cabo en la solemnidad de un tribunal en Berlín, o si tiene lugar en algún salón improvisado de los Tribunales ubicados en la esquina de Pajaritos en el centro de Caracas.

Daniel Rodríguez y Juan Vicente Pérez no decepcionan en el papel de Lars Koch y su superior, respectivamente. Martha Estrada, en cambio, no convence ni conmueve como la viuda de uno de los desafortunados pasajeros del avión. Su monólogo carece de la emotividad y la empatía que se supone debería sentir cualquier persona ante un testimonio de esta índole.

Este último punto me permite contextualizar en el ámbito del teatro venezolano y sus exponentes algo que demanda mucho la ciudadanía actualmente al gobierno central, que es la rotación, la necesidad de caras nuevas. Es algo que se ve constantemente en el Grupo Skena y en el intercambio que existe entre la dupla Hebú Teatro y Contrajuego, pero no se ve en el Grupo Actoral 80, a pesar de los talleres anuales que organiza la institución. Mi argumento no es –y es necesario aclararlo– la sustitución de alguno de los pilares fundamentales de la agrupación constituida básicamente por Manrique, Cegarra, Pérez y Estrada. Mi cuestionamiento es el hermetismo existente para el refrescamiento, la renovación de un grupo compuesto por seres humanos que viven y envejecen, como todos.

Esta diatriba judicial cuenta con la asesoría del penalista Alberto Arteaga Sánchez, quien celebra la puesta en escena de este texto impecable porque rescata la importancia de la justicia en momentos donde el Estado de Derecho parece ser más un recuerdo que un derecho.

En momentos tan oscuros como los que se viven día a día en Venezuela, es menester recordar que la única manera de salvar lo que queda es cumplir nuestros deberes como ciudadanos y ejerciendo los mismos principios de civilidad y derechos humanos que exigimos a nuestros gobernantes. No hay que olvidar la función principal de nuestra vapuleada Asamblea Nacional: cumplir y hacer cumplir la ley.

Porque el Derecho es vertical y se cuela hasta en los más recónditos lugares, como un grupo teatral.

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