ENTRETENIMIENTO

Yolanda Moreno: «Todavía tengo energía. Seguimos adelante»

por Avatar Grace Lafontant

Yolanda Moreno le ha dado al país durante 75 años su poderosa belleza, pasión y arte a través de una academia, Danzas Venezuela, semillero de generaciones de talentosas y talentosos bailarines. La conmemoración del aniversario, asegura Moreno, es digna de récord Guinness, pues casi ocho décadas de actividad ininterrumpida en un país con grandes complejidades es un logro especial que merece reconocimiento. «La danza nacionalista es una muestra de lo que somos los venezolanos: juventud, luz, energía, color y diferencias… De un tambor a un valse, de una danza andina a una guajira», dice.

La bailarina del pueblo impone con su presencia. Con mucha energía, llega al salón de ensayos en la quinta El Colmenar de la Danza -actual sede de Danzas Venezuela en Bello Monte-. Allí la aguardan los bailarines en tensa calma: esperan su órdenes.

 

Yolanda Moreno

La maestra Yolanda Moreno es un ícono cultural del país | Foto Abraham Tovar

 

Ella los llama. Dice el nombre del baile a ensayar y los jóvenes responden de inmediato. Buscan rápidamente sus puestos en la sala y, de ser necesario, la indumentaria. De pronto, la música estalla en el aire y la maestra se ubica frente a ellos. Seria. Dejando ver su expresivo rostro, uno que no oculta detrás de los lentes de sol que usaba hace unos momentos.

Mira con atención cada movimiento que sale del cuerpo de sus bailarines. Está atenta a la coordinación, al tempo, las posturas y, sobre todo, se asegura de que la sonrisa esté presente en sus rostros. Cuando es necesario, Moreno alza la voz y hace la corrección pertinente. Sin embargo, muchas veces los bailarines corrigen tras cruzar la mirada. Es una conexión profunda entre la maestra y sus alumnos.

El piso de madera delata la fuerza que los bailarines tienen en sus piernas, en sus pies. Hacen retumbar el salón entero al ritmo de la música. Y junto con ellos, la maestra también marca algunos golpes al piso. Se le ve no solo concentrada, sino preocupada porque la ejecución sea perfecta, lo cual es imperativo, pues son los números que darán vida al espectáculo aniversario del 29 y 30 de marzo.

Para Moreno la celebración de Danzas Venezuela es suya también y la compara a cuando ella cumplió 75 años de vida. Y aunque ahora se aproxima a los 90 años -cumplirá 89 en agosto-, este es solo un número: verla en acción, en la misión por representar la cultura venezolana a través del baile, prueba justamente eso.

 

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Yolanda Moreno, un ícono del país gracias a su extensa trayectoria en la cultura | Foto Abraham Tovar

Dos presentaciones para celebrar

La compañía Danzas Venezuela está conformada actualmente por 28 personas, 12 hombres y 16 mujeres. Ellos dan vida a las coreografías concebidas por Moreno, algunas han formado parte del repertorio desde el inicio, otras se reinventan y se crean nuevos números de baile con los que Danzas Venezuela celebrará su aniversario 75 el 29 y 30 de marzo en el remozado Teatro Incret de El Paraíso (lugar que sirvió de sede antes de mudarse a Bello Monte, donde actualmente funciona la compañía y la academia de baile).

Con entradas en 10 dólares, el público disfrutará de montajes como Juan Carabina, Los calores de Candelaria -que rinde homenaje a un familiar suyo llamada Eudorina-, El cuento de la culebra -una pieza narrativa con raíces folklóricas- y Mi madrina Mina. “Ella nos atendió cuando mi papá estaba enfermo. Yo veía las fiestas que hacían y cómo bailaban el danzón, la guaracha esa, pasodoble y al final: tango. Estos montajes son distintos, pero todas las coreografías tienen un toque satánico que ¡aaah!”, dice.

 

La bailarina del pueblo dirige a sus bailarines en Danzas Venezuela | Foto: Abraham Tovar

 

Explicó Moreno que toda la compañía está aportando para que el espectáculo sea inolvidable: ella y su hijo Manuel Rodrigo Rodríguez como directores, nuevos coreógrafos, un cantante, bailarines del interior del país e incluso algunos de la segunda o tercera generación de Danzas Venezuela actuarán próximamente. «Tenemos muy buena gente, como somos los venezolanos. El espectáculo está verdaderamente hermoso. Esperamos que la gente acuda, que nos acompañe, que no nos dejen solos», anhela.

De frente y con dignidad

 

Danzas Venezuela ha visto pasar por sus tablas a cientos de bailarines | Foto Abraham Tovar

 

Corría el año 1949 cuando Yolanda Moreno junto con su entonces esposo, Manuel Rodríguez Cárdenas, crearon el Ballet Folklórico Venezuela con el fin de rescatar y difundir la danza venezolana. Tal compañía surge, a su vez, de El Retablo de las Maravillas, teatro ambulante creado en la década de 1950 para llevar arte a pueblos rurales del país,. Más adelante, en 1958, cambiaría su nombre a Danzas Venezuela, pero mantendría su objetivo.

Durante la década de 1950, la agrupación cogió vuelo. Sin embargo, eran tiempos de dictadura. Marcos Pérez Jiménez era presidente en aquel entonces y por haber participado en actividades organizadas por aquel régimen, se le ha cuestionado. «Aquí no se habla de política. No nos interesa. Ni cuando Copei, ni cuando Acción Democrática. Nunca», responde enfáticamente y sigue: «Se le bailaba al pueblo. Yo tenía 17 años, nadie sabía de política. Era otra cosa, viajábamos por todo el país con El Retablo, se crearon muchas agrupaciones y fue cuando recibimos más apoyo. Yo no conocía a los líderes, no sabía quién era Rómulo Betancourt», se defiende Moreno.

Danzas Venezuela ha vivido incontables cambios políticos, pero hay uno que Moreno recuerda particularmente: la primera presidencia de Rafael Caldera (1969-1974). En ese momento se le retiró el apoyo financiero a la institución y pasó a recibir un subsidio del Estado. «Cada enero teníamos que ir al Congreso a rogarle a fulano y no. Estábamos mendigando. Llega un momento en que te cansas, esta es una organización seria. Nos retiramos. Me sentía vejada».

 

Danzas Venezuela guarda el acervo cultural del país | Foto: Abraham Tovar

 

Sin embargo, la lucha por que el Estado apoye a Danzas Venezuela sigue: «Nosotros no tenemos ni medio para mantener el vestuario, los zapatos, las flores, los zarcillos. Todo es dinero. El Estado venezolano debería apoyar a estas organizaciones. Pero para lograrlo hay que estar retratándose y yo no, porque no me gusta meterme en política. Entonces, prefiero estar como ahorita: no tenemos real, pero somos libres. Actuamos donde queremos y si podemos. Los muchachos y yo vivimos de dar talleres. Me gustaría que el Estado tomara en serio esto para que nuestros muchachos tuvieran un pequeño sueldo, un apoyo médico. Mantenerse 75 años, ¿cuánto cuesta?».

Desde que Danzas Venezuela es autosustentable, con talleres dentro y fuera del país, la matrícula de la compañía bajó considerablemente. De 120 personas, hoy la conforman 30 y cuentan con solo cuatro profesores. Antes, recuerda Moreno, realizaban al menos tres funciones mensuales y aparecían en programas de televisión. Para sus presentaciones contaban con una orquesta, ahora -cuando pueden- los acompañan algunos músicos y cantantes. Pero parar no es una opción: «Este es el semillero. Es un trabajo bello por Venezuela».

«Nosotros somos mejores que los de afuera. Y eso se los enseño desde chiquitos: ustedes van a querer a Venezuela, todo lo que somos. Yo siempre he creído en mi país. ¿Tenemos males?, ¿tenemos problemas? Sí. Pero nosotros somos mejores que otros», asiente.

Lo folklórico sigue atrayendo al venezolano

Existe un prejuicio sobre la música y danza típica del país. No se valora lo suficiente. Sin embargo, las danzas nacionalistas están sembradas nacional e internacionalmente. Yolanda Moreno, como promotora, está absolutamente convencida. «Lo que se sembró hace 75 años sigue dando frutos. Y eso se debe a la constancia, al trabajo, a tener fe y creer en lo que estás haciendo. Yo la he tenido. Y he tenido la suerte de que mis alumnos me acompañan. Todavía tengo energía. Seguimos adelante», explica.

Incluso hoy día cuando otros sonidos, otras expresiones toman protagonismo, Danzas Venezuela sigue firme, así como lo viene haciendo desde hace 75 años cuando se enfrentó a la popularidad del ballet, del flamenco y de las danzas contemporáneas latinas. Allí, sólida, se mantiene la danza nacionalista, sobre todo en caseríos y pequeños pueblos del interior.

«Ahora tenemos la invasión del reggetón, de la bachata, esos bailes nuevos. Y todas las academias nos hemos visto obligadas a tener un profesor de esos géneros porque los niños quieren bailarlos. Pero aquí tienen una formación distinta. Además de eso, ellos ven ballet, danzas nacionalista y flamenco. Nosotros buscamos lo más suave, lo que tenga más finura, porque esta música de ahora… Será que yo pertenezco a esta época. Pero eso pasa… Y viene otra cosa. Pero la danza nacionalista sigue ahí», señala.

 

La bailarina del pueblo sigue dirigiendo Danzas Venezuela a sus casi 89 años de edad | Foto Abraham Tovar

 

Además, la voracidad de las redes sociales constituye otro factor a considerar de cara al conocimiento de la danza nacionalista. Asegura Moreno que las redes muestran solo una cara de la moneda, principalmente la de Caracas, ciudad donde -a su juicio- se valora más lo extranjero que lo propio. Sin embargo, destaca que en el interior la situación cambia: las agrupaciones musicales y de danzas típicas abundan y, sobre todo, son valoradas por el público.

«Apenas sales de Caracas, Maracay -por decir algo- la cosa cambia. Los espectáculos de música venezolana se llenan, yo te lo digo porque viajo por todo el país y veo a la gente. Tenemos una equivocación de creer que a la gente no le gusta lo venezolano. Sí les gusta, pero aquí en Caracas la visión es distinta. A la gente le gusta su música, su fuerza».

Venezuela desde la mirada de Yolanda Moreno

A su juicio Venezuela es un país generoso, abierto y sinigual. Tras haber viajado por el mundo entero y conocer cada rincón del país, la bailarina está convencida de que las mujeres venezolanas «son las más bellas y los hombres son trabajadores y caballerosos. La mayoría de su gente es distinta, buena, es alegre y tiende siempre la mano. Eso no lo tienen todos los países. Yo me siento muy orgullosa de mi país y por eso trabajo, con la misma alegría de siempre, hasta que Dios me dé la fuerza».

Donde quiera que va, Yolanda Moreno es recibida con los brazos abiertos y con mucha emoción. «Todo lo que ves aquí [señala los objetos de su oficina] son cosas que la gente me da con mucho cariño. El pueblo sencillo es así: café, carne, hasta pulseritas hechas con granos de maíz, una vaca, sombreros. Nuestro pueblo es muy generoso».

 

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Los premios que ha recibido no son tan importantes para la bailarina como lo es el cariño de la gente | Foto Abraham Tovar

 

Tal afecto es un premio a su esfuerzo. Durante su carrera, además, ha recibido diferentes galardones y reconocimientos como el Premio Nacional de Cultura Popular (1995), la declaratoria como Patrimonio Cultural Viviente de Venezuela (2006) y la Orden Andrés Bello en Primera Clase, entre otros.

Siente que el país le ha retribuido todo lo que le ha dado. Pero aclara que es el pueblo, las personas sencillas que están cerca de ella.

La «krasiva»

 

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A Yolanda Moreno le decían krasiva por su belleza | Foto: Abraham Tovar

 

En ruso, recuerda Yolanda Moreno, krasiva significa bonita. Y es así como le decían durante la gira que hizo por la extinta Unión Soviética en 1963. De aquellos días tiene muchos recuerdos, así como de su reconocido tour por China, Corea del Sur y Estados Unidos.

Capaz de aprenderse palabras de diferentes idiomas, Moreno ofrecía entrevistas y discursos donde fuera. Y cómo no hacerlo cuando Danzas Venezuela se alzaba con premios en todo concurso o festival donde se presentaba.

«Yo creo que mis coreografías tienen mucho color, mucho movimiento y el espíritu de cuerpo que tenemos, porque cuando salimos, salimos a ganar aunque no sea un festival. Hemos ganado en todas partes donde hemos ido. Y aunque no ganáramos, no importa porque estuvimos en un gran festival. Hay una energía que se transmite de la escena y ahí empezamos».

Las pasiones de Yolanda Moreno trascienden el baile. Es lectora ávida de escritores venezolanos, británicos y latinoamericanos. «Me permite viajar por el mundo». Y esta afición, sumada a las giras nacionales con la compañía de baile, explica, le ayudó considerablemente a conocer al país a profundidad.

Otra gran pasión de la bailarina es la música. Disfruta mucho los conciertos de El Sistema. Reconoce el talento de los jóvenes venezolanos que conforman las diferentes orquestas, pero también señala cómo El Retablo de las Maravillas y Danzas Venezuela contribuyeron a la creación de una de los más importantes fundaciones culturales del país.

«El doctor Abreu sabía y le preguntaba a mi esposo cómo era eso del teatro ambulante, cómo hacía para llegar a tantos pueblitos donde no había luz. Porque ese era nuestro trabajo. El Retablo era para trabajadores, fue un movimiento nacional. No existe un lugar donde haya una agrupación que no baile una danza mía. Eso me costó mucho. A mí me dijeron de todo ‘que yo estaba acabando con la cultura’ que yo destruí el folklor. Pero yo nunca les creí eso. Tenemos que sacar lo que se baila, por ejemplo, los Diablos de Yare hay que bailarlos en Nueva York, y en Moscú, y en Roma», dijo.

75 años más tarde, la bailarina afirma que su contribución al país consiste en haberle dado herramientas de la danza para expresar lo que produce el pueblo, que Venezuela aprendiera a bailarse a sí misma. «Es un legado para siempre. Es una cosa de gran importancia. Todavía no saben cuánto. No se puede negar todo el estilo, toda la ropa, todo es creación mía».

 

 

Este año dictará un taller de danzas nacionalistas en Canadá, pero también espera hacer una gira por el país durante el último semestre del año.

Yolanda Moreno recuerda su vida con alegría, desde su infancia en El Guarataro, su adolescencia y juventud marcada por el baile y su presente todavía dedicado a este arte tan efímero y agraciado. Y aunque no se sube a los escenarios desde 2008, afirma que sigue zapateando en el backstage cuando la compañía se presenta.

«Como todo ser humano hay angustias, problemas, dolores [dice señalando su cervical y lumbar], pero se quedan ahí tranquilitos. Soy feliz porque estoy haciendo mi danza, mi gente me quiere mucho, mis alumnos. Me siento acompañada por ellos, tengo un solo hijo aquí, pero toda mi familia está afuera. Mi hermana [Patricia], que era mi compañera para todo, se fue del país».