LIMA - El rugir de los motores se mezcla con el ruido de cientos de fierros que empiezan a dar forma a un escenario gigante que espera por una visita particular. La base aérea Las Palmas, del sur de esta capital, no descansa. Mientras sirve como refugio para los retoques finales de los participantes en el Rally Dakar , observa de reojo la futura llegada del papa Francisco a este país, prevista para el jueves 18 de este mes. La imagen del argentino se repite en diversos lugares y forma postales de una capital que no se toma vacaciones y que hoy pondrá especial atención en un acontecimiento de enorme magnitud.
Luego de las verificaciones oficiales en el predio Pentagonito, la competencia que a fin de año celebrará sus 40 de existencia se pondrá en marcha hoy, cuando las maquinas pongan rumbo a Pisco en una etapa de 272 kilómetros (31 de velocidad, cronometrados).
Con casi 9000 kilómetros de recorrido, la décima versión de la competencia desde que decidió radicarse en Sudamérica será la más larga de los últimos cinco años. Contará con 14 etapas y más de 4500 kilómetros de tramos especiales (los de carrera pura) entre Perú, Bolivia y la Argentina. Los escenarios preponderantes serán bien diferentes: primero, la arena en el país incaico; luego, la altura boliviana, y finalmente, el calor agobiante del norte argentino.
Perú vive momentos especiales no sólo por el indulto humanitario que le otorgó el presidente, Pedro Pablo Kuczynski, al ex mandatario Alberto Fujimori; por la ansiedad que genera en cada esquina el mundial de fútbol de Rusia, y por las enormes gigantografías en las calles que recuerdan el venidero arribo del Sumo Pontífice: desde hoy los amantes del deporte celebrarán que el Dakar volvió a su tierra, al cabo de cinco años. «Para nosotros es importante. Es un evento de renombre mundial y es un orgullo que esté aquí», dice Jorge, un espectador que sostiene una bandera peruana mientras intenta sacarse una selfie con alguno de los competidores.
Cuestión de superstición, entre los 335 vehículos ninguno llevará el número 13, en el segundo acontecimiento del deporte automotor más mediatizado del mundo, sólo por detrás de la Fórmula 1 y con mucha ventaja sobre el Mundial de rally y el de motociclismo. Son números de un suceso que se cotiza con más cifras: moverá 20.000 policías, gendarmes y militares, y servirá 7.000 raciones de comida por día. No obstante, hay alguien a quien no le sienta mal el número 13: Stéphane Peterhansel, dueño de siete triunfos en autos (entre ellos, los dos últimos) y seis en motos. En 2018 volverá a ser el gran candidato, con Peugeot, una marca que se despedirá del Dakar en esta temporada.
Tanto la base Las Palmas (allí el Papa oficiará una misa multitudinaria el 21 de enero) como el Pentagonito vieron desfilar en estos días a una enorme cantidad de corredores, asistentes, mecánicos y periodistas. También se divisó al entrenador portugués de fútbol André Villas-Boas (ex de Porto, Chelsea y Tottenham), que no aspira a figurar en los primeros lugares pero que resultó de los más solicitados a la hora de las fotos y los autógrafos.
Por diversas dificultades esta realización del Dakar se vislumbra como una de las más complejas de los últimos tiempos. Las dunas peruanas resultarán el primer gran desafío para los competidores. Hoy, una vez que quede atrás la rampa de largada instalada en el Pentagonito, los competidores se adentrarán durante cinco jornadas en el mar de dunas que bordea el océano Pacífico. Cada uno de los favoritos entiende que los primeros días serán importantes para sus intereses. La mayor parte de las etapas de Perú transcurrirá fuera de caminos. «Tenemos que cuidar los vehículos y cuidarnos a nosotros», coincidieron varios pilotos.
Después llegará el turno del altiplano boliviano, donde el Dakar arribará por primera vez a la orilla occidental del Titicaca, el lago navegable más alto del mundo. En Bolivia el frío y la altura -con tramos de hasta 3.800 metros sobre el nivel del mar- representarán nuevos desafíos para la capacidad de tripulantes y máquinas. En ese país están previstos el día de descanso y la etapa maratón, que les impedirá reparar los vehículos antes de afrontar la especial más larga del Dakar, con 500 kilómetros cronometrados entre Uyuni y Tupiza.
Del frío pasarán al intenso calor del noroeste argentino. En Salta los aguardará una sucesión de senderos rápidos. Una de las pruebas de fuego será sortear la elevada temperatura de Fiambalá, Catamarca, a esta altura un clásico para el Dakar. En esa zona abundan los caminos pedregosos, ríos y curvas peligrosas. El final quedará para Córdoba, el 20 de enero. Hasta ese punto, hay un largo, y muy riesgoso, camino por recorrer.